Riello despide a Tito, el hostelero y taxista que marcó la vida de toda Omaña
A los 93 años, deja un vacío inmenso en Riello, donde fue mucho más que un vecino: hostelero, taxista, cocinero, contador de historias y alma social de una comarca que hoy llora su marcha
Riello se viste de luto para despedir a uno de sus vecinos más queridos. Tito, definido por todos como «el hombre de muchos oficios», ha fallecido a los 93 años, dejando tras de sí una huella imborrable en la memoria de Omaña. Su nombre era sinónimo de cercanía, alegría y servicio. Todo el mundo sabía quién era Tito, porque nunca dejó de estar presente en la vida de los demás.
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Dueño de un emblemático bar en el que se compartieron innumerables anécdotas, fue también taxista, transportando durante décadas a niños a la escuela, viéndolos crecer y recibiendo con orgullo el cariño de quienes siempre le recordaron. Pero su historia no termina ahí: fue pescador, cazador, cocinero, sastre improvisado, albañil y maestro del tute. Tito era capaz de arreglarlo todo, desde un botón hasta un ladrillo.
Muchos le conocían también por sus dotes culinarias, adquiridas en la cocina de un famoso hotel de Madrid antes de regresar a Riello para ofrecer su saber hacer en su propio establecimiento. Otros le recordarán por su minuciosa forma de planchar camisas o por su meticulosidad al mantener el coche siempre preparado, con el parabrisas impecable para seguir recorriendo los caminos de su tierra.
Una vida llena de recuerdos
Con boina o sombrero, leyendo el periódico en la barra o repartiendo sonrisas a todo el que entraba, Tito era una figura constante en la vida del pueblo. Su bar, más que un negocio, era un auténtico centro social: allí se cerraban tratos, se esperaba el coche de línea, se comentaban las noticias y se compartían confidencias. «Era mucho más que una taberna, allí se hacía una gran vida social con un ambiente acogedor», recuerda un vecino. Algunos incluso bromean con que en su bar «se tomaba la tensión» o se recibían consejos médicos improvisados.
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La sabiduría popular de Tito, sus refranes, sus acertijos y su sentido del humor formaban parte de la vida diaria. «Rara vez no estaba de broma», recuerda con cariño Esteban Álvarez, quien ha querido rendirle homenaje con unas palabras llenas de emoción: «Suerte los que con atención hemos escuchado su sabiduría. Vete practicando, Tito, que te llevo la baraja y te la dejo en tu lugar de reposo como te hubiese gustado».
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Tito hablaba del final sin miedo y sin pesar. Sabía que su vida, llena de historias y enseñanzas, dejaría una marca profunda en el corazón de quienes lo conocieron. Su marcha deja un vacío enorme en Riello, un pueblo que hoy llora a un hombre que hizo historia sin proponérselo, simplemente estando ahí, con ilusión, humildad y una sonrisa siempre presente.
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