«Mi hijo me dijo que se le acabó la vida a los 18 años» después de un ictus isquémico agudo que le paralizó la parte izquierda del cuerpo
La vida de Édgar Miguel Freire cambió el pasado 1 de febrero cuando el joven leonés tuvo un ictus isquémico agudo que le provocó graves lesiones | Tras días en la UCI y semanas en el Hospital de León el joven se fue a casa sin una solución, ahora sus padres afrontan un tratamiento de 36.500 euros en una clínica de Madrid gracias a la colaboración altruista de un centenar de personas
Édgar ya lleva tres semanas de tratamiento y el objetivo de volver a caminar ha puesto de nuevo una sonrisa en su rostro. El joven leonés de 18 años sufrió un ictus isquémico agudo, «en la peor parte del cerebro, nos dijeron», el 1 de febrero. Tras una complicada operación porque no respondía a los tratamientos, llegó una lenta recuperación en la UCI en la que durante 10 días «no nos decían ni siquiera si saldría de allí», recuerda con tristeza Marta Freire, su madre.
El joven sufre una lesión cerebral que le produjo una hemiplejia izquierda, fruto de ello tiene una parálisis en el brazo y la pierna y también ha perdido la audición del oído izquierdo.
Al otro lado del teléfono suena cansada, pero también se notan sus ganas de seguir luchando. Édgar ha comenzado un tratamiento en una clínica de Aravaca, en Madrid, y el objetivo es salir de allí andando por sí mismo.
El tratamiento tiene una duración de tres meses, se inició el 28 de septiembre, y un coste de 36.500 euros. Un dinero que la familia no tiene. Pero ahí no podía quedar Marta. «Nos hablaron de este sitio y pensamos que teníamos que hacer lo que fuera», asegura la madre coraje.
Marta recuerda las palabras de su hijo: «cuando después de meses no se recuperaba me dijo: 'se me acabó la vida'», ella enmudece. «Imagínate, tiene 18 años, se cuidaba mucho porque era culturista, no fumaba, no bebía… no entendemos por qué le pasó a él». La incredulidad, la impotencia y la desesperación han estado en el seno de esta familia desde el pasado 1 de febrero, una fecha que quedará grabada a fuego.
Mucha ayuda
«La única medicina que necesito es que mi hijo esté bien», le dice Marta Freire a los psicólogos que hablan con ella, pero reconoce que a veces tiene momentos «en los que ya no puedo más». Pero como cualquier madre, coge aire y de nuevo adelante «porque mientras haya una esperanza de que vuelva a poder andar vamos a hacer todo lo que se pueda».
En el Centro Europeo de Neurociencias también han conocido otros casos de situaciones peores que la de Édgar y han visto mejoras. Los compañeros del centro y los propios profesionales son también un apoyo para el joven, que ha visto en estas semanas que hay opciones para que pueda volver a caminar.
Un tratamiento en el que combinan la estimulación transcraneal con el ejercicio y la rehabilitación mediante varias técnicas. «Es una terapia dura y en su caso es intensiva y son seis horas diarias», relata Marta añadiendo que «todos me dicen que Édgar es muy fuerte, que trabaja muy bien y que nunca se queja… él sólo quiere volver a caminar».
El tratamiento tiene un coste de 36.500 euros. Un gasto al que la familia debe sumar su estancia en Madrid. Un reto casi imposible sin ayuda y es que Marta ha tenido la colaboración de dos centenares de leoneses a través de GoFundMe. En la plataforma online colaboran amigos y desconocidos, con nombre y sin dejar sus datos, con 500 euros o con 5 euros.
Cada uno en su medida han ido apoyando a esta familia que ya ha recaudado 12.000 euros, lo suficiente para poder empezar el tratamiento, pero muy poco en relación al coste total del mismo. «La desesperación nos ha llevado a esto», relata Marta. Una madre que asegura que nunca se imaginó «pidiendo nada», pero la situación de Édgar ahora es diferente y «si esta es la solución para que pueda caminar tengo que hacer todo lo posible».
«Por mala suerte»
Un estudio genético e infinidad de pruebas de todo tipo. El neurólogo de Édgar Miguel Freire les aseguró que «como buena noticia nos podía decir que había sido por 'mala suerte' ya que en el caso de ser una lesión en el corazón se podría repetir el ictus».
Pero esa explicación no le sirve a un joven de 18 años, con ganas de estudiar, aprender, trabajar y sobre todo vivir. Marta Freire recuerda cómo su hijo «siempre se ha cuidado» y ahora a veces se enfada «dice que para qué tanto».
Édgar estaba estudiando electromecánica en el Bosco, porque su pasión son los coches. Ahora tendrá que seguir luchando para poder caminar sin ayuda, algo en lo que está centrando todas sus fuerzas.
El tratamiento ha devuelto la sonrisa y la ilusión a su rostro. «Por lo menos está más animado, él tiene ganas y trabaja muchísimo» asegura su madre. Ahora tiene tres meses por delante para poder volver a caminar, aunque «lo del brazo será más complicado» y en el caso de la audición «ya nos han dicho que es irrecuperable».