No hay San Pedro sin sopas de ajo

No tiene mucho secreto, pero sí mucha miga. De forma literal y figurada. Dentro de las decenas de recetas que pueden representar a la cocina leonesa, una de las que no puede faltar es la de las sopas de ajo.

Es un plato humilde, típico de cientos de hogares, que calmaban el hambre y la gula con un poco de ajo, pan de hogaza, agua y pimentón dulce. Nada del otro mundo, a simple vista, hasta que se fusionan en una amalgama de sabores y aromas que representan a León.

Y la tradición de este plato se transforma en la tradición de su degustación para despedir las fiestas de San Juan y San Pedro y dar la bienvenida al verano. Como cada noche de San Pedro, León ha probado sus famosas sopas de ajo.

Son un plato típico para hacer frente al frío, que asienta como pocas cosas en el estómago. Pero este sábado ha servido para amortiguar el calor o, más bien, para adaptarse a él, ya que en mitad de una noche tropical, no parece ser el mejor remedio para refrescar el cuerpo. Pero sí para darse un capricho culinario.

La Federación de Peñas ha repartido en la plaza de San Marcelo en torno a medio millar de raciones en torno a la media noche de un alimento que fue la base alimenticia de los leoneses durante décadas, pero que hoy es sinónimo de fiesta en los albores del verano.

La cuchara de madera y el cuenco de barro son imprescindibles en esta cita que ha desafiado al calor que asola toda la provincia para disfrutar de una vianda tan antigua como sabrosa.

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