Un Encuentro como siempre

León dio la razón a los partidarios de devolver la esencia del Encuentro a la mañana de Viernes Santo. Lo hizo la ciudad, pero también lo hicieron los braceros, que en una inmensa mayoría mantuvieron orden y capillo junto al paso.

La Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno salió triunfante de su paso atrás. De hecho pareció hacerlo para coger impulso, ya que acabó dando dos hacia adelante mejorando aún más si cabe la imagen de los 13 pasos en la Plaza Mayor.

El Encuentro volvió a ser lo que era. León recuperó la imagen icónica de su Semana Santa en una mañana fría pero que entre el sol y el redoble de tambor se encargaron de calentar.

La cruz de guía arribaba a la Mayor con pocos minutos superados de las ocho de la mañana. Una hora más temprana de lo común. Junto a la Banda de Jesús Divino Obrero alcanzó su posición en la empedrada la Oración en el Huerto. Sin embargo, a diferencia del año pasado, esta vez no necesitó el paso seguir rumbo por Mariano Domínguez Berrueta. Tras ella lo hizo el Prendimiento, con la marcha a la que da nombre que se encargó de entonar la Agrupación del Gran Poder.

Luego lo hicieron Flagelación, Coronación y Ecce Homo, ambas con la Banda de las Siete Palabras. Y la pausa se hizo eterna en la espera para que Nuestro Padre Jesús Nazareno llegara a la porticada. Se había quedado algo cortado, pero llegó a su cita central. Toque de oración y Reo de Muerte para situarse en el corazón de la Plaza Mayor, algo lejos de la escena principal de la que le separaban unas cuantas filas de sillas.

El resto de tallas -Verónica, Expolio, Exaltación- se fueron colocando a sus espaldas, en la frontal Este de la plaza, mirando de cara a la Casa Consistorial, en otra de las modificaciones escenográficas. Y lo hicieron con la Agrupación del Dulce Nombre, que recibió a varios de los pasos, algunos de ellos con mucha distancia entre sí.

Crucifixión y Santísimo Cristo de la Agonía los cogieron los de Angustias, que fueron el quinto combinado musical que participó de forma activa en el Encuentro.

La alocución quiso destensar la emoción del momento. El orador exaltó este paseo de Jesús hacia el Gólgota que trae consigo «oración, súplica, lágrima callada o recuerdos» hasta que se unen en la plaza «el amor al señor y el amor al hijo».

Y ese culmen de la Semana Santa llegaría minutos antes de las diez de la mañana. Mientras el estandarte, los faroles y la cruz de guía encaraban Mariano Domínguez Berrueta, San Juan aparecía por Plegaria y Madre Dolorosa por Santa Cruz. Ambos tenían el mismo destino. A las 9:57, los seises de cada paso mandaron llamar y todos los pasos se pusieron a hombros de sus braceros. Sonaron los acordes de la Dolorosa y el resto hizo soñar a León, un sueño muy real de volver a tener un Encuentro como siempre.

Los braceros de San Juan genuflexionaron como siempre. Fue un instante,unos segundos, un momento que paralizó el corazón de León para la eternidad. La ciudad se reivindicó en ese suspiro que acabó con un aplauso multitudinario que rompió el embrujo y puso a 'bailar' a los 13 pasos de Jesús.

Cuando Orando al Cielo cedió protagonismo a la madre y el discípulo, el resto de pasos se reorganizaron para continuar la procesión con el reto de que la hora nona toque en Santa Nonia y con la satisfacción de haber devuelto a la ciudad la imagen estelar de su pasión.

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