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Genaro González será el último de cinco generaciones al frente de la fábrica familiar. Sandra Santos

Genaro y el ocaso del cuero en León: «Tengo mis límites y la economía no da»

La fábrica de Santa María del Páramo sobrevive con su quinta y última generación de un proceso manual que necesita 45 días desde el desollado al producto final

Lunes, 14 de julio 2025, 08:19

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Froilán González Prieto, en los últimos coletazos del siglo XIX, puso en pie una fábrica en mitad de un coqueto pueblo paramés. La casa familiar sirvió como soporte de los muros de madera y tapial que aún aguantan a las embestidas del paso del tiempo. Sin embargo, la despoblación, los nuevos tiempos y la falta de relevo generacional han puesto fecha de caducidad a la última curtidora de la provincia de León.

En Santa María del Páramo llegó a haber cinco de estas. Hoy solo queda Genaro González Alonso, la quinta y última saga de la fábrica de curtidos Familia González. «Resistimos haciendo algo de material y de cuero. Esto lo inicio mi tatarabuelo y aguantará hasta que me jubile».

A la vereda de un pueblo campesino e industrial, cuando la economía se asentaba en el terreno y se trabajaba a golpe de lomo, la curtición se convirtió en un importante sector para un Páramo Leonés que aún no conocía el pantano de Barrios de Luna. «Llegó el tractor y acabó con el trabajo de los animales. La modernización del campo nos hizo perder trabajo y ahora quedamos para cosas etnográficas. Los cinturones de cuero de los pendones se llevan casi todos de esta fábrica».

A mano, como se hizo casi toda la vida, se siguen sacando cueros especiales para el guarnicionero que ejecuta luego productos de caballería, bueyes y vacuno. Actualmente, solo quedan buenos clientes en el Levante, pero no para trabajar el campo y sí para eventos y adornos.

En Castilla y León solo queda la curtición de Santa María y la de Villarramiel -Palencia-. El objetivo de la leonesa es conservarlo como «algo único que queda en España» y donde se pueda enseñar a las nuevas generaciones lo que fue este oficio. «Queda poca fábrica antigua industrial, yo hago lo que puedo. Pero tengo mis límites y la economía no da para manejar este edificio tan grande».

Imagen principal - Genaro y el ocaso del cuero en León: «Tengo mis límites y la economía no da»
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La familia González ha realizado desde hace más de 125 años todo el proceso. Desde la entrada de la pieza del animal recién desollado hasta que se convierte en cuero. Dependiendo de la época del año, en verano el proceso se acelera más porque seca antes, el proceso tiene una duración media de 45 días. Se empieza en la ribera, se pasa por curtición y se remata en secado y engrasado.

Así es el proceso de la curtición del cuero

Genaro González hace un recorrido por todo el trabajo que se ha venido realizando en la fábrica desde el siglo XIX. Todo empieza con la llegada de las pieles, desde el matadero. Se pasa por el saladero, que aún conserva la marca en el suelo. Allí se amontonaban unos sobre otros hasta que empezaban a curtir las pieles.

Cada partida traía 34 pieles de vacas que se tenían que pasar por las molinetas, conocida como zona de ribera, en el que un pozo con agua y unas palas permitían ablandar, pelar y descarnar para quitar la porquería de la carne que quedaba enganchada. Años atrás se llegó a hacer a mano, sobre caballetes, donde se colocaba una a una la piel de 40 kilos que se raspaba a cuchilla.

En la zona de curtición, un gran bombo de madera de pino sirve como bolsa para meter las 34 pieles de vaca durante 15 días, dependiendo del grosor. Se mezclaba con los taninos, los «polvos mágicos» que transformaban la piel en cuero, y que existen de tres tipos: quebracho, acacia y mimosa. Por cada tonelada de piel, 350 kilos de producto natural que convertían a la piel de orgánica a inorgánica. A los 15 días se lograba y se sacaban las pieles cortándolas por la mitad para poder trabajarlas.

El siguiente proceso era el engrase para que ganaran flexibilidad. Se hacía en un bombo más pequeño, y antes se lavaba y exprimían hasta escurrirlo en la presa. En este proceso es necesario estirarlas bien y rematarlas para que queden listas. Más tarde se tiñen del color que quiera el guarnicionero, aunque en esta fábrica siempre se ha usado el tinte natural negro que hacen en la casa. «Esto es a base de frotar y que penetre el tinte negro. Yo solo lo hago en negro o en color natural».

Aquí trabajó Genaro desde que tiene «uso de razón» y se jubilará en su puesto de trabajo de toda la vida. «Aquí aprendí de mi padre lo que aprendió de su padre», pero él ya no está bien físicamente y el fin de la fábrica Familia González ya vislumbra su ocaso.

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