Puestos a pedir
«Y él ya se ve metro en mano buscando los dos centímetros de separación que le permitan quitársela, porque ya se sabe que a 1,48 el bicho contagia y a 1,51 ya no, que es una tranquilidad para los padres, oigan»
Puesta a pedir, la gente no tiene límites. Y empieza desde la más tierna edad. Mi hijo, por ejemplo, a pocos días de que empiece septiembre quiere saber cómo van a ser sus clases en el colegio. La pobre criatura no sabe lo que es la confianza ilimitada de la ciudadanía española en la Ministra de Educación y, claro, pregunta por preguntar. Porque mira que está todo aclarado y garantizado. El riesgo sólo está en que luego cada Comunidad Autónoma puede en materia de gestión educativa hacer lo que estime conveniente, que para eso el reparto competencial les ampara y algunas son muy suyas. Con lo fácil que sería seguir las directrices del Gobierno, tan previsoras, tan precisas y tan claras.
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Bueno, lo de previsoras tal vez no, porque la ministra comparece en el Congreso para dar su opinión el día 27 de agosto cuando el curso ya se le ha echado encima a todas las familias de los estudiantes españoles y es de suponer que las Comunidades habrán ido haciendo sus planes como hayan podido. Y al genio del Ministro de Universidades, el que en primavera llegó a extender un manto de comprensión sobre los que superaban los exámenes copiando y no esforzándose como todos, ni está ni se le espera. Pues eso, que puesta a pedir, la gente hubiera querido menos vacaciones del Gobierno cuando tantísimos españoles se han quedado no sin vacaciones, sino sin empleo en el que disfrutarlas, y hubiera vuelto para mejor prever el inicio del curso. Vale, previsoras no, pero esas directrices son claras y precisas.
Mi hijo se molesta -la juventud tiene eso, inconformismo y ganas de apretar las clavijas- en ver qué pasa si hay un positivo en las aulas. Y no encuentra nada aclaratorio con membrete oficial. Busca los membretes como un tic heredado de su pasión futbolera: todo por el escudo, que él traslada también a la cosa de la Administración, cuánto candor. Pues con escudo oficial nada, así que me viene con la guía práctica para la vuelta al cole, que nos ha proporcionado Leonoticias en un artículo impagable «Así será la vuelta a clase en León: trece respuestas para demasiadas dudas». Pues mi hijo ya ha añadido varias dudas más. Es lo que tiene conocer la cosa desde dentro y no desde un despacho, que le empiezan a surgir las que los asesores de la ministra ni se plantean. Que ya son ganas de preguntar por el gimnasio, por las clases comunes en el bachillerato, qué pasa si ni de lejos alcanza el aula para la distancia y lo que ya es para nota, quién decide cómo evolucionan las circunstancias sanitarias que pueden llevarlos al online de nuevo y cómo volverían vuelta al aula después. Que no es que cada comunidad sea un mundo, es que cada cole es un mundo. Vale, pues previsoras no y precisas tampoco, pero lo que se haya dicho, al menos es clarito.
Entonces va mi hijo y se empieza a preocupar por lo de si tiene que llevar la mascarilla puesta todo el día, porque entonces está dispuesto a acostumbrarse a escafandra de buzo o casco de astronauta, porque la mascarilla esa que se pega a la boca le entretiene las neuronas más en conseguir respirar que en lo del aprendizaje, que también son ganas. Pues que depende. Y él ya se ve metro en mano buscando los dos centímetros de separación que le permitan quitársela, porque ya se sabe que a 1,48 el bicho contagia y a 1,51 ya no, que es una tranquilidad para los padres, oigan.
Igual lo conocido hasta ahora de las directrices del ministerio ni previsor, ni preciso, ni claro,ni igual para todos. Pero a diferencia de mi hijo, iconoclasta y nihilista como se espera de los dieciséis años, yo tengo plena tranquilidad y confianza ciega en la comparecencia de la ministra, y en que, con el consabido genio español que nos imposibilita como colectividad para seguir muchas normas, pero nos hace particularmente duchos en la improvisación, la vuelta al colegio que en otros países han previsto antes del verano, se puede lograr en un par de semanas aquí. Al fin y al cabo, somos el país en el que un ministro le dijo a un presidente del gobierno que le enseñaba en un par de tardes lo que tuviese que saber de economía y esto no puede ser más difícil.
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Eso sí, convendría adelantar en lo posible, porque puesto a pedir, quisiera saber también si los sindicatos van a plantear a las Comunidades gobernadas por la derechona que se come a bocados la educación pública reivindicaciones que no hagan ni en otras comunidades ni al propio Ministerio. Por tener el dibujo completo de lo que espera a estudiantes y familias, a ver si los sindicatos, por la cosa de la fraternidad, le piden al Gobierno que además de predicar a las Comunidades, les dé trigo presupuestario con el que afrontar las exigencias de gasto de la nueva normalidad educativa.
En León el esfuerzo educativo es muy notable, de docentes, de estudiantes y de familias. Esa sincronía es lo que explica los buenos resultados, muy por encima de la media nacional. Y la administración educativa ha hecho muy bien en fomentar. Este es un tesoro que no debería ponerse en riesgo, porque es simple y llanamente, el futuro de nuestra tierra. Ni siquiera en caso de pandemia desatada. Que no lo arruine la improvisación con la que se está haciendo frente a muchos aspectos prácticos de la evolución de los contagios de este fin de verano, puestos a pedir.
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