La escritora, durante una entrevista en su casa de Barcelona en 2011. I. Baucells

Ana María Matute, centenario sin censura

Cuando se cumplen cien años de su nacimiento, se reedita su primer libro de cuentos con material    inédito para nuevos lectores que celebran su estilo y su fantasía infinita

Sábado, 26 de julio 2025, 00:03

Con gran intuición para registrar lo que acontecía en una época de grandes cambios en España, Ana María Matute fue de las primeras autoras que habló de la hipocresía de la solciedad española después de la Guerra Civil y la represión franquista. Así lo hizo, aunque muy sutilmente, de forma indirecta y con un estilo simbólico e introspectivo, en 'Primera memoria', la novela que se alzó con el preciado Premio Nadal de 1959 y que le dio un lugar entre los creadores de la época. Nacida el 26 de julio de 1925, hoy se conmemora su centenario con una obra que sigue viva en librerías y reeditándose continuamente. «Consigue que nos sintamos cercanos a las emociones que definen a sus personajes: ya sean la inocencia, la zozobra, la dicha o la crueldad», afirma Emili Rosales, director editorial de Destino, que publica este mes 'Los niños tontos', una edición de 23 relatos entre los que se incluyen dos inéditos, uno de ellos censurado por la dictadura.

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«La incertidumbre por el paso a la edad adulta o la injusticia de tener que pagar por errores de quienes nos precedieron son asuntos que no caducan cuando han sido tratados por una mano maestra». En éste, que fue su primer libro, los relatos se presentan entretejidos con un hilo conductor, lo que no era usual en la literatura española de mediados del pasado siglo.

Virtuosismo

Envejecen bien sus novelas y cuentos, y se afianza una década después de su muerte como un referente para varias generaciones de autoras. «Lo más relevante de la obra de Matute es su comprensión del relato como un hecho mágico», analiza el escritor y doctor en Literatura Juan Carlos Méndez Guédez.

«Una comunicación que trasciende la cotidiano y que alcanza otros espacios de lo real. Los ojos de sus personajes –prosigue el experto– viven el encantamiento, la perplejidad, el asombro, al punto de que tocan el misterio como si las manos palparan una forma translúcida». Miembro de la Real Academia de la Lengua como    numeraria desde 1996, aunque no tomó posesión de la silla K hasta dos años más tarde, estuvo nominada al Nobel de Literatura en 1976 junto a Vicente Aleixandre, fue ganadora del Premio Planeta en 1954 con 'Pequeño teatro', merecedora del Premio Nacional de Literatura en 1959 con 'Los hijos muertos', y también se hizo con los certámenes Café Gijón y Nadal, ambos durante los años cincuenta. En 2010 recibió el Premio Cervantes. «Como todas las obras de los grandes autores, la de Matute contiene la edificación de un mundo propio», mantiene Méndez Guédez. «En Matute hay el virtuosismo de reinventar el mundo desde los miedos, las ternuras, los puntos oscuros que acompañan a la niñez. Eso hace que su literatura sea particularmente hermosa y dura».

Además, tuvo que luchar por abrirse espacio en un mundo que consideraba que la mayoría de oficios, entre ellos la escritura, era un terreno de hombres. «Vivió una época durísima y su propia biografía es un ejemplo de las injusticias que se cometían contra las mujeres en aquellos años», prosigue Méndez Guédez. «Pero por su talento y su tesón, ella logró sobreponerse a las estrecheces de un canon, que parecía arrinconar a las escritoras en el cultivo de ciertos temas ligados a la infancia y a la intimidad femenina».

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Imaginación

En todo caso, Matute es «una de las grandes voces de la literatura del siglo XX y una mujer avanzada a su tiempo. Logró, contra viento y marea, construir una carrera de escritora en la España de la posguerra, y lo hizo con una voz propia que puede transitar del intimismo a la imaginación, a través de una expresividad austera, capaz de acercarnos al alma de sus personajes», opina el editor Emili Rosales, que elige, como primordiales las obras 'Primera memoria', que «muestra el paso de la infancia a la juventud, con el ruido de fondo de la guerra, y la ambiciosa    'Olvidado Rey Gudú', donde crea un «universo literario pletórico, dominado por la imaginación». En la transformación imaginativa de las historias está la clave de su eternidad. «Cautiva ahora a nuevos lectores, atraídos por esa maldición del príncipe incapaz de amar, las intrigas palaciegas, la magia ancestral, las criaturas fantásticas», explica Rosales.

¿Cuál es el hechizo de la escritora para que se siga leyendo? «En ella se revive el asombro mágico de las historias. Nunca olvido algo que le escuché contar en el año 93 en Mollina. Allí dijo que siendo pequeña rompió un terrón de azúcar y vio surgir un chispazo de luz. Matute con su escritura nos revela que el misterio vive entre nosotros, que cada vez que surge la palabra y el relato, el mundo recomienza», recuerda Méndez Guédez. A cien años de su nacimiento y más de una década de su muerte, los libros de Matute hablan por ella.

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