Santiago Patrón de España e Hispanoamérica
En la región de Picos de Europa, matriz de España, en concreto en Liébana, se producirá el germen de ese gran fenómeno espiritual y cultural: el Camino de Santiago
En la región de Picos de Europa, matriz de España, en concreto en Liébana, se producirá el germen de ese gran fenómeno espiritual y cultural: el Camino de Santiago, prefigurado en el himno «O Dei Verbum»; en las peregrinaciones para venerar el Lignum Crucis; y en la casi segura presencia temporal de otra importante reliquia: el Santo Sudario. Todo ello, convirtió a Liébana, en aquellos remotos tiempos, en un inmenso relicario protegido por los Picos de Europa y los estrechos y difíciles pasos que a ese lugar dirigen.
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Hacia el 785, Beato de Liébana, además de defender la ortodoxia en la controversia adopcionista frente a Toledo, hablará también con claridad del apóstol Santiago el Mayor y los lugares donde predicó en un himno compuesto quizás por él mismo para la dedicación de alguna de las pequeñas iglesias montañesas de los Picos de Europa. El contenido del himno O Dei Verbum, dedicado al rey Mauregato, será afirmado en 825 con el hallazgo de la tumba del apóstol Santiago en Compostela durante el reinado de Alfonso II el Casto (Díaz y Díaz, «Estudios sobre la antigua literatura» 456-487; González Echegaray, «Himno «O Dei Verbum» 543-653).
El hallazgo viene precedido de la leyenda. Tras ser decapitado en Palestina en el año 44 d. C., los discípulos de Santiago, Atanasio y Teodoro, trasladaron el cuerpo hasta la Hispania romana y arribaron al Finisterrae en las costas de Galicia. Depositaron el cuerpo en un mausoleo romano del s. I, dedicado a Atia Modesta, ubicado en la necrópolis romana de Libredón. La tumba de Atia, tenía dos plantas, con entrada por la parte superior. La inferior se dividía en dos estancias. En una de ellas fue enterrado Santiago. Más tarde serían enterrados a un lado y otro, sus dos discípulos: Atanasio y Teodoro. La tumba estaba identificada por una grafía griega: «Atanasios Martir». El recuerdo de la tumba no debió perderse nunca, porque los datos arqueológicos abonan la preexistencia de un culto local que renace en el siglo, IX» (Guerra Campos, Exploraciones arqueológicas, 564).
La secuencia arqueológica desde el siglo, I al XX es constante y sucesiva. Alrededor del edículo sepulcral de Santiago las excavaciones arqueológicas han asegurado la presencia de esa tumba romana, también afirman la presencia de un poblado de importancia en el periodo romano y durante el periodo suevo y visigodo. Interrumpido el poblado durante la invasión musulmana, algunos cultores debieron perseverar en el lugar, hasta que el ermitaño Pelagio de Solovio informa al obispo Teodomiro de unos extraños fenómenos sobre el bosque. Cuando Alfonso II el Casto, conoce la noticia ordena construir una pequeña iglesia que protegerá el mausoleo romano; más tarde Alfonso III, la engrandecerá.Los trabajos arqueológicos del siglo, XIX llevados a cabo por el canónigo López Ferreiro en la capilla mayor y mausoleo romano dieron con las reliquias de Santiago escondidas desde el siglo, XVI por temor a la piratería inglesa. A mediados del siglo, XX las excavaciones en las naves, descubrirán los restos de las primitivas basílicas prerrománicas asturianas, así como la tumba de Teodomiro, obispo de Iría Flavia que comunicó a Alfonso II el hallazgo. En 1988, Millán, filólogo y profesor en la capital gallega, había descubierto ya las palabras «Atanasio» y «mártir». En los albores del tercer milenio, en una sociedad de consumo opuesta a la espiritualidad de aquellos siglos, VIII-X, no dejamos de sentir el desamparo, inseguridad y desolación que sentían los contemporáneos del comienzo del segundo milenio. El mundo moderno, con una oscuridad tejida por las mentiras, está quizás más expuesto y desamparado que el de aquellos antepasados nuestros. Santiago de Galicia, tan querido y unido al devenir histórico de la Cantabria leonesa sigue siendo luz y punto de encuentro espiritual de una Europa que ha dado la espalda a sus raíces cristianas.
Oh Santiago, hermano de Juan, dorado astro, dueño y cabeza refulgente de España y América. Predicador del evangelio en nuestra patria. Castiga la malicia de los siniestros enemigos profanadores de templos y tumbas. Oh digno y santo apóstol, sé nuestro protector y natural patrono, líbranos de la pestilencia, de las bandas de políticos saqueadores. Concede la lluvia a nuestra tierra para que no sequen los prados y las majadas, limpie las calles, corra por las calzadas, se llenen los manantiales de Peñacorada, cesen interdictos y prohibiciones. Sé nuestra salud, aléjanos de la enfermedad, de las heridas y de todo mal. Acompaña favorable a España, para que con tu auxilio o buen pastor sea libre de la división, de las taifas, peste y miseria.
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