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Elena Martín López
¿Dejarán los faros de brillar algún día?

¿Dejarán los faros de brillar algún día?

La tecnología destierra a los fareros y se buscan alternativas para dar uso a las que fueron sus viviendas durante años

Martes, 15 de septiembre 2020, 18:57

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Un anuncio en el periódico le cambió la vida. Fue hace casi tres décadas, mientras Mario Sanz leía la prensa, cuando su mujer le comentó su anhelo de vivir cerca del mar. Era algo que ella hacía a menudo, pero aquel día el destino se interpuso. Al pasar la hoja, Mario vio un anuncio de las oposiciones a farero y decidió presentarse. «¡Como apruebe, te vas a hartar de mar!», bromeó. Lo que no se imaginaba cuando lo dijo era que, meses más tarde, su pequeño chiste se convertiría en realidad. Así fue como cambió el asfalto de las calles de Madrid, y su trabajo regentando un bar de copas, por la panorámica mediterránea que se obtiene desde el faro de Mesa Roldán, Carboneras (Almería), donde ejerce de farero desde 1992.

Veintiocho años velando por la seguridad de los marineros le han permitido ser testigo de los cambios a los que el gremio se ha tenido que ir adaptando. «Cinco meses después de entrar a trabajar, la profesión se declaró el extinción», expresa. «Eso ha implicado que los fareros jubilados no se sustituyan y que, quienes quedamos, hayamos tenido que adquirir más tareas».

A día de hoy, los técnicos de ayuda a la navegación no se dedican en exclusiva al mantenimiento del faro, como ocurría antiguamente, sino que se responsabilizan de las señales de una determinada zona que se les ha asignado. Sanz, por ejemplo, también se ocupa de la reparación, limpieza y funcionamiento del faro de Punta Polacra (a 32 km de allí), y del de Cabo de Gata (a 70 km) cuando el compañero que vive en él está de vacaciones. Este farero, además, ha escrito varios libros de divulgación sobre faros, como el reciente 'Eso no estaba en mi libro de historia de los faros' (Almuzara).

«Los faros deberían abrirse al público para que los disfrute todo el mundo y no solo quien pueda pagar 200 euros por alojarse una noche»

mario sanz

Pero como él ya quedan pocos. Según cifras de Puertos del Estado, el litoral español cuenta con 191 faros, pero solo 50 están habitados. Aun así, incluso cuando los fareros desaparezcan, estos colosos marinos deberán seguir brillando. ¿Por qué? Porque, pese a la proliferación de los receptores GPS, las cartas náuticas electrónicas, el control remoto, las tecnologías LED o las unidades AIS (Sistema de Identificación Automático), «los faros siguen disponiendo de funciones y características que no solo complementan a las últimas tecnologías, sino que también suponen una alternativa de emergencia cuando estas fallan», destacan desde Mediterráneo Señales Marítimas, empresa de fabricación y diseño de equipos de ayudas a la navegación. «En la actualidad, ya no se necesita la presencia humana para activar y desactivar el encendido de los faros, y podemos saber en tiempo real si funcionan correctamente o si hay alguna avería, pero para los barcos esta señal luminosa es la confirmación visual de que lo que les dicen las máquinas es correcto y que la embarcación está bien encaminada hacia su destino». El farero Sanz secunda esta afirmación: «los capitanes de los buques siempre me dicen que las luces de los faros les permiten comprobar con sus propios ojos la veracidad de lo que aparece en el GPS».

Además de los faros, que se distinguen en dos tipos, de recalada y de costa o referencia, según su luz tenga mayor o menor alcance, respectivamente, los marinos se apoyan también en otras señales marítimas visuales para orientarse: las balizas. Estas son similares a los faros, pero de inferior categoría por tener un alcance menor a 10 millas. Se distinguen en: boyas (indican un peligro), luces de puerto (señalan un puerto) y luces de enfilación (marcan el canal de entrada a un puerto).

Usos alternativos

La tecnología, por otra parte, ha ayudado a implementar procesos más sostenibles. Así, del aceite de oliva, la parafina, el petróleo o el gas, que se utilizaban antaño para prender estas linternas, se ha pasado a la electricidad o las energías renovables (solar, eólica, mareomotriz…). Un ejemplo evidente es el del nuevo faro de Valencia, inaugurado en 2015, que ni siquiera necesita conectarse a la corriente y consume menos energía que una bombilla de las que tenemos en casa.

Asimismo, la mayoría de los faros han pasado a gestionarse por control remoto y ya solo es necesario desplazarse hasta ellos para realizar tareas de mantenimiento, que están a cargo de las Autoridades Portuarias, cuando hay averías graves. Esto, sin embargo, es algo que preocupa a los torreros que aún existen. «El problema de dicho sistema es que una misma persona ya no se ocupará de dos o tres faros, sino de 10 o 15, lo que supondrá una peor conservación de estos edificios, que son históricos», opina Sanz. Su preocupación la comparte Eugenio Linares, farero del faro de Estaca de Bares durante 40 años, ya jubilado, que considera que el servicio se está deteriorando a pasos agigantados porque «como ya no hay casi técnicos mecánicos de señales marítimas (los que hay se están jubilando o muriendo y ya no se puede opositar al puesto), el personal que hace falta para atender las señales está desapareciendo y se está intentando suplir con profesionales menos cualificados». «Además», añade, «como en muchos casos los servicios se están subcontratando a empresas externas y los faros ya no son señales de primer orden, hay averías que tardan mucho tiempo en repararse».

Una de las iniciativas que ha puesto en marcha el Ministerio para la conservación de los faros es la de reconvertir las construcciones anexas -en su mayoría empleadas como viviendas hoy deshabitadas- en salas de exposiciones, centros de interpretación o incluso en bares, restaurantes y hoteles. En total, unos 50 faros tienen usos alternativos a día de hoy que provienen de proyectos públicos, privados o mixtos, desde el hotel-faro de Isla Pancha, en Ribadeo (Galicia), hasta el museo marítimo del faro de Punta Fuencaliente (Santa Cruz de la Palma). La privatización de algunos de ellos, sin embargo, ha levantado algunas críticas. «Los faros deberían estar abiertos al público para que los disfrute todo el mundo y no solo quien tenga 200 euros para pagar el alojamiento de una noche», opina Sanz.

Faros singulares de España

  1. Galicia

    Torre de Hércules

Torre de Hércules, en Galicia.
Torre de Hércules, en Galicia.

Los romanos edificaron más de cuarenta faros para guiar a sus flotas. De todos ellos, pocos siguen en pie y solo uno, la torre de Hércules, en la provincia de A Coruña (Galicia), sigue funcionando como faro. A día de hoy, este es el faro más antiguo del mundo que sigue activo. Está formado por una torre de planta cuadrada, hecha de granito, con dos cuerpos superiores. Su altura es de casi 50 metros y algunos historiadores calculan que tiene 3.000 años de antigüedad.

  1. Cádiz

    Faro de Chipiona

Faro de Chipiona, en Cádiz.
Faro de Chipiona, en Cádiz.

Esta torre de 69 metros fue obra del ingeniero catalán Jaime Font y se inauguró en 1867, tras cuatro años de construcción. El proyecto original, de 1853, preveía una torre de 100 metros, pero se paralizó por su elevado coste. Sus paredes están hechas con piedras ostioneras (rocas sedimentarias muy porosas formada por restos de conchas marinas) y para llegar a su cima hay que subir 344 escalones. Es el faro más alto de España, el tercero de Europa y el quinto del mundo.

  1. Valencia

    Nuevo faro de Valencia

Nuevo faro de Valencia.
Nuevo faro de Valencia.

Construido en 2015, es obra del arquitecto Ignacio Pascual y sustituye al anterior faro de 1909, que se conserva inutilizado. Esta nueva torre es un ejemplo de vanguardia y sostenibilidad. De hecho, en 2016 recibió un premio a la innovación. Tiene 32 metros de altura y está formado por fibra de vidrio y de carbono. Usa tecnología LED, se nutre de placas solares y un pequeño aerogenerador y su consumo de energía es un 97,7% menor que el de su predecesor.

  1. Castellón

    Faro de Nules

Faro de Nules, en Castellón.
Faro de Nules, en Castellón.

De los casi 200 faros construidos en España, solo dos han sido diseñados íntegramente por mujeres. El faro de Nules, acabado en 1991, tiene 33 metros de altura y fue obra de la arquitecta Blanca Lleó. Por su parte, el faro de Irta fue proyectado por la arquitecta Rita Lorite. Este último se encuentra dentro del parque natural de la Sierra de Irta y tiene 28 metros de altura. Ambos están ubicados en la provincia de Castellón, en la Comunidad Valenciana.

¿Sabías que?

Los faros se sitúan en salientes de la costa, en zonas estratégicas para marcar peligros o en las proximidades de algún puerto. Para ser considerados como tal, el alcance de su luz debe superar las 10 millas náuticas (18.520 metros), aunque algunos pueden alcanzar las 30 o más. Esto depende de la intensidad luminosa de sus bombillas que, a día de hoy, son principalmente LED, pero también de su ubicación. Como la Tierra es redonda, cuanto más alto se encuentre el faro, mayor será su alcance.

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