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Una puerta al paraíso

Una puerta al paraíso

El 22 de julio de 1918, Picos de Europa se convertía en el primero Parque Nacional de España. 100 años después, leonoticias ofrece desde este domingo y hasta el próximo miércoles un especial con cuatro reportajes dedicados a la vertiente leonesa y a los valles de Valdeón y Sajambre

ANDREA CUBILLAS

León

Domingo, 22 de julio 2018

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Hay rincones que desprenden magia. Rincones que embriagan, que obligan a detenerse, a observar, a respirar, a disfrutar, a descansar. Rincones majestuosos, que te envuelven, que te transportan, que se acercan a lo que uno puede entender qué es el paraíso.

Inmensas moles macizas que, pacientes, fueron moldeadas durante siglos por la acción erosiva de la fuerza natural. Cumbres esculpidas por la bravura de sus aguas que tallan lagos y profundas gargantas. Un territorio de fuertes pendientes donde conviven joyas botánicas únicas.

Vídeo. 100 años del Parque de Picos de Europa.Majada de Vegabaño. INÉS SANTOS

Cumbres de más de 2.000 metros vestidas de cintura para debajo de frondosas faldas verdes y coronadas por tocados blancos que cubren la desnudez de la piedra.

Son, los Picos de Europa, una de las mayores joyas naturales del país. 65.000 hectáreas donde convivir y conectar con la naturaleza es posible. Un enclave donde la naturaleza se hace bella ante los ojos, ante el no hay lenguaje que ayude a explicar su paisajes.

Especial 100 años de picos de europa

Quizá por ello, el 22 de julio de 1918 se convertía en el primer Parque Nacional de España. Una figura con la que las Cortes españolas blindaban su defensa y reconocían su valor natural, como hiciera la Unesco en el año 1995.

Un territorio compartido por Cantabria, Asturias y León. Aunque es esta última la provincia que acapara la mayor superficie y que se dividen entre Valdeón y Sajambre, dos valles acurrados entre las inmensas montañas.

Joya botánica

La belleza de Picos de Europa sólo se puede explicar a través de esa flora que, a su antojo se enredó entre las abruptas e inmensas moles calizas y brotó alrededor de la bravura de las aguas salvajes hasta configurar un espacio con personalidad, con vida propia hasta configurar un ecosistema único en España, único en el mundo.

Una flora que no entiende ni de límites ni de regiones, que se extienda más allá de la mirada, y que a veces se esconde en los rincones más recónditos. Pero, ya se sabe, no hay más ciego que el que no quiere ver. El que busca sin entender que delante de él tiene un tesoro natural llamado Picos de Europa, calificado de «excepcional» por los expertos.

La flora, la «gran olvidada» de Picos

Raquel Alonso, vicedecana de la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales en la Universidad de León, contagia su pasión por la botánica. De ahí que sus ojos brillen cuando se le pregunta sobre Picos de Europa, un territorio que, según asegura, guarda pequeñas maravillas.

Pequeños tesoros que tan sólo se pueden encontrar en Picos de Europa. Y, sin embargo, lamenta, la flora es la gran olvidada. «Los espacios naturales se venden con la fauna y se olvidan de la riqueza botánica», asegura Alonso, que entiende necesario impulsar la 'venta' del Parque Nacional a través de la fauna.

Una necesidad, también una demanda. Alonso recuerda la creciente conciencia conservacionista que se ha experimentado en los últimos años y que se ha traducido en un incremento del turismo científico. Y por ello, aboga por impulsar rutas botánicas en Picos de Europa.

Le preocupa, y mucho, el cambio climático. Es uno de los problemas mundiales que también se deja sentir en Picos de Europa y que supondría la desaparición de la flora de alta montaña, o lo que es lo mismo, la más rica e interesante desde el punto de vista botánico.

Se tratan de aquellas plantas que nacen a más de 2.200 metros de altitud, los conocidos como pastos de cumbre, comunidades muy abiertas y que nacen en un terreno pedregoso, que no pueden compensar la subida de temperatura con una subida de altitud dado el escaso margen de maniobra.

Pero no sólo el cambio climático dibujará un nuevo mapa botánico en Picos de Europa. Tendrán que pasar años, décadas, pero Raquel ve incuestionable que el abandono ganadero de la zona de Picos de Europa provocará un cambio en los pastizales y prados, que pasarán a transformarse en otro tipo de comunidad, como pueden ser matorrales e incluso bosques «con el paso de los siglos».

El por qué hay que buscarlo en su ubicación geográfica, que permite el encuentro entre la flora del Norte de Europa con la del Mediterráneo e influencias de la Oceánica, por su proximidad al mar que influye notablemente en la configuración de su paisaje.

A eso se suma, el importante desnivel altitudinal -pasando de los 90 a 2.6000 metros- y una litología con presencia de superficies calizas y silíceas -arcillosa. Tres peculiaridades que dan como resultado una diversidad de hábitats que son el hogar de más de 1.700 taxones -especiales-, lo que representa el 21% de la flora vascular del conjunto de España.

Un territorio especialmente interesante para los botánicos por el importante componente endémico, es decir, aquellas especies únicas o exclusivas de un ámbito geográfico y que no se encuentran de forma natural en ninguna otra parte. Concretamente, Picos de Europa tiene algo más de 250 especies endémicas -cantábricos, picoeuropeanos, ibéricos-, de los que una decena son taxones exclusivos de la flora de Picos de Europa.

Especies que se extienden por las más de 64.000 hectáreas de este ecosistema que ofrece una gran diversidad de paisajes debido por el amplio rango altitudinal. El paisaje cambia conforme uno va ascendiendo, empezando por esas praderas o prados de siega hasta adentramos en los magníficos bosques de Picos de Europa, donde los robles y avellanos se entremezclan con los tilos, castaños, nogales, cerezos, arces y fresnos. A sus pies, su un sotobosque de zarzas, brezos y arbustos espinosos proporciona sustento y refugio a numerosas aves.

Aunque si hay un árbol que caracterice a Picos de Europa, esos son los hayedos, que nos acompañan hasta los 1.800 metros de altitud. Se trata del bosque más atractivo de este entorno, masas forestales frondosas compuestas por corpulentas hayas que cubren las laderas de las montañas, que sumergen al turismo en un halo de misterios.

Posteriormente, nos adentramos en la roca desnuda, es decir, los roquedos o pedregales, aparentemente paisajes desérticos pero que presentan algunas de los endemismos de Picos de Europa, que utilizan cualquier resquicio de las calizas para poder vivir.

En las cumbres más altas, a partir de los 2.200 metros de altitud aparecen los pastos de cumbre, comunidades muy abiertas que son los que aportan la originalidad botánica a este enclave. Se tratan de plantas de pequeño tamaño y arbustos almohadillados para soportar las condiciones extremas.

Tierra de lobos

Tierras del lobo, anunciado a toque de corneta por los vecinos del Real Concejo de Valdeón, unidos en torno a la ingeniosa trampa del 'Chorco de los lobos', una ingeniosa trampa del siglo XVI convertida en un punto de unión para la defensa y donde se escenificó durante siglos la lucha a muerte del hombre contra el lobo.

El lobo, emblema y enemigo

La vida de Enrique Caldevilla, vecino de Cordiñanes de Valdeón, está ligada a la del lobo, un emblema pero también la especie más conflictiva durante siglos en este entorno natural. Nació escuchando a sus mayores hablar de la «pesadilla» del lobo. El mismo al que se enfrentó cara a cara con tan sólo diez años. En uno de los cebos que utilizaban para trampear zorros apareció un lobo.

El animal seguía vivo y Enrique y su hermano fueron a buscar a su padre. «No nos atrevimos ni acércanos», recuerda Enrique, que confiesa que fue la primera y única vez que sintió miedo ante la presencia del lobo.

Porque este animal, a pesar de la creencia popular, siempre huye ante la presencia del hombre. «No es cierto que el lobo te vaya a comer. Nunca hay que tenerle miedo porque nunca vendrá hacia a ti». El lobo, recuerda, no busca al hombre, su presa es el ganado ayer y hoy.

Pero ante el mismo escenario, la normativa frente al lobo cambió. Durante más de 30 años como guarda de Picos de Europa, Enrique ha aprendido a comprender y a entender al lobo hasta conocer a la perfección su comportamiento. Un animal cuya presencia ha ido creciendo en Picos de Europa.

Por el contrario, el ganado ha desaparecido del paisaje del Valle de Valdeón y menos una docena de familias siguen dedicadas a la ganadería extensiva. Una realidad que Enrique achaca en buena parte al cambio legislativo y a la sobreprotección al lobo.

En la actualidad, el cupo de caza en la vertiente leonesa de Picos está en tres cánidos cada año a pesar de que su población ha crecido en un 200%. Pero hoy ya no tienen ganado que cazar en los valles, al menos en la zona de León, donde es difícil ver un lobo en los montes bajos, siendo el chorco la única huella visible de la presencia de estos animales por estos lares.

Allí hoy uno puede incluso revivir aquellas cacerías en las que el hombre combatía cara a cara con el lobo en una lucha por la supervivencia.

En lo alto, los montañeros, hombres en buena forma física, los casados más recientes y los encargados de cerrar los pasos en canales y sedos para evitar la huida del lobo hacia la zona alta al verse acosada por la batida. Entre los montes, los choceros, ocupando los 'chozos', pequeñas edificaciones construidas en el interior de la empaliza del chorco en la zona más cercana al pozo donde se daría caza al animal.

Allí, en silencio y provistos del 'chuzo', una especie de lanza, esperaban a la llegada del animal, al que azuzaban o daban muerte en caso de peligro. Al final de la trampa, los enramadores, encargados de cubrir con ramajes la boca e inmediaciones del chorco y de extraer y quitar las pieles de la pieza una vez muerta.

Es la historia de la lucha por la supervivencia, en una tierra hermosa y dura a partes iguales, donde sus pobladores aprendieron a sobrevivir al aislamiento con la ganadería y agricultura como único medio de vida.

Dos valles, trece pueblos

Ochos pueblos dan vida al Valle de Valdeón, con Posada como centro administrativo y Caín el más laureado. Tierra de montañeros bañado por el río Cares, uno de los símbolos de la bravura de esta tierra que separa con su profundo e impresionante cauce las poderosas moles calizas de los macizos central y occidental de los Picos, abriendo entre sus altas montañas la Garganta del Cares.

Cuna de Río Sella, al Valle de Sajambre se accede desde León por el sinuoso puerto de Pontón que adentra a los visitantes hasta Oseja, la capital del municipio. Cinco pueblos que encumbran este valle con Soto como el más bello y quizá por ello también el más piropeado.

Valdeón y Sajambre, dos valles con siglos de historia que narran sus caminos, escrita entre las cuatro paredes de sus iglesias, que guardan con recelo sus hórreos. Pero también en sus gentes, los de ayer, los de hoy, que impregnaron su carácter en una tierra de ganaderos, de luchadores, de inmigrantes, de supervivientes.

Pero eso, ya es otra historia.

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