León aporta dos cardenales asistentes a cónclave a través de la historia
Gil de Torres, en el siglo XIII, concurrió a cuatro asambleas
Las tierras de Castilla y León aportan una treintena (en concreto 31) de purpurados al llamado Colegio Cardenalicio en la historia de la Iglesia Católica. No es pequeña la cifra si se tiene en cuenta que en España ha contribuido con 189 en estos veinte siglos de cristianismo, según fuentes eclesiales. En las vísperas de un nuevo cónclave, para la elección del Papa que sustituya a Francisco I, cabe preguntarse cuántos de esos cardenales participaron en esa reunión, sin contacto al exterior, para deliberar y elegir el romano pontífice. Las papeletas, la votación con palabras 'formulatiorias' en la Capilla Sixtina, el escrutinio... ¿La respuesta? 8. Porque entre los 133 menores de 80 años (el Colegio Cardenalicio cuenta con 262) participantes en el próximo cónclave, que comienza hoy, miércoles, no hay ninguno originario de Castilla y León.
Detrás de los nombres, están las trayectorias vitales y espirituales. Gil de Torres, formado en la Universidad de Parías, asistió a cuatro cónclaves. Nadie le supera en este aspecto. Falleció en 1254, y dos lugares se disputan la cuna: Burgos y La Bureva, aunque otras fuentes (RAH) lo vinculan con Zamora. «En sus 38 años de carrera como cardenal se preoucupó más por los asuntos de la iglesia zamorana que por cualquier otra». Gaspar de Borja y Velasco participó en tres asambleas decisorias. Se trataba de un personaje interesante. Era biznieto de San Francisco de Borja, que fue arzobispo de Sevilla y de Toledo (primado de España). La política no le resultaba ajena: embajador en Roma y virrey de ápoles. Por sugerencia de Felipe II, con 29 años, se le confirió el capelo cardenalicio. Asistió a tres cónclaves y fue carmenalengo del Colegio de Cardenales. Se llevó a matar con Urbano VIII.
Con dos asistencias aparecen Bartolomé de la Cueva y Toledo, segoviano de Cúellar (1499-1562), quien contó para los electpores y estuvo cercano de alcanzar el papado, Francisco Dávila y Guzmán (Ávila, 1528-Roma, 1606), José María Martín de la Herrera (Aldeadávila, Salamanca, 1835-Santiago de Compostela, 1922) y Marcelo González Martín, vallisoletano de Villanubla, que fue docente en el seminario y en la Universidad de Valladolid. Roma le nombró obispo de Astorga, arzobispo de Barcelona (la ciudad catalana le recibió con hostilidad) y Primado de España en Toledo.
Dos cardenales, ambos vallisoletanos, estuvieron presentes en las sesiones de un cónclave: Gil de Albornoz (Valladolid, 1581-Roma, 1649) y Carlos Amigo (Medina de Rioseco, 1934-Guadalajara, 2022). El primero, funcionario y jurista. Perteneció al Consejo de la Inquisición. Ejerció como político y como eclesiástico. Le nombraron canónigo. Urbano VIII le designó cardenal y fue camarlengo. El segundo, abandonó los estudios de medicina y se licencia en Filosofía, Psicología y Teología. Ejerció la docencia. Rigió, como arzobispo, las diócesis de Tánger y de Sevilla.
La nómina de cardenales originarios de Castilla y León asciende a 31. Distribuidos por provincias, este es el resultado: Valladolid (8), Burgos (5), Salamanca (5), Ávila (4), Segovia (3), Zamora (3), León (2) y Palencia (1). Soria carece de purpurados. Los archivos vaticanos dicen que Pedro Cardona fue el primer español que alcanzó el cardenalato. Se desconoce con fiabilidad cuál fue el lugar de su nacimiento, aunque se supone que ocurrió en Cardona (Barcelona). Antes fue arzobispo de Toledo. Murió en 1183. Y refieren, asimismo, que Pelagio Galvani (1165-1230), de origen leonés, aunque las fuentes históricas no especifican el lugar concreto de su nacimiento, puede ser considerado como el primero de esta tierra, hoy Comunidad Autónoma, en recibir el llamado capelo cardenalicio. En esa relación aparecen nombres destacados, como Juan de Mella o Bernardo de Sandoval. Otros alcanzaron esa dignidad eclesiástica por motivos, o medios, alejados de la fe, como son los intereses políticos (validos reales, embajadores, funcionarios) o sociales (nobles).
