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Luis Enrique, en el banquillo.
Luis Enrique, menguante, desgastado y atrapado por una frase
jornada 38

Luis Enrique, menguante, desgastado y atrapado por una frase

Aún aspira a la Copa, pero dejará el club perseguido por exaltar a una plantilla que sólo él no vio debilitarse

p. ríos

Lunes, 22 de mayo 2017, 00:41

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A la espera de lo que suceda en la final de la Copa del Rey que enfrenta al Barça y al Alavés en el Vicente Calderón el próximo sábado día 27, el desgastado Luis Enrique, según su propia confesión, dejará el banquillo azulgrana tras tres temporadas en el cargo en evidente declive, por lo menos estadístico, de un equipo que ha pasado del triplete (Liga, Copa y Liga de Campeones) en la 2014-15, al doblete en la 2015-16 (Liga y Copa) y a la posibilidad de levantar ese trofeo del KO que sabe a poco. En años, la decadencia todavía es más notable: cinco títulos en 2015 añadiendo la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes, tres en 2016 sumando la Supercopa de España y quizás uno, como mucho y con permiso de un Alavés que lleva meses preparando la final de Copa, en 2017.

Eso es lo que dicen los números, que suelen ser la base de cualquier resumen de una temporada, el ganar o el perder por encima de cualquier cosa. Sin embargo, tener plaza en la final de Copa y haber disputado la Liga hasta la última jornada al Real Madrid, lógico aspirante a todo con Florentino Pérez en la presidencia, no debería ser considerado un fracaso. En todo caso, la mayor crítica a Luis Enrique, en lo referente a los resultados, tendría que estar enfocada a lo sucedido en la Champions, donde el Barça no dio la talla en los dos desplazamientos de octavos (4-0 en París) y cuartos (3-0 en Turín). Con la histórica remontada ante el PSG (6-1) se solucionó de forma milagrosa la primera debacle, pero la Juve no se dejó intimidar en el Camp Nou (0-0).

Y más allá del resultadismo, a Luis Enrique sí que habrá que pedirle explicaciones por haber contribuido junto a Robert, secretario técnico, a debilitar una plantilla que él mismo consideró en la última pretemporada como «la mejor que he tenido nunca», una frase que le ha perseguido en los últimos meses ante la constatación de que siete de los ocho últimos fichajes han aportado muy poco: Aleix Vidal y Arda Turan, que debutaron en enero de 2016 tras el castigo de la FIFA, y André Gomes, Paco Alcácer, Denis Suárez, Lucas Digne y Jasper Cillessen, llegados durante el pasado verano, algunos tras operaciones económicas muy costosas.

Sólo Samuel Umtiti ha tenido regularidad y protagonismo real en momentos importantes. El fondo de armario, tan necesario para las rotaciones cuando se juega cada tres días, no ha funcionado en contraste mayúsculo con el éxito del plan B de Zidane en el Madrid, que ha podido sobrevivir mejor con las exigencias del calendario.

Tras el triplete de la temporada 2014-15 se marcharon dos jugadores tan importantes como Xavi y Pedro y después del doblete de la 2015-16 se fueron Claudio Bravo, Marc Bartra y Dani Alves, quien está demostrando en la Juventus su calidad y recordando cada día que el Barça no supo contrarrestar su marcha en la lateral derecho, una demarcación fundamental en el equipo azulgrana porque por esa zona arranca Messi a menudo.

Su baja, voluntaria, como las de Xavi, Pedro, Bravo y Bartra, ha sido la más sensible, aunque se ha echado de menos la regularidad liguera del portero chileno en comparación con un Ter Stegen que al inicio de Liga cometió algunos errores que se han pagado más tarde.

Luis Enrique arriesgó demasiado al afrontar una temporada sin lateral derecho definido, apostando por el reciclaje definitivo de un Sergi Roberto con proyección en ese puesto, pero todavía inadaptado al 2, y marginando a un Aleix Vidal por motivos desconocidos con la desgracia de que cuando apostó por él sufrió una grave lesión por la entrada de Theo Hernández (Alavés). Tampoco se entendieron las suplencias de Rakitic en un tramo del curso en el que la confianza en André Gomes se volvió en su contra por las deprimentes actuaciones del portugués. Y queda la duda de si se excedió con la dosificación de Iniesta en un año con tres lesiones del manchego.

El calendario no ha jugado a su favor, con tres eliminatorias durísimas de Copa en enero ante Athletic, Real Sociedad y Atlético que desgastaron mucho a una plantilla que sin respiro ya se vio en París ante un PSG más fuerte que nunca. Y aquella remontada obligada pasó factura en Riazor, donde un equipo sin fuelle perdió 2-1. Allí se fue la Liga, más que en el Villamarín, donde el inolvidable gol fantasma de medio metro; en Villarreal, sede del paradón de Bruno Soriano; o en Málaga, donde el equipo local fue mejor. Puede pasar. Pero todo va hacia el mismo punto. A Luis Enrique le ha fallado, o no supo cómo sacarle rendimiento, la mejor plantilla que ha tenido nunca. O simplemente nunca fue la mejor.

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