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El leonés Sergio Canga (Esecé) triunfa en distintos escenarios de arte urbano en Cataluña.

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El leonés Sergio Canga (Esecé) triunfa en distintos escenarios de arte urbano en Cataluña. ICAL

Esecé 'conquista' Cataluña

El gordonés Sergio Canga se hace hueco en un territorio que ofrece muchas oportunidades relacionadas con el arte urbano

elena f. gordón

Domingo, 9 de septiembre 2018, 13:18

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En agosto se cumplió un año desde que Sergio Canga Caamaño (Ciñera de Gordón, León,1984), al que muchos pudieron rostro como autor de esculturas de nieve, viajó a Cataluña. Conoció a su actual jefe -trabaja en una empresa de reformas e interiorismo de Badalona- en una casa donde pintó un mural con los espráis en los que centra su polifacética actividad artística, que firma como Esecé.

Ya instalado, empezó a tomar contacto con los 'murs lliures' (muros libres) de Barcelona, espacios legales disponibles para pintar grafiti bajo reserva previa en los que el arte nace consciente de su condición efímera. Un león que dibujó en homenaje a sus compañeros del equipo de balonmano Cuatro Valles por ganar la liga duró dos días mientras una geisha «surrealista» que acompañaba a un guerrero samurai obra de su amigo Antón García Seoane (Roke) estuvo casi dos meses.

También formó parte de una pintada colectiva -participaron 40 artistas- organizada en la plaza de Botticelli del barcelonés barrio de Horta para conmemorar el Día Internacional de la Pintura y de otra organizada para denunciar todo tipo de maltratro.

En la Galería Arteria de Barcelona suma tres muestras de arte urbano, además de otras intervenciones en diversos espacios. En menos de diez meses, dedicándole únicamente los fines de semana, Esecé avanza en su todavía breve pero intensa trayectoria en Cataluña, donde una de sus experiencias más gratificantes la aportó un evento llevado a cabo en el Instituto Torrent de las Bruises de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), organizador por uno de sus profesores, Arnau, y por la fotógrafa de arte urbano Gloria Ortiz, que sirvió para renovar la imagen del centro, con una intervención en 600 metros cuadrados de muro. Parte de la nueva imagen corrió a cargo de Sergio, que junto a otros tres artistas, dio forma a una bruja.

Una mujer india con penacho es su obra de Carrer de l'Agricultura (Provençals del Poblenou, Barcelona), donde todos los muros de una manzana se pueden pintar y en breve se dispone a preparar la decoración interior de un establecimiento hostelero cercano a la Plaza de Sants. También prepara una exposición de acuarelas y cuadros sobre material reciclado, consciente de que su traslado le ha supuesto abrir su arte a un mundo de oportunidades.

Por eso, de momento, se queda en Cataluña. «Aquí hay eventos cada poco; hay semanas que coinciden más de uno, conoces mucha gente de distintos sitios... he pintado con gente de Grecia, de Rusia, Francia, Perú, México, Chile... es un ambiente multicultural, conoces la técnica de cada uno y te enriqueces», detalla.

La evolución de estos últimos meses mantiene vivo el sueño de poder montar un estudio propio y dedicarse exclusivamente al arte. «No sé si con el tiempo volveré a hacer algo de escultura», comenta al margen de algunos encargos pendientes de unos trofeos que le aportan «la cuota de vínculo con la tierrina» y que su padre termina de montar y reparte.

Sergio, el joven que diseñó un muñeco gigante de Lego, un cocodrilo creado a base de teclas de ordenador y enchufes, cuyos seguidores en Facebook e Instagram se disparan, y que conquistó las redes sociales con distintas escenas 'fabricadas' en la abundante nieve de su Ciñera natal («este año no la toqué y me estaba reconcomiendo por dentro», reconoce), donde pintó un hermoso mural de una pareja de ancianos, cotiza ahora al alza en Cataluña.

Este verano, de vuelta a su pueblo para pasar las vacaciones tuvo muchas anécdotas y experiencias que compartir, sabedor de que poco a poco está consiguiendo tener un nombre propio en el mundillo del arte urbano. Se siente «superagradecido» y cada vez se ve más integrado en un ambiente en el que, concluye, «no hay envidias ni malos rollos».

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