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Ilustraciones de uvas de 'The fruit grower's guide', 1891, CC-PD.
Tomamos uvas en Nochevieja al menos desde 1892
Gastrohistorias

Tomamos uvas en Nochevieja al menos desde 1892

La tradición de las doce uvas comenzó entre la burguesía madrileña y rápidamente fue copiada por el pueblo llano

Domingo, 30 de diciembre 2018, 08:19

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Por favor se lo pido, no vuelvan a repetir el camelo de que tomamos doce uvas en Nochevieja a raíz de no sé qué excedente de producción que tal y que cual. Ese mito está tan trasnochado y superado que no debería salir jamás en ninguna conversación, y menos en medios de comunicación informativos. Pero nunca viene mal repetir verdades como puños, y es casi de justicia poética que yo acabe este año que llevo con ustedes tal y como lo empecé, reivindicando la divulgación veraz por encima de las leyendas gastronómicas.

Sabemos que en la Nochevieja de 1892 ya existía en Madrid «la costumbre de comer las uvas a las doce de la noche en punto para preparar la felicidad del año nuevo». Lo mencionó el periódico La Iberia en su edición del 1 de enero de 1893, siendo la referencia más antigua encontrada hasta la fecha de esta curiosa tradición. No debía de ser cosa extendida ni muy conocida, porque en los años siguientes diversas publicaciones se refirieron al tema como una novedad excéntrica, propia de aristócratas y burgueses adinerados; por ejemplo se comieron uvas en varios bailes de la alta sociedad madrileña celebrados el 31 de diciembre de 1893. Pero eran entonces únicamente tres las uvas simbólicas que habían de dar «si Dios quiere, alegría, salud y dinero». Desde mucho antes, eran las uvas uno de los regalos típicos con los que se agasajaba por Navidad a conocidos y familiares. En 1850 se anunciaban en los ultramarinos de la capital delicias festivas como turrones, anguilas de mazapán, pasas de Málaga, mantequillas de Soria y «cajas de uvas frescas de Jijona».

«Las uvas bienhechoras» fue el título de un artículo publicado en diferentes medios de la prensa española en enero de 1894, en el que se explicaba a los lectores el supuesto origen de esta peculiar costumbre: «La costumbre ha sido importada de Francia, pero ha adquirido entre nosotros carta de naturaleza. Hasta hace pocos años eran muy contadas las personas que comían uvas el 31 de diciembre al sonar la primera campanada de las doce de la noche. Hoy se ha generalizado esta práctica salvadora, y en cuanto las manecillas del reloj señalan las doce, comienza el consumo de uvas más o menos lozanas. Es cosa indiscutible, según algunos autores. Las uvas, comidas con fe la última noche del año viejo, proporcionan la felicidad durante el año nuevo. Cómelas la casada para ver si consigue modificar el carácter del esposo irascible; la soltera para inflamar el corazón del galán indiferente y desdeñoso; la viuda para llegar a las segundas nupcias, y la fea, en cualquier estado, para conseguir el mejoramiento de las facciones que le ha legado naturaleza. Hay enfermo que confía más en las uvas que en todos los remedios del mundo».

Aunque para entonces el reloj de la Puerta del Sol ya llevaba instalado casi treinta años, aún no se estilaba tragar las uvas al son de sus campanadas pero sí en el recogimiento del hogar familiar, esperando al primer toque de las doce para zamparlas en familia. Podían ser tres, como hemos dicho, siete, doce, o las que uno buenamente pudiera masticar sin atragantarse. Muchas personas las consideraban una expresión de estúpida superstición, y así nos encontramos por ejemplo que en los primeros días de 1896 la prensa se reía de Cánovas del Castillo y su consejo de ministros por haberse reunido en Nochevieja a «comer uvas y beber champagne, cosas que según los augures prometen felicidad para el año nuevo». El pueblo llano copió de manera irónica esta idea, y gracias al bajo precio de las uvas y a las ganas de jarana se comenzó reunir cierto número de gente en las calles de Madrid para recibir el nuevo año con racimos y alboroto. 1903 fue el primer año en el que se habló de una fiesta popular organizada bajo el reloj de Gobernación de la Puerta del Sol, y pronto la moda de las doce uvas se extendió a toda España, haciéndose tan popular que ahora nos parece que la Nochevieja no es tal si no las tenemos a mano.

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