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Cómo dormir en habitaciones separadas sin acabar con la pareja

Cómo dormir en habitaciones separadas sin acabar con la pareja

Cada vez son más quienes no comparten cama, ya sea por motivos de salud o de rutinas incompatibles. ¿Se puede mantener una relación sana así?

Sábado, 23 de enero 2021, 00:02

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¿Todo el amor de una pareja debe caber en un espacio de un metro y medio por dos, o sea, lo que ocupa una cama? ¿Acaso no hay relación sin compartir lecho de noche? Cada vez son más los que piensan que esto no es así. El descanso es un hábito y, como tal, evoluciona al ritmo de la sociedad. En nuestra época, la figura del lecho conyugal no disfruta de la sacralización de hace siglos y cada vez son más las parejas que deciden, no ya separar sus camas, sino descansar en habitaciones separadas.

En Gran Bretaña, por ejemplo, la tendencia es tal que hasta recibe un nombre: el 'sleep divorce'. Eso sí, no en todos los países se tiene una mente tan abierta. En el nuestro, sin ir más lejos, sigue siendo un tabú del que no se habla pero sí se practica de forma más improvisada.

En cuanto se indaga un poco sobre el asunto, son muchas las parejas que reconocen descansar separadas por motivos dispares. Aunque el primero sigue siendo la salud: un buen descanso es tan necesario para no desarrollar enfermedades como la diabetes o la hipertensión como el buen comer o el ejercicio regular. Ahora bien: ¿se puede mantener una relación de pareja sana y abrazar este hábito? ¿O hay que sacrificar la relación en aras de la salud? Sepa que quizá no tenga por qué elegir: depende de cómo se aborde. Pero si es su caso, sepa cómo hacerlo sin sentirse culpable y mantener la llama de su amor intacta.

Historia: una herencia cristiana

Para comenzar sin sentimientos de culpa a plantearse una separación de habitaciones no está de más echar un vistazo a los libros de Historia. Es cierto que el peso de la costumbre es mucho y romper una norma social como el hecho de dormir en pareja requiere un extra de determinación y esfuerzo, pero alivia saber que la norma social no siempre fue esta.

Sin ir más lejos, el susodicho mueble no siempre existió como lo conocemos hoy. El lecho conyugal es un invento romano -otro más- que solo era utilizado para los encuentros sexuales de los matrimonios; no eran el lugar donde se descansaba.

Tras la caída del Imperio, la cama (a veces apenas era una mesa cubierta de una alfombra) era un lujo solo al alcance de reyes y aristócratas, mientras campesinos, clases populares y sirvientes dormían en el suelo o, a lo sumo, en montones de paja improvisados cada noche. En la España goda, los cronistas hablaban de cómo las camas eran compartidas por toda la familia. En la Europa septentrional, ésta incluía a los sirvientes.

Pero a la Iglesia no le gustaba este hacinamiento. Fue la católica (al contrario de la protestante, por cierto) la que impuso el deber matrimonial de compartir el catre para cumplir con el objetivo del matrimonio y la relación sexual: la procreación. Santo Tomás (en el siglo XIII) fue uno de los principales impulsores del lecho conyugal tal y como se concibe en nuestros días. Así, la norma tiene más que ver con una doctrina heredada que con los sentimientos de una pareja.

La realidad: entre el sofá y Netflix

Pero cuando la necesidad aprieta, la moral se relaja. En Estados Unidos, por ejemplo, una encuesta de una popular marca de descanso reveló que el 12% de las parejas norteamericanas practicaban el 'sleep divorce' y un 30% habían hablado sobre ello; es decir, que se lo habían planteado. En Reino Unido, el Sleep Council publicó otro estudio en el que uno de cada cuatro consultados confesaba cambiar de habitación por problemas para conciliar el sueño ebn pareja.

En nuestro país, a falta de un estudio 'ad hoc' sobre la materia, la experiencia de los terapeutas de pareja revela que la situación no es ajena a los hábitos de los españoles. Así lo constata Francisca Molero, sexóloga y psicoterapeuta, presidenta de la Federación de Sociedades de Sexología españolas. «Yo creo que esta realidad es cada vez es más habitual. Cuando preguntas e indagas un poco en consulta –reconoce esta experta– te das cuenta de que hay cada vez más parejas que duermen en habitaciones distintas. A veces es porque lo han acordado y otras veces porque tienen hábitos diferentes (horarios, gustos… ). Incluso hay más de uno que se queda dormido en el sofá y ya se queda en él resto de la noche. Ni va la cama».

¿Qué problema hay? Horarios, hábitos y ronquidos

Este especialista en relaciones íntimas señala al ronquido como el «primer problema» con el que se topan muchos de los que deciden separar las habitaciones.

Este nivel de decibelios durante la noche (que puede llegar hasta los 80 al otro lado de la almohada, sin contar con la intensidad de las vibraciones) es incompatible con un descanso saludable. Y lo cierto es que, aunque resulte algo prosaico, la propia Sociedad Española del Sueño cataloga esta patología como «un problema de salud pública» de bastante envergadura. Según el Libro Blanco de la Apnea publicado por esta entidad, en España entre 5 y 7 millones de personas la sufren.

En términos relativos, entre el 4,7% y el 7,8% de la población general mayor de 40 años presenta un cuadro de apena grave. A partir de los 65 años, la cifra se dispara hasta el 25% de los hombres y el 21% de las mujeres. Fuera de España, por igual en países desarrollados que en vías de desarrollo, sucede tres cuartos de lo mismo: entre el 3 y el 7% de la población mundial ronca.

¿Se puede aguantar eternamente? A todas luces, muchas parejas han optado por la vía práctica. Y no solo por el ronquido: la citada Sociedad Española del Sueño, en otra encuesta, revelaba que uno de cada tres españoles sufre algún problema al conciliar el sueño. Los más afectados son los adultos de entre 35 y 55 años, y los problemas van más allá de la apnea. Hay que contar el insomnio (lo padece uno de cada cinco españoles), el síndrome de piernas inquietas, las alteraciones del rimo circadiano… O sin ir más lejos los movimientos involuntarios: hasta 40 podemos llegar a hacer durante la noche. ¿Quién no se ha despertado con la patada inocente del acompañante totalmente dormido?

Si sobran los motivos, hay que buscarse

Francisca Molero añade otro factor que tiene que ver menos con la fisiología y más con el modo de vida actual. «Durante el día se vive con un estado de tensión importante y por la noche cuesta desconectar, con lo que se opta más por consumir tele que por irse a dormir juntos. A la mínima se duerme mal y la necesidad de aislarse para encontrar tranquilidad hace que se busquen soluciones como esta». La incompatibilidad de horarios, los turnos para conciliar familia y trabajo, los hábitos diferentes en las parejas abocan a plantearse esta separación.

Ahora bien, mientras esta última sea solo física y no emocional, los expertos en relaciones consideran que sí se puede mantener la relación de pareja en plena forma y aislarse para descansar. «Si planteas habitaciones separadas como una excusa para alejarte más de tu pareja estás abocado al fracaso. Y este peligro existe; es real. Ahora, si existe un motivo de salud, lo importante es hacer el esfuerzo de programar los encuentros. Puede parecer forzado, pero las rutinas ayudan a la seguridad en las relaciones de pareja», aconseja Molero.

Esta especialista defiende el hecho de compartir la cama porque propicia, no ya las relaciones sexuales, sino ese momento de encuentro único, al final del día, en el que la pareja «comparte un espacio en el que no más que ellos dos». Sin esto, «cuando quizá solo baste un abrazo», es difícil que las parejas duren. Ese espacio, y no el meramente físico, «es el que se debe conservar y cuidar». Da igual que luego uno se vaya a descarse al otro extremo de la casa.

Cómo hacerlo sin destrozar la pareja

  • Madurez. Haga balance de su relación de pareja antes de plantear dormir en habitaciones separadas por motivos de necesidad de descanso u horarios incompatibles. Si no está madura, y no se trata solo de una cuestión del tiempo que lleven juntos, no está aconsejado emprender este camino. Hay que conocer muy bien las creencias y preferencias del prójimo para plantear esta cuesitón, así como conocerse en profundidad.

  • Planificación. Con hábitos y horarios distintos, o problemas de sueño graves, lo normal es que se dé un alejamiento progresivo contra el que hay que luchar. Los expertos recomiendan establecer hábitos fijos en días u horas para que las parejas compartan el lecho, y no solo con objetivos sexuales.

  • Piel con piel. El contacto hace segregar la hormona de la felicidad y es fuente de bienestar en la pareja. Si se necesita dormir en camas separadas, no pierda ocasión de abrazar, tocar, besar a su pareja. Sea donde sea.

  • Más humor y romanticismo. A pesar de optar por la vía práctica y el sentido común, este tipo de decisiones pueden ser una buena fuente de romanticismo. Si mejora su descanso de seguro lo hará también su humor y su bienestar. Enfoque esa energía hacia la pareja, con planes y detalles.

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