Amime Maslouh no ha podio pegar ojo desde que a última hora de este viernes, 8 de septiembre, se enterara de que un terremoto de magnitud 6,8 había sacudido el sureste de Marruecos. Este joven marroquí que reside en León tiene uno de sus tíos en Agadir, uno de los epicentros del seísmo. «Afortunadamente no ha sufrido ninguna lesión porque le pilló fuera pero tuvo que dormir en el coche», comenta a leonoticias este joven.
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Maslouh vive estás horas de incertidumbre pegado al teléfono. «El problema del terremoto es que no se sabe si va volver, y se se produce otro seísmo normalmente es de más intensidad que el primero».
A primera hora de la mañana de este sábado ya pudo hablar con él. «Me tranquilizó saber que esta bien, pero ahora mismo no sabe donde va a pasar la noche».
Las consecuencias de la sacudida son notables y nadie se atreve a adentrarse en las casas dañadas. «No sé si el Gobierno ha tomado alguna medida para resolver esta situación», explica Amime Maslouh.
Pero no es su único familiar que se ha visto afectado por un terremoto que «se ha sentido en todo Marruecos». Con otros familiares que viven en Marrakech, otro de los epicentros del seísmo, «todavía no he podido contactar», apunta.
Más de 23.000 marroquíes en León
Este joven es uno de los más de 23.000 marroquíes que viven en la provincia leonesa. Las conversaciones sobre este trágico suceso son contantes. En la carnicería que Amjid Shah tiene en el Crucero ha sido el tema del día. «No se habla de otra cosa, pero afortunadamente con los que hablado no han perdido a ningún familiar. Pero los destrozos son enormes», comenta.
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En el Istambul Kebab situado cerca de las plaza de la Cortes, un grupo de jóvenes marroquíes en la espera de turno comentan el incidente. «Gracias a dios, nuestros familiares no se han visto afectados», detalla uno de ellos. Otro agradece la muestras de solidaridad y apoyo. «Cuando pasan estás cosas desparecen las nacionalidades, aquí todos somos iguales», expresa.
Con expectación y temor, la comunidad marroquí afincada en León afronta la segunda noche tras el terremoto con el deseo de que «esta tragedia no se vuelva a repetir».
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