Bill y Lula, un lugar para crecer sin prisas

Bill y Lula pasaron la mayor parte de su vida siendo ninfas, creciendo a fuego lento desde su interior, hasta que un día salieron del agua y subieron a una ramita para desplegar sus alas y volar. Se les encomendó la misión de cruzar el puente de Hierro y buscar los 3 globos amarillos para crear un lugar en el que no existiese la prisa y llenarlo sólo de las cosas importantes, porque saben que las alas solo pueden desplegarse cuando están listas de verdad y que las larvas solo despegarán si han tenido tiempo suficiente para explorar, experimentar y descubrir el mundo.

Inspirados en la leyenda de estas dos libélulas, Sandra y Pablo buscaron crear el sitio perfecto para el desarrollo de su hijo, basado en los valores representados en la fábula. Por ello pusieron en marcha Bill y Lula, un espacio donde su hijo, así como otros niños, pudieran crecer sin las presiones a las se les intenta someter en el mundo actual.

Una infancia sin prisas. Ese es el objetivo definitivo de Bill y Lula, que desarrollan su filosofía en base al Slow Parenting. Y es que, para que los más pequeños se desarrollen de forma plena, en Bill y Lula están convencidos que debe primar la calidad sobre la velocidad, es decir, se debe respetar los tiempos naturales de cada niño sin esperar que absorban conocimientos a toda velocidad, pues «más rápido no siempre es mejor».

Al igual que las libélulas perseguían tres globos amarillos, Bill y Lula busca trabajar un área por cada uno de ellos: Las familias, los niños y los padres. A las primeras, les ofrece una herramienta de conciliación, que se divide en dos momentos del curso:

«Tenemos los Slow Camps, que son actividades que realizamos cuando ellos no tienen clases, ya sea el verano, Navidad o cualquier festivo», explica Sandra. «La idea es que cada niño se sienta como en casa, que pueda ir al parque, jugar, leer o divertirse mientras es supervisado por un educador, que le apoya, pero no le dirige».

Así mismo, durante el curso escolar, las actividades cambian, aunque la filosofía es la misma. «Es un servicio integral para las tardes, con Slow Homework, para ayudar a los niños a hacer sus deberes con ayuda de educadores, para que puedan irse de aquí con la idea de que se ha acabado su trabajo y para que sus padres puedan disfrutar del día con sus hijos», asegura Sandra, que sabe de los conflictos que surgen en las familias debido a las tareas. «Todo ello se complementa con una ludoteca, donde hacemos talleres con esta filosofía y donde los niños puedan recargar su energía».

«Son el centro y el motor de nuestro proyecto. Vivimos en una sociedad hiperexigente en donde la infancia parece una carrera contrarreloj», explica Sandra, docente de profesión. «Nosotros creemos precisamente lo contrario, queremos ofrecer un lugar donde desarrollarse en calma, y creemos que la única forma de desarrollar su potencialidad es dejarles explorar el mundo según su curiosidad y su propia iniciativa».

El último globito amarillo representa a los padres, que desde que conocen la noticia son bombardeados con información que, muchas veces, más que solucionar dudas, las crea. «Los padres y madres sentimos que nos faltan herramientas para superar los retos que nos presenta la crianza. Por eso, hemos creado una escuela de padres de calidad, con una filosofía de crianza consciente y positiva, donde podemos ofrecer las herramientas que nos hacen falta a partir de los cinco años hasta la adolescencia», señala Sandra. «Los Slow Parenting Workshops nos ayuda a ofrecer ayuda en esos desafíos que presenta tener un hijo».

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