El Santo Sepulcro ante la Catedral de León.

Un Entierro sin Amargura

La Oficial Procesión del Santo Entierro anuncia a la ciudad de León la muerte de Cristo y reúne a miles de personas en torno a un cortejo fúnebre que fue incompleto debido a la ausencia de braceros suficientes

rubén fariñas

Sábado, 15 de abril 2017, 21:31

Con la oscuridad de la noche llegó la muerte. La Oficial del Santo Entierro convirtió en marcha fúnebre el ambiente festivo que León había respirado durante los días anteriores.

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La ronda abría una comitiva que no había empezado bien para los hermanos de la Real de Minerva y Vera Cruz. Uno de los pasos tenía que quedarse en la carpa del Grano para decepción de los escasos braceros disponibles.

Pero era año impar, y la penitencial de San Martín ofreció un solemne y ancestral entierro que llenó de silencio las calles de la capital.

La reliquia de la Santa Cruz, con una astilla incrustada en su crisma, era el primero de los ocho pasos que se habían quedado huérfanos de la Amargura. El Lignun Crucis volvía a lucir en todo su esplendor por el viejo Reino. La Real Cofradía del Silencio y Santa Cruz de Oviedo custodiaba la primera talla.

El Santo Cristo de la Agonía, alzado sobre su cruz y con cuatro imponentes velas, llegaba acompañado de la Agrupación Musical de las Bienaventuranzas. El mismo ritmo guiaba al Santo Cristo del Desenclavo, ocupando la cruz y revestido con un sudario que le cubría los brazos.

Uno de los pasos más esperados del Santo Entierro de Minerva era su Descendimiento. La monumental obra de Víctor de los Ríos, con 116 braceros apoyando la imponente imagen sobre sus hombros, llevaba la expectación a las miles de personas que arropaban el cortejo fúnebre. La Agrupación del Nazareno fue la encargada de guiar su camino.

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El dolor de la Piedad de Salvador Carmona volvía a presentarse, por tercera vez, en el empedrado de la capital. De nuevo la desgarradora mirada de una madre con su hijo muerto entre sus brazos salpicaba de tristeza la procesión

El lecho de muerte de Cristo llegaba con el Santo Sepulcro. Un renovado paso de madera con lucernarios en cada esquina portaba el cuerpo sin vida de Jesús. Las marchas fúnebres de la Agrupación Musical de Angustias formaban una comitiva ante la atenta mirada de leoneses y visitantes.

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San Juan Evangelista llegaba con su paño blanco y su lamento pronunciado se presentaba en las calles para admiración de las miles de personas que acudieron a la Oficial del Entierro.

Y, por último, la Banda Municipal acompañaba el dolor de la Soledad. La generala portaba su fajín y su vestido de negro luto. Su desgarrador llanto era el sinónimo de la pérdida de su hijo.

La incidencia no restó poderío al Santo Entierro de Minerva que llevó el desgarrador pasaje hacia la noche oscura de una Pasión leonesa que se acerca a su final.

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