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Muchos de ustedes habrán visto alguna vez la imagen de algún santo. Sobre todo en esta nuestra ciudad, donde la tradición religiosa está tan arraigada. No les voy a engañar, no soy muy devoto, y no practico ningún tipo de religión. Como criticaría un buen amigo mío, soy de esos que dicen: no creo en Dios, pero algo habrá…
Yo también, como ustedes, he sido testigo de las procesiones, y de la alta estima que la ciudad de León les tiene, pues la misma Catedral, edificio emblemático por antonomasia es testigo del tierno encuentro que se produce todos los domingos, al término de la Semana Santa.
Con respeto, observo cómo esta cesura de la rutina cotidiana, acude a nuestras vidas, siempre a mediados de marzo o principios de abril. Y aprovechando la puntualidad de la tradición, veo necesario rescatar uno de los pasos más famosos de nuestra ciudad. Dispensen muchos mi elección, pues pagana donde las haya, nada tiene que ver esta con la Semana Santa, y, al mismo tiempo, bebe mucho de ella.
Antes de proseguir contando la historia de Genarín, es necesario citar un par de libros, que todo lector debe tener a bien conocer para acercarse definitivamente a este personaje histórico como lo fue Genaro Blanco Blanco. El primero de ellos, por orden cronológico, es el del conocido escritor Julio Llamazares, El entierro de Genarín rodeado de no poca polémica, que por supuesto no desgranaremos en este artículo.
El segundo, más actual, De Genaro Blanco a «Bendito Canalla» de Julián Robles y Javier Fernández-Llamazares. Otros han ayudado a este Odonista a recabar información sobre Genarín, como Maxi Barthe, Abad de la Cofradía, y Juan Antonio Cuenca. Ellos nos desvelarán los secretos de un hombre que dio su vida por la picaresca y que Paco Pérez Herrero, convirtió en un santo.
Veamos, a lo largo de este breve artículo, cómo la muerte de Genarín, un acontecimiento que aun siendo bastante resonado en toda España, gracias a ciertas averiguaciones de los investigadores durante el nonagésimo aniversario de su muerte, podría haber pasado bastante desapercibido en el noticiario leonés, acabó por convertirse en la romería de los románticos y de los melancólicos del orujo.
Como ya recordarán, primer camión de la basura, o según muchos otros, de la limpieza, atropelló a Genaro Blanco la madrugada del 28 de marzo al 29 de marzo durante la noche de jueves santo. Este hecho llevó a cuatro compañeros de andanzas de Genarín, que vieron cómo la estela del héroe pícaro se perdía con su bolso lleno de pellejos y de trabajos infructuosos, a conmemorar, al año siguiente, la muerte de un santo.
Los poemas que datan de aquella fecha, de los años treinta, son humildes misivas que ensalzan la figura de Genaro Blanco, y que muchas de las esposas de aquellos hombres veían con malos ojos, pues… ¿qué dirían las malas lenguas si se enterasen?
–Somos solo unos amigos recitando poemas, nada más—decía uno de los integrantes.
Pero, tras la ventana del Mansilla, se había corrido la voz, y el servicial mesonero avisaba:
—Oye; que hay alguien ahí fuera. Que quieren entrar a rendir homenaje a Genarín.
Y, desde ese momento, no hubo marcha atrás.
Cientos de fieles seguían a los evangelistas, que recitaban los poemas, mientras recorrían las calles de León, rindiendo homenaje a ese perdido amigo. Julio Llamazares recogía, en su libro un bello poema que a la perfección presenta a los sabios, obra de Paco Pérez Herrero.
De los cuatro evangelistas
Que tuvo este pellejero
Es preciso dar sus nombres
En esta noche crucial
De amargura y duelos.
Uno de ellos fue Luis Rico:
Prodigado de dinero,
Murió el pobre para ir
Como Genarín al Cielo.
Otro Nicolás llamado,
de sobrenombre Porreto, árbitro de fútbol
Por lo que quedó maltrecho
Por un golpe que le dieron
En un partido funesto.
El tercero era llamado
Eulogio el Gafas, coplero
Igual que coplero fue
Francisco Pérez Herrero.
Este cuarto evangelista
Aun vive con su humor tétrico
En esta charca de ranas.
Los demás ya viven muertos
Juando al mus y al julepe
Con Genarín en el cielo».
Como ven, cada uno tenía un carisma especial, que los llevó a ser venerados por el grueso social. Incluso se dice que el propio Eulogio, de profesión taxista, y seguro que impulsado por esa picardía de Francisco Pérez Herrero, metió un novillo en el asiento trasero y lo llevó desde Salamanca hasta León. No supimos, ni sabremos, si el novillo pagó la carrera, o Eulogio se la hizo pagar. Pero era Francisco Pérez Herrero, el más longevo, el que luchó por aquel pícaro y por los derechos de su expresión poética.
De Paco se decía que era uno de los mejores poetas de León. Mala es la coordinación cultural de nuestra ciudad, pues como nos reconoce Maxi Barthe, poco reconocimiento se le ha dado a figuras de suma importancia en nuestro bestiario literario, como lo son Victoriano Crémer, o el propio Paco, que, aun siendo poetas de primera división, han ido cayendo irremediablemente en el olvido, siendo tan solo protagonistas de brevísimos comentarios en los libros de texto, tendiendo a desaparecer cuando la memoria de los más mayores se desvirtúe y deje de darles, continuamente, el reconocimiento el homenaje que se merecen.
Aparece en escena un gran pintor español, como lo fue el ilustre Modesto Llamas Gil, que nos presenta uno de los retratos más conocidos de Paco Pérez Herrero. Este retrato fue luego donado, por la familia, al Instituto Leonés de Cultura, que exhibe al gran público.
Paco Pérez Herrero, con ese verso fino, deleitante y satírico, nos acercaba la historia de la Moncha, que luego hubo de proyectarse en la pantalla, en la película Bendito Canalla, la verdadera historia de Genaro Blanco en 2008. La Moncha, primera persona que apareció en el lugar de los hechos tras el atropello mortal de Genarín, cubrió el rostro del héroe con una hoja de periódico, quedándose impresa, entre la tinta y el sudor, la cara de Genaro en la hoja que la Moncha le había echado por encima. Se dice que Paco guardó, durante muchos años, aquella hoja de periódico en su caja fuerte, pero que después había desaparecido misteriosamente. Apareció, según la película, bajo el camastro de un mueble antiguo que un cliente adquirió, llegando la presencia de Genaro hasta Tokyo, donde la cama había conferido al hombre una vigorosidad sexual nunca vista. Como ya habrán interpretado, la picaresca y la sátira de la vida de Genarín, nos sirve para ilustrar los milagros que obraba el santo.
Durante casi veinte años, desde 1930 hasta 1956, se mantuvo la tradición de realizar un recorrido solemne por el León antiguo, recitando los poemas hasta llegar al tercer cubo de la muralla, donde Genaro había perdido la vida, y donde un fiel de la Cofradía se atrevía, habiendo ensayado durante todo el año, a escalar hasta el punto más alto y colocar una corona de flores en aquel lugar, honrando a Genarín. Las normas del concilio que allí se celebraba, compuesto en sus orígenes por pocas decenas de personas eran, como apunta Herrero, el orujo, la poesía y la noche.
Pero el Obispo Almarcha, que observaba cómo la tradición estaba alcanzando cotas tan elevadas como la veneración religiosa, siendo este Entierro una clara burla y sátira del encuentro del domingo de resurrección, condenó la celebración de las actividades, que en 1956 congregaban a más de 3.000 fieles. Pero el nombre oficial del objetor de conciencia fue otro: Antonio Álvarez-Rementería. Informándose de las tradiciones culturales de la provincia y llegando a León, como gobernador civil el 12 de febrero de 1956, prohibió, tras observar la feligresía del Entierro, que se volviese a celebrar al año siguiente, siendo el ´56 el último de la primera etapa.
El fin de Genarín estaba asegurado. La censura había congelado las celebraciones y se habían prohibido las tradiciones «paganas». Genaro caía entonces en el olvido más absoluto. Pero una luz se proyectaba al final del túnel, cuando la libertad de expresión y de asociación llamó de nuevo a las puertas de la democracia y la picaresca resurgió, como ave fénix, resurgiendo de sus cenizas y llamando a la población a celebrar, desde ese momento hasta la actualidad, el tradicional Entierro de Genarín.
Descubran, ya al albor de un nuevo y flamante Entierro de Genarín, quiénes fueron los encargados de revitalizar el olvidado orgullo genariano, y cómo se promovió, desde las esferas sociales, la nueva concepción de una tradición que ya ha hecho historia. Siga leyendo, en el siguiente artículo conclusivo, la historia de la Cofradía de Nuestro Padre Genarín y sepa qué piensan los expertos sobre esta festividad conocida en todo el mundo.
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Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Fernando Morales y Sara I. Belled
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