
Emotivo adiós a 44 años en la Policía Nacional: «Recuerdo patrullar ocho horas a pie y con malas transmisiones»
Patricio Díez se jubila este lunes 19 de mayo dejando muchas enseñanzas en la comisaría de León y con un emotivo homenaje bajo la lluvia de todos sus compañeros del turno
El lunes 19 de mayo Ramón Patricio Díez Pérez cumple 65 años y oficialmente comienza su jubilación, aunque muchos bromean con que ese día se presentará en la comisaría de la Policía Nacional de León. Así lo ha hecho durante casi 44 años de servicio, ya que su mayoría los ha desarrollado en casa. Lo suyo es vocación y nadie lo duda. Incluso tuvo que realizar el examen de acceso dos veces. El 3 de septiembre de 1980, una fecha que recuerda de memoria y así la comparte, entró en la academia de Santander, pero pidió la baja por una enfermedad de su madre. Un año más tarde volvía a intentarlo y entraba de nuevo, en este caso, en Segovia. El primer destino fue en presidencia del Gobierno, pero las garitas y los días de servicio tranquilos no eran para él con lo que pidió el traslado a la llamaba tercera compañía reserva general ya que una de las 22 que había en España estaba en León. Las salidas eran, en su mayoría, al País Vasco y en los años 80 y 90 esta situación hacía que la vida tranquila de su madre en Santa Marina del Rey se llenase de preocupación. «Fue el mayor disgusto que le dí a mi madre», recuerda Ramón Patricio Díez Pérez, Policía Nacional jubilado, cuando le preguntan que le dijeron en casa.
Su padre era guarda forestal, «de Icona» (Instituto para la Conservación de la Naturaleza) y puede que de ese servicio a la sociedad le viniera a él querer ingresar en el cuerpo, sea como fuere, Patricio Díez asegura que la Policía Nacional «para mi es todo, fue todo que ahora ya paso a otra situación», bromea con su jubilación. Con un brillo en los ojos propio de la emoción reconoce que «cuando te gusta la profesión vienes a gusto y vienes contento» e incluso asegura que «cuando estaba en el descanso me cundía».
En su segunda salida con la reserva, «todavía lo tengo grabado» y de eso hace ya más de 40 años, el miedo de su madre se hizo presente. «La primera fue a Burgos por las Fuerzas Armadas, estuvimos ahí 8 o 15 días. Y la segunda a los 8 días salimos para Bilbao, para Basauri. Cuando se lo dije a mi madre, todavía recuerdo la pobre, lloraba con una perdida». El policía recuerda que aquellos años eran complicados y en casa «me decía: 'no salgáis por allí'. Pero bueno, lo que es una madre a un chaval de 23 años. No salíamos el primer día, al segundo ya andamos por las discotecas. ¿Quién te sujetaba allí tanto tiempo?», asegura entre risas mientras reconoce que a su madre «le decía que no salía» para que estuviera tranquila.

A lo largo de sus 44 años de servicio ha vivido muchas historias, muchas intervenciones, ha conocido a muchos compañeros y ha estado bajo las órdenes de siete comisarios, a los que recuerda con nombre y apellidos. Pero sus ojos se iluminan cuando habla de la seguridad ciudadana, del trabajo de los Z en las calles de León y la ayuda que prestan a quienes más les necesitan. También recuerda cómo ha cambiado el cuerpo y los medios con los que ahora cuentan. «Hay que actualizarse, yo cuando vine aquí teníamos una Olivetti 80 y ahora pasamos a los ordenadores. Si no te te pones al día, te van apartando», reconoce una persona que hasta el último día de su carrera ha buscado seguir mejorando a nivel físico y administrativo. «Hay que ponerse al día».
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Unos cambios que les han llevado de «ir a patrullar a pie a hacerlo con los mejores medios». Al igual que la sociedad, el cuerpo de la Policía Nacional ha avanzado estos años, pero quienes hace 44 años entraron en la comisaría de León lo hicieron como «militares de carrera» y las intervenciones eran a pie. «Yo me acuerdo de patrullar a pie, no había vehículos casi, íbamos seis policías en una furgoneta y te iban dejando por calles», relata con la emoción de lo vivido.
«Me acuerdo que salía una furgoneta marrón y te iba dejando por parejas, pues tú patrullas de Ordoño hasta San Marcos, otro hasta San Claudio. Te dejaban a pie las ocho horas y con malas transmisiones». Un tiempo en el que «pedir antecedentes a la sala» que ahora se hace a través de la radio y en apenas segundos, en aquellos momentos «se llamaba a la sala al 091 y el 091 tenía que llamar a Valladolid».
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«Yo me acuerdo de patrullar a pie, no había vehículos casi, íbamos seis policías en una furgoneta y te iban dejando por calles»
Patricio Díez
Policía Nacional Jubilado
Los medios han cambiado y la delincuencia también. Recuerda cuando empezó cómo los robos eran uno de los delitos más cometidos. Pequeños hurtos que buscaban sacar algo de dinero en efectivo para pagar las dosis de heroína. También recuerda los problemas que ellos vivían y asegura que «aquella delincuencia era de la heroína». No es algo nuevo ni que no se sepa en la sociedad, pero las situaciones derivadas de esos pequeños delitos crearon grandes problemas en algunos agentes. Pudo ser el caso de Patricio Díez, aunque por suerte quedó en un susto. «En un cacheo en la plaza Riaño me clavé una aguja», recuerda el agente que podría dar el nombre de la persona a la que estaba registrando sin problemas, aunque no es relevante para la historia. «Hoy tenemos guantes anticorte, de aquella ibas con el uniforme y ya. No sé cómo tenía la jeringuilla, pero le fui a cachear la chaqueta y me la clavé en el dedo», asegura mientras no deja de tocarse uno de los dedos de la mano derecha como si hubiera sido ayer.

Recuerda que «Manolin, que en paz descanse, nos había dado un curso y nos dijo: 'Si os pasa alguna vez echar lejía lo antes posible'». Con este consejo Patricio fue a una pequeña tienda de la zona, «un spar que había cerca», y pidió una botella de lejía y que se la echasen en la mano. «Lo pasé mal, lo pasé muy mal», recuerda. A pesar de que habían revisado el historial médico del delincuente y no tenía enfermedades tuvo que estar un año realizando análisis de sangre durante cada tres meses para asegurarse de que no había cogido ninguna enfermedad. No fue el único caso de León que sufrió este tipo de accidentes en aquellos años.
En casa «sin novedad»
Si su madre lo pasó mal cuando ingresó en la academia, tras el noviazgo y la boda con Marisa la preocupación fue compartida. Por ello, la norma para Patricio fue clara durante estos 44 años: no llevarse trabajo a casa.
«En casa no me gustaba hablar del cuerpo, la verdad, no quería», reconoce el agente jubilado. «Si tenía una intervención mala, que tuve un par de tiroteos aquí, no decía nada». Patricio reconoce que «nunca dije nada en casa, porque es preocuparlos» y cree que «si te pasa algo se van a enterar» con lo que no era necesario contar aquellas intervenciones que pudieran ser más complicadas. «Yo llegaba a casa y como decíamos aquí 'sin novedad', no contabas nada. En tantos años he tenido pues de todo. Intervenciones muy buenas, regulares y malas».
«Estoy agradecido a los mandos, que cuando tenías ya una edad me dijeron: 'Patricio, vete a su subdelegación' y yo les decía: 'que no me gusta, hombre, no me castigue'»
Patricio Díez
Policía Nacional Jubilado
Pero eso es, en parte, lo que más le caracteriza. Nunca quiso dejar la calle, la seguridad ciudadana, los Z. «Estoy agradecido a los mandos, que cuando tenías ya una edad me dijeron: 'Patricio, vete a su subdelegación' y yo les decía: 'que no me gusta, hombre, no me castigue'», relata el agente que acabó su turno a las 7:00 de la mañana patrullando por las calles de León. Porque hay cosas malas, pero también las hay buenas y muy buenas. ¿Las mejores? «Generalmente son por servicios humanitarios. Y ahora se nos da muchos casos. Hay mucha gente mayor de 80 o 90 años que a quién llaman a las tres o las cuatro de la mañana, pues a la Policía, porque el Z está ahí en dos minutos», asegura el agente jubilado.
Patricio recuerda una de esas intervenciones, una de las últimas, «levantamos al marido que estaba impedido, lo metemos en la cama y la mujer que a toda costa que tomáramos café ¿Cómo vamos a tomar café a las tres de la mañana?». Esa sinceridad por agradecer el trabajo de estas intervenciones es lo que más ha enganchado a Patricio Díez a la Policía Nacional.
Herencia del cuerpo
Dicen los que le conocen que Patricio «deja una herencia en el cuerpo, hay nombres que se van a recordar a lo largo de los años y sin duda el suyo es uno de ellos». Y así lo vivimos en comisaría cuando, mientras esperamos su llegada, algunos compañeros que no estaban en su turno contaban lo preparado que estaba a nivel físico, lo dispuesto a ayudar siempre y lo buen compañero que había sido estos años. Todos tienen palabras de cariño para él y también actos. El cierre del turno en su último día de trabajo bajo una fuerte lluvia en la capital leonesa todos sus compañeros se unieron para despedirle. «Murió mi padre que era lo que más quería y más lloré, pero yo creo que no lloré como aquí. La verdad que me dieron mucha alegría».



Y no fue la única sorpresa, ya que «me hicieron otro homenaje en el pueblo, fueron allí sin avisar, me dijeron que iban a tomar algo unos y me apareció todo el turno a comer». Una situación que se da porque es un compañero muy querido, pero también porque «estaba en un turno, la verdad, que muy unido». Desde la sala, pasando por la seguridad ciudadana o la inspección de guardia. Patricio tiene palabras bonitas para todos.
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Patricio se jubila dejando muchas enseñanzas en la comisaría de León, muchos compañeros y también amigos, pero sobre todo demostrando que hay quienes viven el cuerpo como una pasión. Y si ahora tuviera que volver a elegir ¿sería de nuevo Policía Nacional? «Sí, sí, sí, yo lo intentaría, ahora se exige muchísimo, pues a hincar los codos y a empollar. Me ha gustado tanto que se me han pasado los 44 años que no me que no me he enterado».
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