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La doctora Sandra Lee.
La 'doctora revientagranos' y compañía: ¿por qué no podemos dejar de mirar?

La 'doctora revientagranos' y compañía: ¿por qué no podemos dejar de mirar?

Los programas de telerrealidad médica, tan explícitos, fascinan y repelen a la vez

Jueves, 30 de septiembre 2021, 18:50

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El programa de la Doctora Lee es difícil de olvidar, aunque uno se haya cruzado con él solo por el azar (o por la culpa)de un 'zapping'. La dermatóloga estadounidense, conocida en su país por el revelador apodo de 'Doctora Revientagranos', se dedica fundamentalmente a sajar bultos de la piel y extirpar quistes, lipomas y otros desarrollos anómalos del cuerpo humano. Es un planteamiento muy sencillo que se ha revelado adictivo. Primero, conocemos la historia de la persona, que explica su problema (en algunos casos, terrible y penosamente obvio al primer vistazo) y detalla las complicaciones y padecimientos que le acarrea en su día a día. Después, asistimos en primerísimo plano a la cirugía en la consulta de Sandra Lee, una especialista dicharachera que pregunta a sus pacientes si le han puesto nombre al bulto y que, al examinar la masa extraída, no se priva de comentarios desdramatizadores como «parece carne de pollo». Y, finalmente, damos un brinco en el tiempo para descubrir cómo han mejorado la apariencia y la vida cotidiana de los protagonistas, si es que podemos considerar protagonista al ser humano y no al bulto en sí.

Seguramente, en la vida real nos negaríamos a presenciar operaciones de estas características, con bultos que al abrirlos explotan con violencia o sueltan cantidades ingentes de pus. Y, al toparnos con ellos por la tele, muchos espectadores también nos debatimos entre la fascinación y la repulsión, entre la curiosidad y la náusea, como quien se cubre los ojos con las manos pero deja una rendija para seguir mirando. Pese a esas reservas, hay poca duda de que el formato engancha: la doctora Lee empezó su trayectoria mediática en las redes sociales, allá por 2005, cuando decidió abrir «una ventana al mundo» en su consulta, y hoy en día suma más de siete millones de seguidores en YouTube y cuatro millones y medio en Instagram, además de triunfar en televisión. Sus seguidores se definen con orgullo como 'popaholics', es decir, adictos a reventar impurezas de la piel.

El programa de la doctora Lee es quizá el caso más emblemático de una tendencia de los últimos años: la telerrealidad de asunto médico que no escatima imágenes desagradables o incluso repulsivas, dos conceptos que –evidentemente– dependen del nivel de tolerancia de cada espectador pero que, en algunos episodios, resulta difícil refutar, por mucho que vayan acompañados de una sincera compasión por la persona que sufre la dolencia. En ese saco cada vez más lleno se incluirían producciones como 'Dra. Emma: clínica dermatológica' (el enfoque británico de los problemas de la piel), el pionero 'Cuerpos embarazosos' (con su ración habitual de hemorroides, fístulas, disfunciones genitales, dentaduras catastróficas y malos olores que parecen traspasar la pantalla), la espeluznante consulta podológica de 'Los pies me están matando', 'Mi vida con 300 kilos' (que ha convertido en estrella mediática al severo doctor Now, es decir, el cirujano bariátrico de origen iraní Younan Nowzaradan), 'Diagnósticos extraordinarios' o las correcciones de cirugía plástica de 'Desastres estéticos'. En España, la inmensa mayoría de ellos pueden verse en DKiss, un canal que presume con razón de su competente «cuadro médico». Y en todos ellos acabamos viendo más de lo que en principio habríamos querido ver, con un impudor que a menudo nos hace sentirnos un poco culpables.

¿Qué nos lleva a contemplar con fascinación esas imágenes y entrometernos en esas vidas y esos cuerpos ajenos? Para entenderlo hay que examinar el 'pack' completo. «En primer lugar, creo que opera un rasgo que es universal: nuestra fascinación por los relatos, por las historias de caso o las narraciones en primera persona. Este tipo de programas no solo contienen recursos formales más o menos llamativos, como las imágenes desagradables, sino que nos cuentan la historia de alguien. Son minirrelatos con gran capacidad de atrapar nuestra atención», analiza Juan-José Igartua, catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Salamanca, donde dirige el Observatorio de los Contenidos Audiovisuales, y experto en Psicología de los Medios. El profesor destaca otros dos rasgos de estos programas. «En segundo lugar, creo que suscitan con relativa facilidad respuestas de empatía: nos ponemos en los zapatos de las personas que sufren un problema de salud, como la obesidad mórbida. Y la empatía es uno de los motores psicológicos para alimentar el consumo mediático: aquello que nos provoca empatía nos va a provocar también otras reacciones emocionales, desde la tristeza hasta el asombro o la compasión. Y, en tercer lugar, se produce una situación de comparación social descendente: las personas que consumen estos programas pueden concluir 'mis problemas no son tan graves como los de esta persona, no estoy tan mal', con lo cual se produce una mejora temporal de nuestra autoestima».

Señales de peligro

Con respecto a las imágenes, en ocasiones explícitas hasta lo chocante, Igartua invoca las teorías de la exposición selectiva («en un contexto de competición atencional, aquellos programas que incluyan este tipo de contenidos gráficos van a suscitar más interés en la audiencia») y la vigilancia protectora, un resorte que nos impulsa a atender a las cosas malas y que forma parte de nuestra condición humana: «Las personas continuamente vigilamos nuestro entorno inmediato en busca de señales de peligro. Por ello, las imágenes gráficas que acompañan a este tipo de programas captan nuestra atención poderosamente y nos llevan a reflexionar sobre determinados problemas de salud». Todos estos factores psicológicos se suman para mantenernos pendientes de la pantalla, sin que la turbación ante lo que vemos baste para hacernos cambiar de canal. «Las personas, cuando consumen relatos mediáticos, se convierten en observadores morales incansables, de modo que rápidamente realizan 'veredictos' sobre lo correcto o incorrecto de las acciones de los protagonistas. En un escenario en el que se muestra la historia de una persona que sufre una enfermedad que no puede controlar y que poco tiene que ver con sus hábitos, es muy probable que se desarrollen rápidamente disposiciones afectivas positivas hacia esa persona y ello conducirá a que se activen ciertas expectativas de resultado. Se deseará que la historia termine bien, porque son el héroe o la heroína del relato», concluye el profesor.

¿Y qué hay de los médicos? ¿Cómo ven los dermatólogos un programa como el de la doctora Lee? «Evidentemente, hacen de la Dermatología un 'show' con una dosis de morbo relevante. La técnica de la doctora no es mala y estas lesiones, la sangre o la manera de abordarlas son cosas que no se suelen enseñar en los medios de comunicación: en ese sentido, el programa es pionero en cierto modo y hace una labor de divulgación médica que no es desdeñable, en cuanto a que la gente conoce que lo suyo se puede quitar y se puede animar a consultar con un especialista. Yo he tenido pacientes que me han preguntado si la lesión que tienen se quitará como en el programa de la doctora Lee», explica la dermatóloga Nerea Landa, de las clínicas Dermitek-Grupostop. ¿Los contras? «El espectador recibe una imagen poco fidedigna del perfil habitual de una consulta de Dermatología –apunta la doctora–. Otra cosa son las enfermedades crónicas y no quirúrgicas de la piel que se muestran en estos shows, como la hiperhidrosis, la hidrosadenitis o la psoriasis, que no se explican bien siempre: en algunos casos muestran un resultado excesivamente positivo, lo edulcoran demasiado y crean falsas esperanzas. Además, merece la pena comentar que los pacientes son de alguna manera utilizados: da la sensación de que acceden a aparecer ante las cámaras porque, de otro modo, no tienen cómo costearse el tratamiento en un país donde la medicina es muy cara».

El cuadro médico

'La doctora Lee'

'La doctora Lee'

Sandra Lee, dermatóloga nacida en Nueva York, de padres chinos y afincada en California, abrió en 2015 una cuenta de Instagram para mostrar sus intervenciones y «educar a la gente». Sus vídeos arrasaron y tres años más tarde saltó a la televisión, donde sigue extirpando con inagotable entusiasmo quistes, lipomas (¡de hasta cinco kilos!), queloides...

'Dra. Emma: clínica dermatológica'

'Dra. Emma: clínica dermatológica'

La doctora Emma Craythorne encabeza desde 2019 lo que podríamos considerar la versión británica de 'La doctora Lee', aunque está menos centrada en los bultos y examina también otros problemas de la piel que mortifican a quienes los padecen y estremecen al espectador: acné, llagas, psoriasis...

'Los pies me están matando'

'Los pies me están matando'

Los doctores estadounidenses Ebonie Vincent y Brad Schaeffer abrieron su consulta televisiva el año pasado. Con abundancia de primerísimos planos que dejan en ridículo a cualquier película de terror, examinan y tratan hongos, juanetes, callosidades, verrugas, malformaciones, uñas encarnadas y demás dolencias del pie.

'Cuerpos embarazosos'

'Cuerpos embarazosos'

Esta producción británica –con los doctores Pixie McKenna, Dawn Harper y Christian Jessen– arrancó en 2007 y fue pionera en mostrar de manera explícita problemas de salud que no se solían ver en televisión. Como apunta su título, se centran en dolencias que producen cierta vergüenza, aunque luego se exhiban ante millones de espectadores:nunca suelen faltar los problemas genitales y anales, enfocados con todo lujo de detalles.

'Mi vida con 300 kilos'

'Mi vida con 300 kilos'

El doctor iraní-estadounidense Younan Nowzaradan (para abreviar, Now) es un veterano especialista en cirugía vascular y bariátrica y, desde 2012, una estrella televisiva gracias a este programa. Cada episodio presenta, con imágenes que no rehúyen lo más íntimo, un año en la vida de una persona con obesidad mórbida que aspira a someterse a la ansiada operación. A diferencia de lo habitual en este tipo de espacios, algunas entregas no tienen final feliz.

«Hay cierta adicción a quitar cosas feas de la piel»

La dermatóloga Nerea Landa hace hincapié en que 'La doctora Lee' no muestra el funcionamiento habitual de una consulta, ya que se centra en lo extraordinario. «Las lesiones que aparecen son muy grandes para lo que solemos ver en una consulta: muestran espinillas gigantes, lipomas enormes, verrugas tremendas... Son lesiones 'pasadas de rosca'», apunta. Pero, por supuesto, esa vertiente que podríamos llamar circense es una parte importante de su atractivo: «Se crea en el público una sensación de cierto 'rechazo', pero a la vez son sorpresivas por su aspecto o su tamaño fuera de lo habitual... y te mantienen enganchada, esperando ver cómo las quitan. Hay una cierta adicción a quitar cosas feas de la piel y estos programas han encontrado un mercado en las lesiones 'grandes y feas', con historias humanas que hacen de ello una pequeña película».

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