Fe y justicia en Estados Unidos
Pérdida de derechos. Durante décadas los grupos evangélicos americanos han educado a una generación de juristas para infiltrar los tribunales y lograr sentencias como la próxima del Supremo, que aboga por anular el aborto
MERCEDES GALLEGO
Domingo, 8 de mayo 2022, 00:22
La fe es una fuerza poderosa que mueve montañas. Para Martin Luther King consistía en «dar el primer paso sin ver la escalera completa». Solo que a veces incluso Dios necesita que le pongan una pasarela.
Publicidad
Por ella descendió Donald Trump en junio de 2015 del brazo de su esposa, una modelo con cara de ángel que vestía de blanco. Los fundamentalistas cristianos son raudos en identificar símbolos y ver señales de Dios en la tierra, pero al principio les costó ver al mesías en ese magnate adúltero de reality show que aparecía en los tabloides con conejitas de Playboy. Hasta el año 2000 defendía el derecho al aborto como «una decisión personal que debería dejarse a las mujeres y sus médicos», pero ya en su libro 'La América Que Nos Merecemos' explicó que, aunque siguiera defendiendo «el derecho de la mujer a elegir», le incomodaba el procedimiento médico.
Flirteaba por segunda vez con la carrera presidencial y aún no sabía por dónde soplaban los vientos. George W. Bush acabó ganando las elecciones dos veces, por gracia del Tribunal Supremo y el 78% de evangélicos blancos que movilizó su arquitecto electoral, Karl Rove. Para el 2011 Trump había aprendido la lección. En entrevista con David Brody, de CBN, dijo haber reconsiderado su posición tras conocer la experiencia de un amigo cuya mujer no quería tener otro bebé pero acabó teniéndolo. «Y ahora es la luz de sus ojos», contó. «Así que ahora soy pro-vida».
No era exactamente la historia que más hubiera conmovido a la derecha cristiana, pero cuando llegaron las primarias republicanas, el autor de 'El Arte del Trato' había aprendido las palabras mágicas. «¿Quiere anular la sentencia de Roe contra Wade (que legalizó el aborto a nivel federal en 1973)?», le preguntó en un debate el moderador Chris Wallace. «Bueno, si ponemos dos o tres jueces en el Tribunal Supremo, eso es lo que pasará automáticamente», vaticinó, «porque yo voy a poner jueces pro-vida. Te puedo adelantar que el tema volverá a los estados y serán estos los que tomen la determinación».
Empezaba a leer del manual de la Federalist Society, un poderoso grupo conservador y libertario que comenzó en 1982 como un foro de discusiones jurídicas para plantar en las universidades de Derecho los valores conservadores, y acabó siendo el grupo más influyente de Washington. Tras decidir que la Revolución Reagan no había dado los frutos que buscaban, sus líderes concluyeron que no había suficientes candidatos educados jurídicamente en los valores más radicales que defienden como para servir de cantera. El objetivo era transformar el país desde los tribunales. Hoy sus más de 40.000 miembros «son los que realmente deciden la política de este país», dice Amanda Hollis-Brusky, presidenta del Departamento de Política de la Universidad de Pomona, y autora de dos libros sobre 'La Sociedad Federalista y la Contrarrevolución Conservadora' y 'La Lucha Radical de la Derecha Cristiana para Transformar la Ley y el Legado Cultural' .
Publicidad
Los 9 jueces del Supremo de Estados Unidos
-
1- Brett Kavanaugh (conservador, 56 años) Designado por Trump. Uno de los cinco jueces del tribunal más conservadores en su ideología
-
2-Elena Kagan (progresista, 62 años) En el tribunal desde 2010, se mantiene como uno de los baluartes progresistas
-
3-Neil Gorsuch (conservador, 54 años) Nombrado a instancias de Trump. Inspirador del giro derechista que ha dado el Supremo
-
4-Amy Coney Barrett (conservador, 50 años) El tercero de los jueces designados por Trump. De ideología ultracatólica
-
5-Samuel Alito (conservador, 72 años) Redactor del borrador de la sentencia que abolirá el derecho al aborto. En el puesto desde 2006
-
6-Clarence Thomas (conservador, 73 años). Segundo afroamericano en la Corte. Polémico. Su mujer estuvo implicada en el asalto al Capitolio.
-
7-John Roberts (conservador, 67 años) El menos radical de los conservadores. Es miembro del tribunal desde 2005.
-
8-Stephen Breyer (progresista, 83 años) Designado por Clinton en el año 1994. A favor del aborto y el matrimonio homosexual.
-
9-Sonia Sotomayor (progresista, 67 años). Desde 2009 trabajando en el tribunal. Elegida a instancias de Obama en 2009.
En un matrimonio de conveniencias, «la derecha cristiana ha infiltrado y cambiado la cara del Partido Republicano, que durante muchos años era más empresarial y antirregulación, para enfocarse desde mitad de los años 90 en las guerras culturales», explica la experta. «Newt Gingrich (el ex portavoz del Congreso que presidió durante el impeachment de Bill Clinton por su affair con la becaria Monica Lewinsky) introdujo la estrategia de movilizarse más en torno a la indignación y en contra del gobierno». El aborto, los matrimonios homosexuales, la inmigración… Los temas más divisivos y capaces de agitar los ánimos son también los más rentables políticamente.
Entre los miembros de la élite jurídica conservadora educada bajo el ala de la Sociedad Federalista para transformar al país a imagen y semejanza de las enseñanzas cristianas se encuentran los jueces John Roberts, Samuel Alito, Clarence Thomas y, por supuesto, los tres de la nueva generación con los que Trump ha completado la supermayoría conservadora iniciada por Bush para hacer realidad su profecía del aborto: Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett. Seis de nueve.
Publicidad
Para el ala evangélica pentecostés que Trump elevó a los puestos más altos de la escalera del poder, la legalización del aborto en 1973 fue una forma de asesinar a los niños destinados a establecer el reino de los cielos en la tierra. Como la Matanza de los Inocentes con la que el Rey Herodes intentó abortar la llegada del mesías anunciada por los sabios.
Tres jueces decisivos
Con la llegada de estos tres últimos jueces al Supremo, la suerte de Roe vs Wade estaba echada. «La única manera de evitarlo hubiera sido derrotar a Trump en 2016 o destituirlo con el primer impeachment, como debería haber ocurrido», se lamenta Larry Tribe, uno de los abogados constitucionalistas más destacados de EEUU, profesor emérito de Harvard y cofundador de la American Constitution Society. «El proyecto de la administración Trump fue nominar y confirmar a jueces que hicieran exactamente esto: devolver al poder político el control sobre la privacidad, la autonomía, la dignidad y la integridad del cuerpo de todos los seres humanos, particularmente de las mujeres».
Publicidad
Más allá de validar la ley de Mississippi que propició la ocasión de anular la sentencia que protegía el aborto en todo el país, la opinión jurídica que ha escrito el juez Samuel Alito en nombre de la mayoría del tribunal, tal como se ha filtrado abre la puerta a anular otras conquistas sociales de cuño reciente que, como el aborto, no están específicamente amparadas por la Constitución de 1789 ni arraigadas en la tradición del país. «Ciertamente veo venir ataques (judiciales) a los transexuales, los matrimonios gays, los anticonceptivos, la píldora del día después… Hasta hay políticos en algunos estados argumentando que podrían ilegalizar los matrimonios interraciales», advierte Tribe.
Puestos a vaticinar, Hollis Brusky apuesta a que si se confirma la caída de Roe vs Wade «veremos a los estados aprobar vetos a los matrimonios homosexuales solo para poner a prueba los límites de Obergefell vs Hodges», la sentencia que en 2015 legalizó los matrimonios homosexuales a nivel federal.
Publicidad
Para quienes vean desde la distancia el desmoronamiento de las libertades individuales individuales en EEUU como otra excentricidad americana, la abogada y profesora Mary Ziegler, experta en derecho constitucionalista y conservadurismo americano, advierte que su país es «el canario en la mina» que debe servir de alerta para todos. «Es fácil decir en Europa: guau, ¿qué pasa con esa gente? Eso nunca podría pasar aquí. ¿Y sabes qué? Los estadounidenses tampoco pensaban que pudiera pasar aquí. Pero yo tampoco pensaba que el Brexit podía ocurrir, o que Marine Le Pen pudiera tener tanto apoyo. Si vives en Europa despierta y date cuenta de que tienes que hacer algo, que no te puedes dormir y dar por hecho lo que tienes».
Amy Coney Barrett, la heroína de los evangélicos
Más que fe, hace medio siglo, cuando se inició el movimiento antiabortista, hubiera hecho falta mucho optimismo para creer que la caída de una sentencia tan capital como Roe vs Wade sería posible. Sin embargo, a quienes confían en la fe no les asusta mover montañas. Algunos incluso saben interpretar los renglones escritos por Dios. Según Lou Engle, líder de la Carismática Cristiandad de América, una organización de pentecostés que enfatiza los milagros y la intercesión del Espíritu Santo, la lista de Trump para el Supremo tenía 25 candidatos, «pero la de Dios solo una: Amy Coney Barrett».
Desde sus días en la Universidad de Notre Dame, primero como estudiante de Derecho y luego como profesora, la última juez nombrada por Trump para el Supremo había captado la atención de los autodenominados «profetas» de la Teología del Dominio, un término acuñado para describir la filosofía de cristianos conservadores políticamente activos que intentan infiltrar el gobierno civil para establecer una nación gobernada por cristianos de acuerdos a las enseñanzas de la Biblia.
Para semejante tarea hacía falta unir a todos los cristianos del mundo, no solo a los evangélicos. Amy Coney Barrett creció en una comunidad de católicos «de intensa fe» llamada People of Praise, que luego se extendería a nivel nacional. En ella se consultaba a los líderes sobre cualquier cosa, desde el matrimonio hasta el presupuesto del hogar, y sus hijos solo tenían relaciones con otros cristianos «que fueran serios en la fe». Barrett fue la primera de su clase, graduada cum laude y poseedora de una energía sobrenatural que le ha permitido compatibilizar su trabajo con la crianza de siete hijos -y mostrarse como ejemplo de que ningún embarazo trunca una carrera-, dos de ellos adoptados y uno propio con síndrome de Down.
El propio juez Anthony Scalía la entrenó antes de fallecer en las artes del Supremo, al contratarla como su asistente jurídico. Sirviendo de vehículo a los dominionistas de la Sociedad Federalista que la promocionaron, Trump la nominó primero para jueza federal en 2017 y dos años después, cuando tenía solo 48 años, la convirtió en el sexto voto conservador del Supremo apenas una semana antes de que Joe Biden ganara las elecciones, lo que dio a los dominionistas una supermayoría capaz de resistir cualquier flaqueza en el tribunal.
«El juez jefe John Roberts, que hasta ahora evitaba con su voto que las sentencias fueran demasiado extremistas, ha perdido el control», opina Amanda Hollis-Brusky, experta jurídica en las políticas del Supremo.
Con la muerte de la mítica jueza Ruth Bader Ginsburg, adalid de las mujeres, tanto en la vida real como en el cine, llegó la oportunidad de Coney Barnett. Tras su candidatura para ser la jueza más joven del Supremo, el estado de Mississippi se atrevió a pedir la anulación de Roe contra Wade. Pero Roe vs Wade no era el objetivo, es solo el principio.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión