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ALEJANDRO FUENTE
Sábado, 23 de diciembre 2017, 11:15
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Pasaban las diez y media de la mañana de este viernes y el Mirador de Pajares -que así es como ahora se llama el antiguo parador- abría sus puertas al público por primera vez desde 2005. En el recibidor todavía había operarios dando retoques a la reforma de la parte de cafetería y restauración, ya que el hotel todavía tendrá que esperar.
Las paredes, ahora blancas, nada tienen que ver con los desconchados de hace pocas semanas y el olor de la pintura casi húmeda se entremezclaba con el de café recién hecho. Y en su interior, yendo de un lado para otro, los propietarios, los miembros de la familia Fernández Baker, empresarios turísticos de Menorca, que cuidaban el más mínimo detalle de la estancia.
Miguel Fernández Baker, acompañado de su mujer, Aurora Mayo, de Luarca, se encontraba junto a la nueva y moderna chimenea del salón de la cafetería. «¡Por fin llegó el momento!», manifestaba el menorquín con ilusión. «Ya es una realidad. Ahora seguimos con las obras del spa y a ver si podemos abrirlo todo, pero queda mucho por hacer». Según señaló, está tramitando lo necesario para modernizar las instalaciones y lograr la categoría de cuatro estrellas para el hotel.
El matrimonio reside en el propio edificio junto con sus tres hijos, Enrique, Beatriz y Guillermo. En verano, regresarán algunos miembros para la apertura del resort turístico en Menorca. «Pero yo ya me quedo aquí, no me mueve nadie», señalaba.
La puerta no paraba de abrirse con la entrada de clientes. Saray Barquín y Euclides Britu pidieron sendos café con leche. «Venimos de León expresamente a conocer el parador por dentro», decía ella con una amplia sonrisa. Comentaban que suelen transitar la carretera del puerto (la nacional 630) en sus desplazamientos a Oviedo «y siempre me he fijado en este edificio, cerrado a cal y canto».
Por eso, no perdió oportunidad de acercarse hasta este inmueble, construido en los años 50 del siglo pasado y que cerró, por última vez, en 2005. Sonia Robles y Alberto Sánchez también acudían desde León y estaban de paso. Hicieron un alto en el local. «Sí, sabíamos que abría hoy porque lo leímos en el periódico. La verdad es que el sitio es precioso, creemos que tiene un gran potencial y que va a tener mucho éxito porque por aquí pasa mucha gente», comentaban.
Detrás de la barra están los empleados Beatriz Cisneros y Khailouk Mohamed. Son parte de la plantilla inicial de cinco personas que ha comenzado su labor en el recinto. «Soy de Villamanín y, cuando me enteré que iba a reabrir el antiguo parador, me acerqué y presenté mi currículo. Estaba en el paro y nunca antes había trabajado en el sector. Pero me llamaron hace dos semanas para empezar. Hice un periodo de formación y ahora estoy aquí más que contenta», declaraba ella.
El caso de Mohamed es distinto; este madrileño ya estaba vinculado a la empresa de Fernández Baker en Menorca. «Pero el resort ahora se encuentra cerrado y me propusieron venir aquí. Y, la verdad, es que esto es precioso y estoy encantado. La nieve me gusta», decía muy sonriente. Baker adquirió el parador a finales de septiembre. El valor de la transacción ascendió a 950.000 euros sin impuestos. Tras realizar una primera inspección, estimó que se tendrá que invertir otros 600.000 euros para su puesta a punto. Se trata, reconoció el empresario, «de un gasto importante».
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