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Bieito Rubido recoge el premio en representación de Vocento.
Bieito Rubido: «Los periódicos tenemos como ocupación exclusiva tratar de explicar lo que sucede cada día»

Bieito Rubido: «Los periódicos tenemos como ocupación exclusiva tratar de explicar lo que sucede cada día»

Discurso de agradecimiento del director de ABC tras recibir el galardón 'First Amendment Award' de la Fundación Eisenhower en Nueva York

colpisa

Lunes, 8 de mayo 2017, 19:14

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«Como profesional ya veterano del periodismo y director de un gran periódico español -ABC, con 114 años de historia-, en esta intervención aspiro a intentar explicar porqué la prensa es imprescindible y debe seguir existiendo, cuáles son los problemas que la atenazan y también -aunque esto es mucho más difícil- por dónde podrían ir las soluciones del sector.

Pero antes de hablar de periodismo vayamos un instante al cine. Como saben, en 2012, Disney compró por 4.000 millones de dólares Lucasfilms, los estudios de George Lucas. Se hizo así con la saga más lucrativa de la galaxia: Star Wars. Disney ha iniciado ya la tercera trilogía de la serie y les planteo una pregunta: ¿Pueden los espectadores acceder gratis a esas películas a través de Google y Facebook? ¿Los gigantes informáticos se atreverían a subir a sus plataformas las películas de Star Wars sin pagar nada a Disney y para que el público las vea gratis? Claro que no. Es totalmente impensable. Se consideraría un pirateo inadmisible. Habría instantáneas denuncias por copyright que triunfarían en los tribunales.

Pues bien: el ejemplo que acabo de plantear es exactamente lo que les ocurre cada día a todos los periódicos del mundo y probablemente la razón principal de su declinar. Aportamos el grueso del caudal de información que circula por esos agregadores informáticos de contenidos, pero el dinero se lo están quedando los dueños del soporte, y en una proporción casi monopolística.

Zuckerberg y yo

Al margen de que ambos hemos nacido cerca del Atlántico, él en Nueva Jersey y yo en Cedeira, un hermoso pueblo de pescadores del Noroeste de España, Mark Zuckerberg y yo somos un poco diferentes. Él tiene solo 32 años, yo me temo que casi lo doblo. Él viste camiseta gris, a mí me obliga el decoro institucional de la corbata. Yo soy católico, él de fe judaica. Mark va a por su segundo hijo, yo ya he sacado a cuatro adelante. Pero hay algo en lo que nos parecemos mucho: ambos vivimos de publicar contenidos.

Sin embargo aquí también aparecen diferencias radicales entre la praxis de Zuckerberg y la mía. Mis editores, y yo como director del diario ABC, asumimos la responsabilidad de lo que publicamos. También mantenemos plantillas amplias, especializadas y bien pagadas, con las que aspiramos a buscar, elaborar y ofrecer la mejor información posible.

Mark simplemente se considera el dueño de un soporte. No asume que es uno de los mayores editores del mundo, se desentiende de la calidad, verdad y honorabilidad de lo que publica. Se acaba de ver en un ejemplo extremo y doloroso: hace un par de semanas, Facebook mantuvo colgado en red durante 24 horas el vídeo de un brutal asesinato. Algo así es impensable en la prensa tradicional, que se autorregula con códigos deontológicos internos y además se somete a las leyes contra el libelo, la difamación, la apología del terrorismo o las ofensas a las minorías.

La Comisión de Interior del Parlamento británico acaba de publicar un informe demoledor contra la pasividad de Google, Twitter y Facebook ante los contenidos de odio, violencia, apología del terrorismo y pedofilia que circulan impunemente por sus plataformas. Han hecho poco menos que nada, concluyó una investigación de diputados de todos los partidos, que resalta que incluso cuando se les avisa remolonean a la hora de retirar esos contenidos nocivos (con los que además se lucran, pues van acompañados de publicidad).

Un día en un periódico

Tal vez una de las mejores maneras de defender el valor de los periódicos es explicar sucintamente su día a día. Hoy ABC es un medio de información abierto las 25 horas del día. A primera hora de la mañana, me reúno con el Consejo de Redacción, donde se sientan los jefes de las principales secciones: Política, Internacional, Economía, Cultura, Deportes, Sociedad, Salud y Tecnología Me encantaría que pudiesen asistir a una de esas reuniones, porque son un enorme ejercicio de autoexigencia, donde la propia redacción del diario se convierte en el mayor crítico de su labor, siempre con un único afán: mejorar cada día, ofrecer mejor información, más profunda, precisa y clara. En esa reunión, los jefes explican en qué están trabajando. Y créanme: te congracia con la profesión periodística constatar su profundo nivel de conocimiento de sus materias. ¿Tiene el mismo valor una opinión volandera en Twitter, o los barruntos de un bloguero solitario, que lo que escribe un especialista que lleva años profundizando en lo suyo y además está rodeado de un equipo que lo apoya?

A partir de esa reunión matinal se lanza el periódico, trabajando para la web y el papel simultáneamente. Se llama a las fuentes. Se hace un esfuerzo para obtener datos valiosos y relevantes que gobiernos, empresas y particulares quieren escamotear al público. Se elaboran entrevistas en profundidad. Se fomenta el pensamiento, con tribunas de reflexión y fijando nuestra forma de ver el mundo en nuestros editoriales.

A los dueños de Google y a Zuckerberg no los hostigan gobiernos y poderosos por los contenidos de sus plataformas, pues se declaran ajenos a ellos (ya saben: Solo somos un soporte). Mis periodistas y yo sí soportamos presiones, y a veces de forma muy dura y directa. Pero las resistimos, por tres motivos: el respecto elemental a la verdad, a nuestros lectores y al ideario de nuestra cabecera. En el fondo, un periódico es una idea. Un agregador de contenidos es solo un negocio, falta alma.

Los periódicos somos las únicas organizaciones que tenemos como ocupación exclusiva tratar de ordenar y explicar lo que sucede cada día, intentando además desentrañar verdades importantes que están ocultas. Y muchos de nosotros tenemos mucho éxito haciendo nuestro trabajo. Me honra recordar, por ejemplo, que ABC destapó la exclusiva mundial de que Hugo Chávez padecía un cáncer terminal cuando engañaba a su pueblo impostando buena salud, de ahí nuestro peso en Venezuela. Hemos desentrañado el que ha sido en volumen económico el mayor escándalo de corrupción en España, el llamado caso ERE, en una región del Sur de nuestro país. Hemos desnudado a mafias que utilizaban los tribunales para chantajear a grandes bancos y multinacionales españolas.

Claramente prestamos un servicio a la sociedad y además lo hacemos de frente, con un ideario que presentamos abiertamente, para que se puedan adherir a él los lectores que comparten nuestra forma de ver el mundo. Somos un periódico de centro-derecha; liberal, en el sentido popperiano del término; impregnado por los valores del humanismo cristiano, que respalda las libertades democráticas y defiende de manera activa de los intereses de España.

Los periódicos somos columnas de la democracia. Nuestra debilidad debilitará a las democracias, porque la información que ofrecemos, cada uno desde su legítima ideología, permite a los lectores tomar decisiones electorales bien informadas y no sucumbir al demagogo más efectista del momento.

La crisis de la prensa

No me gusta extenderme en la crisis de la prensa, porque ustedes ya la conocen y porque creo que los periódicos hablamos demasiado mal de nosotros mismos, hasta el punto de que nuestros problemas recuerdan eso que se llama una profecía autoincumplida.

La prensa, a la que ya se dio por muerta con la radio y después con la televisión, sobrevivió a ambas. Creo que lo hará también ante su tercer y más duro envite: internet, que es un aliado y también un problema.

¿Qué podemos hacer para remontar nuestra crisis? Seamos francos, nadie ha encontrado una solución todavía. Jeff Bezos, infalible con Amazon, que lo ha convertido en el rey del comercio electrónico, compró en 2013 The Washington Post, pero al margen de dotarlo de medios para llevar a cabo un excelente periodismo, lo cierto es que no se le ha ocurrido nada nuevo o revolucionario para vadear la marejada de la prensa.

Algunas ideas:

-La calidad es básica. Solo hay un camino, ser los mejores, dice el viejo lema de Nissan. Sirve tambiénpara los periódicos. Aligerar las redacciones, apostar por mano de obra bisoña y de bajos conocimientos, rendirse a las presiones externas para intentar paliar así los problemas económicos todo eso es justo lo contrario de lo que debemos hacer. Cuanto mejores sean nuestros periódicos más futuro tendrán. Ningún restaurante se salvó empeorando su menú.

-Algunos editores han iniciado la batalla judicial contra los abusos de los gigantes informáticos por su apropiación de nuestra información. Google supone la puerta de acceso en el 90% de las entradas a internet. Eso supone un monopolio pocas veces visto, ninguno de los grandes cárteles petroleros gozó de tal dominio en su mercado. Leyes antimopolio y a favor de la competencia pueden ser vitales para el futuro de la prensa, así como un trato fiscal más favorable, que valore su condición de servicio público y empresa cultural.

-No podemos seguir regalando nuestro trabajo, porque eso es dispararnos en el pie, hacernos la competencia a nosotros mismos. ¿Regalan Zara, Uniqlo o HM su ropa en la web? Pues claro que no. ¿Entonces por qué nosotros regalamos nuestras informaciones, que nos cuestan dinero y esfuerzo? Los medios deben ponerse de acuerdo para revertir el error primigenio del todo gratis en internet.

-Casi todo el mundo intenta negocios paralelos. The Sun, con un portal de juego. Portales inmobiliarios en España. Daily Mail con noticias económicas y servicio de eventos. The Guardian intenta crear una plataforma de socios del periódico, que pagan entre 5 y 60 euros al mes por apoyar al papel y pueden acudir a sus actos.

-Los periódicos deben aligerar sus estructuras administrativas, ahorrando costes externalizándolas, y centrarse en su médula: lo crucial es que hay una Redacción que hace un periódico. Todo lo demás es accesorio.

-Otra solución para la prensa puede ser que los periódicos adquieran un carácter filantrópico, sostenidos por fundaciones que garanticen su independencia más allá de los vaivenes económicos. Otra salida, tal vez un poco cínica, sería, simple y llanamente, que los que nos están dejando sin negocio, los gigantes informáticos, se conviertan en editores y publiquen periódicos, que pasen a ser proveedores de sus contenidos y no meros usurpadores.

-Los periódicos debemos dejar de hablar mal de nosotros mismos y empezar a hacerlo en positivo. Google afirma que su misión es organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible y útil. Facebook presenta como su misión dar a la gente el poder de compartir y hacer el mundo abierto y conectado. Venden bellas ideas. En cambio los periódicos, en lugar de proclamar que somos el mejor modo de entender el mundo y el oxígeno de la democracia, nos hemos dedicado a proclamar el apocalipsis sobre nuestro negocio y a hablar mal de nosotros mismos. Y ya saben: Lo malo de la autocrítica es que los demás se la creen.

Estamos en América. Cuando Cristóbal Colón retornó de su primer viaje, el del descubrimiento, fue agasajado por el cardenal Pedro González de Mendoza en una cena con nobles españoles. Cuenta la tradición que uno de los nobles quiso hace de menos a Colón y le dijo que si él no hubiese descubierto el Nuevo Mundo, algún otro buen navegante español lo habría hecho. Colón pidió entonces un huevo y retó a los comensales a mantenerlo de pie sobre la base sin sujetarlo. Nadie supo cómo, hasta que Colón hizo algo muy sencillo, golpeó levemente la base del huevo, achatándola, y entonces se mantuvo en pie sin problemas.

En la historia de la humanidad, una y otra vez, una persona clarividente ha hallado una solución sencilla para un problema que parecía complejo, casi irresoluble. Soy optimista, creo que la prensa está muy cerca de su Huevo de Colón. Mientras tanto, será capaz de capear el temporal hasta que se aborden los necesarios cambios que la devuelvan a una nueva edad de oro: la del prestigio por el trabajo bien hecho.

En un remolino epidérmico de sensaciones hace falta un flotador de cordura, y eso hoy, todavía y por muchos años, se llama La Prensa.»

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