Piezas en el taller
Una decena de restauradores se afanan en la recuperación y limpieza de 32 de las 130 obras que darán forma a la muestra
Alicia Pérez
Martes, 15 de marzo 2016, 17:01
La carrera hacia la vigésima primera edición de Las Edades del Hombre en Toro ha comenzado. A un mes de la inauguración de Aqva en la Colegiata de Santa María la Mayor y la iglesia del Santo Sepulcro de Toro, y a 108 kilómetros de la localidad zamorana, trabajan diez restauradores para recuperar el esplendor de 32 obras (30 piezas y dos retablos) de las 130 que formarán el recorrido expositivo de la muestra de arte sacro. Lo hacen en los nuevos talleres de la Fundación Las Edades del Hombre, en el monasterio cisterciense de Santa María de Valbuena, en San Bernardo, perteneciente al municipio vallisoletano de Valbuena de Duero. Es un lavado de cara, una puesta a punto, una especie de parada en boxes antes de su embalaje y su traslado en el mes de abril a Toro, donde permanecerán hasta noviembre.
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En un edificio de dos plantas, de 600 metros cuadrados, de un blanco impoluto y con vistas al Duero, diez restauradores vienen trabajando en las piezas desde principios de año. Entre el olor a disolventes, agentes limpiadores, colas y geles con colores, curan madera y hacen injertos con telas de lino para combatir ataques, recomponer rotos y faltas de policromía, y limpiar de polvo y moho las piezas. Son los problemas principales con los que llegan las obras, fruto fundamentalmente del paso de los años y del envejecimiento propio de las obras de arte. «No suelen ser problemas graves», explica Silvia Lorenzo, directora de los talleres de restauración, que empezaron a trabajar en el año 2002 y que a finales de 2015 se trasladaron al nuevo local en la ladera del monasterio. El equipo de la Fundación ha restaurado 1.900 piezas de las veinte muestras celebradas desde 1988, lo que supone el 40% de las 4.736 obras de arte sacro que se han expuesto.
En camiones
En este sentido, hay que destacar que el porcentaje de piezas que pasan por los talleres antes de su exposición en Las Edades del Hombre ha bajado notablemente en los últimos años. En esta ocasión, supone casi el 25%. «Son obras que normalmente están a la vista y se cuida de ellas. Todavía encuentras algunas en las que hay que actuar, pero nada que ver con la cantidad que había años antes o el estado que encontrábamos en piezas al principio de Las Edades, cuando había muchísimo trabajo que hacer», afirma la directora. En algunas, quitar el polvo es suficiente, otras necesitan intervención. La decisión la toma el responsable de restauración de la Fundación Las Edades del Hombre, José Ángel Fernández de Larrea, quien visita las iglesias, templos, diócesis, colecciones particulares, instituciones o galerías de origen y comprueba el estado de las obras seleccionadas.
Estas 32 fueron trasladadas en camión a los talleres, en un viaje supervisado en todo momento por los expertos en restauración. El resto se llevarán directamente a Toro para el montaje de la exposición. A principios de año empezaron a llegar las obras a San Bernardo desde diferentes puntos de la geografía española; de localidades vallisoletanas como Mayorga y Nava del Rey; de la zamorana Pinilla de Toro; de las leonesas Astorga y Sahagún, e incluso de Sevilla o del barrio de la Victoria de Valladolid. Desde un capitel del siglo IX, a obras de autores contemporáneos. «Hay mucha variedad», afirma la directora de los talleres de restauración sobre obras tanto en pintura como escultura, pintura sobre tabla, sobre cobre, piedra tallada, piedra policromada y retablos. Entre sus autores, Gregorio Fernández, Alejandro Carnicero, Juan de Ancheta, Luis Salvador Carmona, los toresanos Sebastián y Juan Ducete, Juan de Zamora y Senén Vila.
Cien mil euros
Sin fecha de inauguración de momento, a la espera de la confirmación de la Casa Real, los talleres, con un presupuesto de 100.000 euros para este fin, trabajan a pleno rendimiento. Las últimas piezas tienen que estar entregadas para el montaje 15 días antes de la inauguración, un tiempo suficiente para colocarlas en el recorrido expositivo de Toro y darles un último toque si así lo precisan.
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El nuevo local en el que se tratan las piezas permite dividir el trabajo en dos partes. La planta baja, con acceso para camiones y los techos más altos, acoge las obras de gran formato y en ella, tres restauradoras trabajan en las que les han sido encomendadas. La jornada empieza pronto, aunque cada profesional adapta su horario en el tramo de entre las 8 y las 19 horas, en el que el edificio permanece abierto.
«Ha pasado el tiempo y ya no se puede dejar en su estado original porque hay que respetar el paso del tiempo. Lo que se hace es devolverle un poquitín la vida», explica Leticia Ámez, inmersa en la fase de reintegración de un lienzo de un pintor barroco. La obra está en sus manos desde hace tres semanas y ya ha sustituido el bastidor, que estaba descompuesto en cuatro partes por la carcoma, y limpiado el anverso y el reverso del cuadro. «Tenía bastantes rotos y, sobre todo, pérdida de policromía», explica sobre un proceso en el que ha ido retirando capas de barniz envejecido y de suciedad que han sacado a la luz los colores. Y también las faltas.
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A su lado, un Cristo crucificado que pertenece a un Calvario permanece en posición horizontal. Ruth Calderón es la encargada de devolverle el esplendor perdido. Mientras tapa faltas y lagunas, explica que la escultura llegó bastante sucia al taller por el deterioro que implican la humedad y los cambios climáticos en la iglesia que lo acoge. «Se había degenerado un poquito la policromía y había levantamiento en todo el cuerpo, pero estructuralmente el soporte se mantenía perfecto», apunta, enfrascada en igualar el aspecto final del crucificado del siglo XVI. Un lienzo de grandes dimensiones está en manos de Laura Hernández. Datado en 1647, la tarea más difícil ha sido la limpieza. Retirada la suciedad y los barnices envejecidos de anteriores intervenciones, la restauradora se centra ahora en nivelar las pérdidas de pintura y unificar los colores después de haber hecho, como si de una ciugía se tratara, un injerto con tela.
La planta de arriba se dedica a las piezas más pequeñas y que pueden ser transportadas en el montacargas con el que cuenta el nuevo edificio.
Isidoro Moreno lleva 15 años trabajando como restaurador en la Fundación Las Edades del Hombre. En esta ocasión, en un San Juan Bautista que ha llegado en un estado de conservación bastante malo. En él, el profesional ha encontrado diversas patologías, tanto de factores intrínsecos de la obra como un ataque de insectos xilófagos o la degeneración de los propios materiales, hasta factores extrínsecos provocados por la mano del hombre que ha intervenido en ella, «deteriorándola de manera sobresaliente». Y es que la escultura fue repintada en su totalidad. Ahora el restaurador elimina esos repintes utilizando disolventes y subsana los deterioros provocados por el factor humano en la madera policromada.
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Al fondo, Pedro Escudero, que ha empezado a trabajar con motivo de la exposición Aqva, restaura una talla perteneciente a un convento leonés y que presenta varios golpes; mientras Ignacio Barceló realiza una restauración integral de dos figuras «en muy mal estado» de un bautismo de Cristo. «Siempre se busca la mínima intervención, aunque en piezas que están tan deterioradas al final tienes que intervenir porque si no, no sacas el jugo que tiene la pieza», afirma el joven restaurador sobre el objetivo principal de devolver a la obra el esplendor que tenía en origen, mientras sujeta una paleta con pigmentos al barniz, materiales fácilmente reversibles. Después de estas y de las que ya han sido restauradas y esperan apartadas y protegidas del polvo, por las manos del taller pasarán las últimas obras pendientes de recuperar hasta la inauguración de Aqva.
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