Los trabajadores de Vestas, entre la esperanza por el futuro y la tristeza por un cierre irrevocable
La empresa está llamando a los empleados para concretar su vuelta (o no) a la factoría de Villadangos del Páramo, tras votar sí al acuerdo entre Comité y empresa | El campamento echa el cierre tras más de cien días de huelga
n. barrio
Villadangos del Páramo
Lunes, 8 de octubre 2018
Los ánimos se han calmado, pero las impresiones son diversas. No faltan los corrillos, donde se comentan las llamadas de la empresa. Vestas ha comenzado a contactar con cada uno de los trabajadores para acordar su incorporación (o no) a la factoría tras haber votado sí al acuerdo entre la danesa y el Comité de Empresa.
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Es el día después del fin de la huelga. El campamento de los trabajadores de Vestas llega al mediodía con el olor a la comida que se prepara en una de las carpas. Toca tortilla, patatas con alioli y algún manjar más. Pero las opiniones también campan por allí, se mantienen vivas como las ascuas de las hogueras de anoche.
Sensación de derrota es agridulce
«La sensación es de derrota agridulce, perdimos el puesto de trabajo pero, dadas las circunstancias, sacamos el máximo posible» comenta Ramiro García, electromecánico de Vestas. Uno de los pocos que se animan a hablar este lunes.
Con todo, hay cierto temor al futuro. «A mí la llegada de un inversor me suena a 'fondo buitre', alguien que llega en un momento de comprar barato y vende cuando puede sacar. Parece que hay varias cosas, pero sobre seguro no hay nada», concede Ramiro.
Por allí está Piru, el héroe que llegó en bicicleta hasta la central de Vestas en Dinamarca. Su espíritu positivo tira hacia arriba de las impresiones. Cuando habla con leonoticias, aún no le han llamado.
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Tres meses sin cobrar
«Llevamos tres meses sin cobrar, en la incertidumbre, pero por lo menos ahora nos centramos en volver a la normalidad para volver a la rutina», asegura a cámara.
En Dinamarca, recuerda, «nos dijeron que la vida estaba acabada, pero pusieron énfasis en buscar el inversor. Ojalá entre unos y otros lo encontremos para poder seguir trabajando».
Aún quedan algunos recuerdos de la lucha, aunque el fuego ha ido devorando gran parte. Son las últimas horas de un campamento que preparaba su última (o penúltima) comida.
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