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Isabel Carrasco murió asesinada el 12 de mayo de 2014.
«Todos fuimos carrasquistas»

«Todos fuimos carrasquistas»

Tres años después del crimen de Isabel Carrasco el PP de León aún no ha logrado desprenderse del enorme peso de la figura de la expresidenta | Algunos de los estrechos lazos trenzados entonces aún hoy siguen latentes

j. Calvo

Jueves, 11 de mayo 2017, 12:12

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En León, hay quien afirma que existe un PP que hiberna bajo las alfombras de los despachos. La metáfora tiene su traslación real en las filas de una formación popular en la que, tres años después del crimen de Isabel Carrasco, la figura de la expresidenta sigue evidenciando su presencia.

La 'tela de araña' trenzada por Isabel Carrasco durante su década al frente de la formación popular es, a fecha de hoy, imposible de 'desmontar'. Una certeza que llega desde los propios despachos del partido y a la que no es ajena la propia militancia del partido.

Al sillón presidencial Carrasco llegó en diciembre de 2004 en el marco del XI Congreso Provincial de la formación popular. Entonces, pese a su fuerte carácter y el temor a las consecuencias de su 'mano firme' y su carácter, fue vista como un 'mal necesario' para un partido que precisaba de orden local y provincial. Juan Morano, hoy fuera del PP, recuerda su apoyo decidido a Isabel Carrasco como una necesidad orgánica que con el paso del tiempo se convirtió en una pesadilla.

Morano, uno de esos animales políticos en la capital, siempre ha defendido la teoría de que Isabel Carrasco convirtió su despacho en una fortaleza y que desde su mesa gestionaba sin consenso alguno un partido al que supo poner el yugo hasta llevarlo al sendero que entendía más beneficioso para su persona y para su forma de proceder.

Pero la entonces presidenta, acorde con su personalidad, entendía que el PP no era un partido. Era «su» partido. El suyo, y el de nadie más. Mucho menos el de aquellos a los que consideraba críticos o no fiables.

Pero para controlar una formación política y orgánica Carrasco se sirvió de un enorme número de apoyos. Entre ellos, el del hoy presidente de la Diputación y futuro presidente del PP en León. Fue Majo quien en 2004, en su condición de presidente comarcal, redactó de puño y letra un documento de adhesión a Carrasco. Allí firmaron todos los representantes provinciales y sobre ese documento se cimentó una elección en un congreso provincial en el que la unanimidad resultó absoluta.

García Prieto

«En algún momento todos hemos sido carrasquistas», ha asegurado sin fisuras el aún presidente provincial del Partido Popular en León, Eduardo Fernández. «Y todos es todos», desde el primero al último, en una unión derivada desde 2004 cuando la figura de Carrasco laminaba al entonces candidato preferido por Juan Vicente Herrera, el que fuera presidente de la Diputación de León y hoy concejal del Ayuntamiento de León, Javier García Prieto.

Pero Carrasco fue a la deriva e hizo del PP su «cortijo», según representantes públicos de la formación que aún hoy prefieren que su nombre no sea citado. «Y en el cortijo sólo mandaba ella y sólo trabajaba quien ella quería», se advierte.

Se fueron laminando a quienes discreparon de aquella forma de actuar. El propio Juan Martínez Majo, el hoy alcalde Antonio Silván, Cipriano Elías Martínez en la Diputación Provincial, López Benito... la lista se haría interminable.

Frente a los eliminados Carrasco supo crear una red clientelar, aferrada a sus cargos, muchos de ellos políticos de medio pelo, manejables, inmunes a cualquier otro planteamiento que no fuera el llegado por la propia presidenta popular. Y todos fueron situados como peones sobre un tablero de ajedrez. El control llegaba a las agrupaciones comarcales, a las principales instituciones, y por extensión a los compromisarios de los congresos o al propio comité ejecutivo, entregado siempre a aquello que la presidencia planteara. Sólo Morano se levantó en un par de ocasiones, pero terminó dejando el comité y el partido.

El PP en su mano

Carrasco tenía al PP de León en su mano y desde hacía tiempo planteaba tomar al asalto el PP de Castilla y León. Aseguran sus compañeros de partido que con Herrera tenía «una cuenta pendiente» que no estaba dispuesta a dejar en un cajón. Había tendido puentes muy sólidos hacia Fernández Mañueco y su comunión, plasmada en las imágenes de sus encuentros, sólo era el primer paso hacia un fin mayor.

La estrategia de Isabel Carrasco nunca fallaba, pero se vino abajo el 12 de mayo de 2014, sobre las cinco de la tarde, cuando desatadas por el odio enfermo y visceral dos militantes de su propio partido, Montserrat González y su hija Triana Martínez González, terminaron con su vida. Montserrat fue la ejecutora y Triana, según la sentencia, su cómplice necesario.

En el trasfondo una historia truculenta y salpicada por «las cosas de entonces»: contrataciones irregulares, puestos de confianza a dedo, clientelismos, aspiraciones y venganzas entremezcladas, un submundo impenetrable incluso para la Justicia.

«Los últimos años Isabel (Carrasco) entró en una deriva», ha recordado este miércoles Eduardo Fernández.

Hoy, en el PP de León queda un sector alimentado por el recuerdo de Carrasco y en muchos casos beneficiado por sus decisiones, un sector que se quiere hacer valer y que el propio partido limita a una «reacción frente a quienes ocuparon sus puestos en el proceso de renovación» más que a una fidelidad a la figura de quien hoy ya no está.

«Carrasco es el pasado», se advierte con vehemencia, aunque su figura guste más o menos sigue presente. Está colgada en las paredes... y bajo las alfombras.

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