El Entierro que no marca el final
La Real Cofradía de Minerva y Veracruz volvió a triunfar en la procesión que cerró el Viernes Santo
Tras la muerte, aquel cuerpo, fue quitado de la cruz, envuelto en una sábana, y colocado en una tumba. Cercana al lugar. Se hizo para cumplir con la ley y sin apenas preparativos, pero para no dejar el cuerpo colgado en la cruz durante tres días. Y así lo reflejó de manera fiel la procesión del Santo Entierro. Año impar, año de Minerva. Y la Real Cofradía volvió a triunfar en la belleza de la procesión que cerró el Viernes Santo. Percusión y viento para comunicar a León el fin de la pasión encabezaban el cortejo.
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Tras la pandemia, la sacramental de San Martín expuso todo su potencial para llevar a las calles de León la muerte de Cristo. La ronda abría la procesión junto al Lignum Crucis, la custodia que es la titular de la cofradía volvía a lucir como nunca en una noche en la que las lágrimas volvían a los corazones por la pérdida del hijo amado.
La Agrupación Musical del Desenclavo acompañaban la Cruz y daban paso al Santo Cristo de la Agonía que mostraba con sobriedad la expiración de un hombre clavado en la cruz. Una obra del escultor leonés Amado Fernández Puente, que tomó como inspiración el Cristo de los Balderas.
Continuaba la procesión el Santo Cristo del Desenclavo un paso pujado por unos 80 braceros de la Cofradía que también pisó las calles de León en el último entierro organizado por Minerva en 2019. Lo hacía entonces con ilusión y pasión y lo trasladaba de nuevo a los miles de leoneses que a lo largo del recorrido estuvieron disfrutando de la procesión.
Y si algún paso es icono de la imaginaría de esta cofradía este no es otro que el descendimiento, la obra maestra de Víctor de los Ríos. Siete tallas y la cruz se levantan en el trono más imponente de la Semana Santa leonesa y que cuenta con un mayor número de braceros, en una cifra que supera los 110 hombros a pujar. Las estrechas calles del casco histórico aportaban solemnidad y dificultad a los papones de Minerva, que esquivaban las trampas en esquinas y tendido eléctrico con soberbia maestría.
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Un trono imponente acompañado por la Agrupación Musical de las Bienaventuranzas, que acompañó también en su caminar a la Piedad de Salvador Carmona, que reflejaba el dolor de una madre con su hijo fallecido en brazos. Una talla de una belleza impresionante que cautivaba la mirada de los muchos leoneses a pie de calle y en los balcones de los edificios.
Superado el ecuador de la procesión llegaba el turno de la imagen que fuera titular de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de San Martín, con altar y retablo propio. Tras la fusión de esta con la de Minerva y Vera Cruz en 1876, la Virgen de la Amargura pasó a engrosar el patrimonio de esta hermandad. La Virgen trasladaba el sufrimiento de la madre en su rostro sereno. La Agrupación Musical de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad fue la encargada de elevar la solemnidad a máxima ponencia en esta procesión.
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El Santo Sepulcro, obra de Jacinto Higueras, acogía en su interior el cuerpo sin vida de Cristo. La sobriedad de los braceros en la puja contagiaba a las miles de personas que esperaban a ambos lados de las calles de la ciudad.
Continuaba Minerva mostrando el poderío de sus tallas y lo hacía con el paso de San Juan Evangelista que seguía el excelente ritmo de la Agrupación del Santo Sepulcro. Cerraba, como no podía ser de otra manera la Oficial del Santo Entierro la generala, la Virgen de la Soledad. León transformaba con este desfile el jolgorio de estos días en luto tras el entierro. Pero continúa la esperanza en los corazones de quien sabe que la muerte no es el final.
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Procesión del Santo Entierro de León bajo la mirada de CampilloVer 13 fotos
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