Borrar
Flor Álvarez, subdirectora de la Escuela de Ingeniería Agraria y Forestal del campus de Ponferrada.

Ver fotos

Flor Álvarez, subdirectora de la Escuela de Ingeniería Agraria y Forestal del campus de Ponferrada. César Sánchez

Flor Álvarez: «Los bosques del futuro no van a ser como los que tenemos ahora, tenemos que adaptarnos a una nueva realidad»

La subdirectora de la Escuela de Ingeniería Agraria y Forestal del Campus de Ponferrada considera que la oleada de incendios que arrasó el noroeste peninsular el pasado fin de semana representa «una oportunidad para empezar de cero»

D. Álvarez

Sábado, 21 de octubre 2017, 11:03

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Tras los numerosos incendios que el pasado fin de semana provocaron cuatro muertos en Galicia y que afectaron también a amplias zonas de la comarca del Bierzo y de Asturias, así como al centro y norte de Portugal, la máxima responsable de la Escuela de Ingeniería Forestal de la capital berciana destaca el impacto del cambio climático en los fuegos que tienen lugar en nuestros montes y subraya la importancia de ordenar los usos y aprovechamientos de los bosques para evitar que se repitan catástrofes de este tipo.

- ¿Cómo explicamos desde un punto de vista técnico lo que ha ocurrido a estas alturas del año?

Se han juntado muchos factores, algunos ya conocidos y otros nuevos. En primer lugar, la sequía que padecemos durante todo el año hace que los combustibles que tenemos en el monte tengan un nivel muy bajo de humedad, lo que sumado al aire seco y al viento provoca incendios. Eso lo tenemos casi todos los veranos, pero este año hemos empezado muy pronto y se ha prolongado hasta muy tarde. Además, hemos tenido algo que nunca había pasado hasta ahora: nos ha llegado una masa de aire desde el Caribe, como Ophelia, con vientos que hacen muy difícil el control de los fuegos. El tercer factor es que muchos de estos incendios no se han producido en la zona forestal sino en la zona de interfaz, la zona de transición entre lo urbano y lo forestal. Es la zona en la que estamos construyendo y hasta hace 20 o 30 años era una zona libre de combustible, porque la gente se preocupaba de limpiar el bosque alrededor de su casa. Actualmente, tenemos urbanizaciones metidas en el bosque.

- ¿Por qué estos fuegos se han concentrado en el noroeste de la Península?

En el noroeste se suma que tenemos una vegetación exuberante que crece a una velocidad enorme con el hecho de que el año pasado la superficie quemada fue muy pequeña. Lo que no ardió el año pasado va a arder este año o el siguiente. Además, existe en esta zona un uso tradicional y ancestral del fuego. Otras áreas cercanas como el País Vasco o Cantabria no tienen esa tradición de usar el fuego para quemar rastrojos, regenerar pastos o limpiar el monte. En la zona de Galicia, Asturias, el Bierzo y el norte de Portugal, el fuego es una herramienta de uso habitual para eliminar lo que nos molesta.

- ¿Significa eso que la mano del hombre está detrás de esta ola de incendios?

La vegetación no arde sola. En un estudio para la zona del Bierzo, que elaboramos desde el año 2000, la intencionalidad alcanza el 70 por ciento y sólo un ocho por ciento de los fuegos tiene su origen en rayos. Los usos del fuego son legales, pero hay que hacerlos cuando se puede y en unas ciertas condiciones que garanticen que no se nos vaya a escapar. En Galicia, la intencionalidad es todavía mayor, del 80 por ciento. No se puede comparar con ninguna otra región de Europa.

- Entre esos usos tradicionales, ¿existe alguno que sí sería adecuado?

Los ecosistemas mediterráneos, como el del Bierzo, cuentan con el fuego como elemento habitual. Cuando lo suprimimos nos encontramos con que arden 80.000 hectáreas en dos días. El fuego es una parte del ciclo, no implica la muerte sino una regeneración. Los países nórdicos son un paradigma de cómo afrontar los incendios con quemas controladas en invierno. Utilizan el fuego para bajar la carga de combustible. Los técnicos tenemos que trabajar en romper la continuidad y rebajar la carga de combustible, en cambiar la estructura de la masa forestal de nuestros montes.

- ¿Cuál sería el papel que pueden llevar a cabo las administraciones?

Deben asegurarse que la legislación en cuanto a medidas de autoprotección se cumple, tutelar las zonas de transición entre monte y entorno urbano. El fuego puede ser una herramienta de gestión, pero a día de hoy eso está muy mal visto porque somos los primeros que queremos que se extinga todo. Es muy difícil explicar a los ciudadanos que una zona debe dejarse arder para evitar problemas mayores en el futuro. En cuanto a la Administración regional, debe desarrollar políticas que permitan ordenar el territorio y dedicar cada zona al aprovechamiento más adecuado para cada una de ellas. Castilla y León tiene muchas figuras de protección y tenemos que asegurarnos que la gente puede seguir viviendo cerca de allí. La gente tiene que ser capaz de vivir del monte.

- ¿Cómo se conciencia al particular?

Con educación. Que vean que la gestión funciona. La gente tiene que verlo y darse cuenta que las circunstancias han cambiado, que tenemos que preparar a nuestros bosques para que se defiendan de los incendios que vienen. Es positivo que se hable de conceptos como autoprotección, autodefensa o margen libre de vegetación. Hasta hace poco no ocurría. Desde la Universidad, damos charlas y talleres sobre aspectos técnicos relacionados con los incendios y este año iniciaremos labores directas de concienciación en colegios y ayuntamientos, de la mano de la gente que trabaja en prevención. Hay que hacer llegar a los niños la importancia de evitar los incendios. Además, trabajamos de forma muy directa con el Ayuntamiento de Ponferrada como asesores en la elaboración de un plan de defensa contra incendios y una parte de nuestros alumnos forman parte del operativo de extinción de la Junta. En cuanto a la investigación, trabajamos con imágenes de satélite y sensores montados en drones que nos ayudan a priorizar las zonas en las que es más urgente actuar. También colaboramos con el seguimiento de los incendios y de sus efectos y trabajamos en la recuperación de suelos quemados.

- ¿Qué es lo más urgente?

Proteger las vidas humanas. Si arden 100 hectáreas más o menos, eso se puede recuperar, pero una vida humana no. Es muy triste que arda el bosque pero es más triste que muera la gente. La limpieza de los montes tiene que ser obligatoria, o empezamos a tomar medidas de este tipo o va a ser muy difícil atacar el problema. Lo que pasa muchas veces es que ni se sabe quién es el propietario. Además, ¿cómo vamos a desbrozar un millón de hectáreas en Castilla y León? Tener los bosques o el monte como parques no es la solución, porque afectaría a la biodiversidad. Es el momento de ser creativos, de diseñar los bosques que van a venir. Hay propuestas que tienen a mucha gente interesada, como crear un banco de tierras forestal, a imagen del Banco de Tierras agrícolas del Consejo Comarcal. Los ingenieros de montes e ingenieros forestales, junto a biólogos y todos los que trabajamos en el sector del medio ambiente, tenemos un papel fundamental. La problemática de los incendios afecta a nivel mundial, pero la forma de gestionarlos va a tener que ser diferente y adaptarse a las características de cada zona.

- Ha dicho que la problemática afecta a nivel mundial. ¿Significa eso que los fuegos de los últimos días están relacionados con el cambio climático?

Uno de los mayores expertos a nivel internacional, Marc Castellnou, ya ha dicho que estos son incendios de cambio climático. Somos muy buenos extinguiendo incendios, pero estos no son fuegos normales. Desde hace un año, sólo en el Bierzo y la Cabrera hemos tenido seis grandes incendios y eso no es normal. Los montes que tenemos ahora y su estructura son insostenibles. Es una pena que cada año se nos quemen 20.000 hectáreas pero tenemos que verlo como una oportunidad para empezar de cero. En todo el mundo estamos en una época de transición, vamos a tener que 'resetearnos'. Heredamos unos bosques que se utilizaban para leña, pero ahora no estamos preparados para lo que viene. El reto para los ingenieros que ahora están estudiando consiste en diseñar los bosques del futuro. Los bosques del futuro no van a ser como los que tenemos ahora, tenemos que adaptarnos a una nueva realidad.

- ¿Qué usos podrán tener esos bosques del futuro?

En primer lugar está el uso productor, no hay que tener miedo de decirlo, no es ningún delito. Si el monte es rentable, se quemará mucho menos. También hay un uso protector, porque el bosque es el que evita la erosión y las riadas. Eso tiene que primar cuando la administración pública hace repoblaciones. Por último, hay un uso recreativo que cada día aumenta más, porque la gente va al monte a caminar, para ir en bicicleta o para disfrutar de la naturaleza. Además, hay una serie de externalidades, que son muy difíciles de valorar económicamente, como el papel vital que juegan los árboles en la producción de oxígeno y el secuestro del dióxido de carbono. No todos los bosques se pueden utilizar para producir, lo ideal es que todos los usos se den al tiempo, pero es normal que en algunos sitios prime un uso por encima de otro. Lo que tenemos que hacer es ordenar el territorio para paliar este desorden tremendo.

- ¿Cómo influye la proliferación de monocultivos?

No podemos pensar en vetar a las especies, sino en buscar a las más adecuadas para cada zona. No hay evidencia de que los monocultivos incrementen el riesgo de incendio, depende totalmente de cómo esté gestionada esa masa, de su estructura. Ninguna especie es resistente al fuego, todos los árboles acaban ardiendo. Aquí en el Bierzo, el 85 por ciento de la superficie que arde es no arbolada. La mayor parte de los fuegos afectan a matorral o pastos, no a zonas de árboles. Nuestro principal problema está en el monte que no es bosque, en el que no hay aprovechamientos. El impacto es mucho mayor porque son incendios muy difíciles de controlar.

- ¿Qué se puede hacer con esos montes que no tienen árboles?

El aprovechamiento de biomasa es una opción muy clara. Hay algunos montes que se tienen que conservar por su valor intrínseco, pero hay que planificar para intentar que todas las zonas sean rentables. No hay blanco ni negro, hay que ordenar el territorio. Hay zonas que tienen que estar quemadas, aunque suene trágico. Esas áreas cortafuegos sin vegetación están ahí para evitar que se quemen otras zonas. Además, ahora tenemos unas condiciones muy distintas, el problema de raíz viene de la despoblación rural. Antes los propios vecinos apagaban los fuegos, ahora no hay vecinos en el pueblo para cuidar el monte y evitar que arda. Nuestro monte es el reflejo de la sociedad que tenemos: somos muy urbanitas pero queremos estar en contacto con la naturaleza. Queremos ver el monte como lo tenían nuestros abuelos pero no queremos trabajar en el monte. Vivir cerca del bosque no es lo mismo que vivir del bosque.

- Respecto a la extinción, ¿hay algún aspecto en el que se pueda mejorar?

Estamos inmersos en una política de supresión de incendios desde principios de siglo, que indica que todos los incendios tienen que apagarse. Pero se da la paradoja de la extinción, que señala que cuanto mejor eres extinguiendo, más incendios fuera de control tendrás en el futuro. Esto pasa porque si eres muy bueno en la extinción, creas combustible para años posteriores, auténticas bombas en nuestros bosques.

- ¿Será posible en el futuro acabar con los incendios?

Nunca vamos a llegar a incendios cero, es una utopía. Además, tampoco sería bueno para el bosque. Este desmadre que hemos vivido se debe a que nuestros bosques están envejecidos y no se están aprovechando. El bosque es como un cultivo agrícola, hay que cuidarlo. La zona de pinares de Soria es un ejemplo de cómo ordenar los montes para organizar los aprovechamientos y que estén disponibles recursos como la resina, el corcho o las setas. Si tú vives del monte, te preocupas de que no arda. Aquí en el Bierzo, tenemos eso mismo en Sancedo, es nuestra pequeña Soria. Los propietarios se preocupan de que los montes tengan poco combustible porque obtienen un rendimiento económico. No hay que descargar la gestión en la administración pública, no podemos esperar a que limpien nuestra casa, la administración que se encargue de limpiar sus montes. Es muy importante que los propietarios se responsabilicen y, cuando no lo hagan, la administración tiene que actuar, multando y llevando a cabo las medidas de manera subsidiaria. Todo el mundo pide más gestión forestal pero luego no gusta cuando se les dice que hay que desbrozar o mantener 25 metros libres de combustible alrededor de casa. No hacen falta más leyes, lo que hace falta es que se cumplan las que hay.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios