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Mijail Gorbachov, en un acto en Berlín en 2014.
«La Historia está maltratando a Gorbachov»

«La Historia está maltratando a Gorbachov»

La académica francesa Hélène Carrère d'Encausse explora las causas del hundimiento de la URSS en 'Seis años que cambiaron el mundo'

Álvaro Soto

Martes, 27 de septiembre 2016, 18:13

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El imperio más vasto que conocieron los tiempos tuvo una caída poco acorde con su grandeza. La URSS se diluyó en la Historia casi sin querer, en apenas seis años, con escasos brotes de violencia. Detrás de un final tan poco épico aparecen varios factores que la eminente historiadora francesa Hélène Carrère d'Encausse (París, 1929), una de las mayores expertas mundiales en Rusia, analiza en 'Seis años que cambiaron el mundo. 1985-1991', publicado en España por Ariel.

Carrère d'Encausse fue profesora del prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París (ScienciesPo) y es secretaria de la Académie Française y Gran Cruz de la Legión de Honor, pero su gran pasión es la historia rusa. Hija de una familia de aristócratas georgianos que huyeron de la Unión Soviética tras la revolución del 17, su conocimiento del alma rusa y su cercanía con los principales protagonistas de la época enriquecen con pequeñas historias una obra que tampoco rehuye el gran análisis político.

«Gorbachov hizo lo que pudo. Fue un hombre pragmático que tuvo que actuar como aprendiz de brujo. Llevó a cabo cambios importantes queriendo salvar el sistema: estaba educado en el sistema para defender el sistema. Pero comenzó con las reformas y la situación se le fue de las manos», explica Carrère d'Encausse, que califica al expresidente ruso como «un hombre valiente y honesto». «Mantener en pie la Unión Soviética no era una misión imposible. Tenía un ejército poderosísimo que podía haber reprimido las revueltas, tenía el KGB y tenía un partido fuerte. Pero aun así, emprendió las reformas», asegura.

Y sin embargo, aquel esfuerzo por desmontar el régimen y modernizarlo no ha sido recompensado. «Gorbachov, al que aún frecuento, está siendo maltratado por la Historia. Es un hombre muy desgraciado, con mala salud, y lo peor es que se da cuenta de que nadie ha entendido lo que hizo. Vive en Moscú y viaja habitualmente a Viena, donde colabora con una organización ecologista. Tiene la impresión de que ha perdido la partida, pero en realidad, la ha ganado», continúa la historiadora.

La URSS que empezó a gobernar Gorbachov en marzo de 1985 era un país en claro declive. Económicamente, la carrera armamentística con Estados Unidos lo estaba desfondando, y la productividad de la industria estaba por los suelos. «Lo que ocurría se resume en una frase que se escuchaba en las fábricas: 'Ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos'», cuenta Carrère d'Encausse. Mientras tanto, los nacionalismos, que habían sido aplastados por Stalin en favor de la idea comunista y que comenzaron a despuntar en las décadas de los 50 y 60 primero en los países del Este de Europa, se destaparon ya como una nueva fuente de inestabilidad interna.

Y finalmente, la obra de la experta francesa aborda un asunto menos espectacular, pero tan relevante o más que cualquier otro. La salud de los ciudadanos, el verdadero termómetro de la calidad de vida de un país, se desplomaba. «La tasa de natalidad era ínfima y la esperanza de vida para un ciudadano ruso en 1978 era de 56 años», rememora Carrère d'Encausse. Una de las causas era el alcoholismo, que se extendía a todas las capas de la sociedad, sin distinción de sexo o edad. «Un tercio de los alcohólicos eran mujeres, cuando décadas atrás no bebían. También un tercio de los jóvenes reclutados por el ejército eran rechazados por sus problemas con la bebida», asevera la autora.

Entre otras consecuencias, aquel súbito hundimiento del imperio soviético ayudó a crear una nueva élite de hiperricos que sustituyó a la comunista. «Cuando la elite comunista se dio cuenta de que se habían acabado las oportunidades de beneficiarse del comunismo, se apropiaron de los bienes del Estado». Y aquí es donde la autora culpa a Occidente por no ayudar a la nueva Rusia a adaptarse al capitalismo. «No se podía salir de 75 años de comunismo sin ayuda externa. Nadie enseñó a los rusos a ser capitalistas», se lamenta.

El desmoronamiento soviético fue sentido como una gran humillación para los rusos, humillación que llegó a su punto culminante cuando la OTAN, sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU (en el que Rusia era miembro permanente), bombardeó Serbia en 1999. «Aquel acontecimiento explica la llegada al poder de Putin y su éxito de popularidad. Los rusos confían en Putin porque creen que ha conseguido poner a su país en el lugar que le corresponde. Y hay que aclarar que Putin no es un dictador, es un autócrata que piensa que la democracia debe adaptarse a las condiciones de cada país y a su Historia», culmina Carrère d'Encausse.

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