El arte de la siesta perfecta: cómo reiniciar cuerpo y alma en habitaciones legendarias
¿Crees que la siesta es solo cerrar los ojos un rato? Error. Hay un arte detrás de ese descanso mágico de mitad de día. ¿Cuánto debe durar para no despertarte peor que antes? ¿Cómo convertir unos minutos de desconexión en un chute de energía? Dormir la siesta puede pasar de ser un hábito improvisado a una experiencia sensorial, casi ritual, si aciertas con el tiempo y el lugar.
La elección de un lugar agradable es crucial para que la siesta sea realmente reparadora. En la imagen, habitación del Parador de Chinchón, la capilla de Felipe V.
Tras la comida del mediodía, con todas las obligaciones cumplidas y vencido por el calor y la modorra, el pueblo romano se echaba a dormir. Tanto si la practicas como si no, es muy posible que no sepas que la palabra castellana ‘siesta’ deriva de la ‘hora sexta’, que correspondía aproximadamente a las 12 pm de nuestro sistema horario. Dormir es una necesidad y un placer: según el estudio Biological Rhythms and Behavior, la siesta es consecuencia natural del descenso de la sangre al estómago para realizar una buena digestión. Sin embargo y a pesar de sus beneficios (la NASA ha calculado que una siesta de 26 minutos aumenta el rendimiento laboral en un 34% y el estado de alerta hasta un 54%) casi el 60% de los españoles nunca la duerme, dicen los datos de la BBC.
«La naturaleza nunca ha pretendido que la humanidad trabaje desde las ocho de la mañana hasta medianoche sin el refresco del bendito olvido, que, aunque dure solo veinte minutos, basta para renovar todas las fuerzas vitales», escribió Winston Churchill en The gathering storm, el primero de los seis volúmenes que dedicó a la Segunda Guerra Mundial.
La siesta debe durar entre 10 y 20 minutos para un descanso perfecto.
Pero, ¿y cómo debe ser la siesta perfecta? Los expertos desvelan que el tiempo ideal que debe durar una siesta para notar un descanso reparador es entre 10 y 20 minutos. Es preferible que no sea después de las tres de la tarde, ya que podría influir en el descanso de la noche. El entorno también es importante: hay que crear un buen ambiente para dormir, un sitio tranquilo, agradable, con una temperatura óptima y una luz suave. En definitiva, un espacio que invite a soñar. Aquí es donde empieza nuestro viaje: hacia los lugares donde la siesta es mucho más que un descanso reparador, es un lujo. Estancias donde antes descansaron reyes o rezaron monjes, donde el horizonte se cuela por las ventanas y el tiempo avanza sin prisas. Lugares que Paradores ha convertido en el escenario perfecto de una siesta inolvidable.
Habitaciones increíbles para disfrutar de una buena siesta
Dormir en un Parador no es solo descansar. Es sentir que cada sueño tiene pedigrí. Con más de 6030 habitaciones en toda España (sin contar las 35 del encantador Parador Casa da Ínsua en Portugal), su abanico de alojamientos satisface todos los gustos: desde refugios envueltos en frondosos bosques hasta estancias que miran al mar, pasando por antiguos conventos donde solo se escucha el silencio o fortalezas que conservan los ecos de los reyes que los habitaron. En todo este universo de Paradores hay habitaciones que más que para dormir, son para sentir, recordar y contar. Espacios únicos por su historia, su decoración y su ubicación donde para soñar no es necesario estar durmiendo.
Es importante que cada detalle invite a la calma, como este evocador pasillo del Parador de El Saler.
Sueño de trovadores
Imagina disfrutar de un delicioso guiso manchego en el salón de un impresionante castillo con más de trece siglos de historia y terminar la faena disfrutando de una grata cabezadita en su torre del homenaje. Imagina que se trata de la atalaya de una fortaleza que fue morada del Infante Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X El Sabio y autor de El Conde Lucanor.
La habitación 106 del Parador de Alarcón, que precisamente lleva el nombre del citado infante, invita a relajarse y a contemplar desde la cómoda perspectiva horizontal de la cama, su bóveda de medio punto, la calidez de sus ladrillos y su ambiente acogedor. La mejor atmósfera, sin duda, para conciliar el sueño emulando, desde el imaginario, el sonido del laúd o el litúrgico canto gregoriano.
Volviendo a la realidad y tras un reparador y medieval descanso, desvela el secreto que se esconde tras las escaleras: nada menos que el acceso privado a la antigua almena vigía desde la que se dibujan unas vistas de ensueño. Así da gusto darle la bienvenida a la tarde después de una buena siesta.
En la habitación Infante Don Juan Manuel del Parador de Alarcón, la siesta se considera patrimonio nacional.
Sesteo junto al Atlántico
Y si antes despertábamos de un sueño medieval entre piedras centenarias, ahora sucumbimos al descanso que nos plantea el horizonte azul, porque no hay nada más terapéutico que mirar al mar y escuchar su relajante sonido. Eso es precisamente lo que te espera desde el Parador de Baiona, un palacio señorial gallego emplazado en el recinto de una fortaleza histórica con vistas a toda la bahía y a las Rías Baixas. La energía del océano se cuela dentro, incluso mientras se disfruta de un buen pescado de lonja o de un tradicional plato de cocina gallega como el rico pulpo a feira. El homenaje gastronómico, a la par que se contempla la fuerza de las olas golpeando las rocas, está servido. Y, al levantarse de la mesa, también un posterior sueñecito reparador.
El océano siempre regala serenidad. Vistas desde el Parador de Baiona.
En la habitación 323, “El mirador de la virgen de la roca”, sus 65 metros cuadrados, que rinden pleitesía al exterior desde sus enormes ventanales, invitan a ello. El Cabo Silleiro, el monumento a la Virgen de la Roca, que da nombre a la estancia, y los preciosos atardeceres sobre la playa de Os Frades (que apela a los frailes de un antiguo monasterio ubicado en la fortaleza, que elegían esta playa como zona de baño), forman parte del bello espectáculo que se divisa desde la habitación. Además desde aquí tendrás la posibilidad de ver el paso de los grandes buques cargueros que llegan desde el sur al puerto de Vigo y pequeñas embarcaciones que faenan a primera hora. La vida y la naturaleza abriéndose camino. Y mientras, en el interior, se respira tranquilidad, silencio y relajación entre el salón privado, el baño con bañera de hidromasaje y una cama con dosel de 2x2 metros que aguarda tu sagrado reposo.
La habitación El mirador de la virgen de la Roca, del Parador de Baiona, regala una preciosa vista.
Como un lirón… de la nobleza
Se desvanece el murmullo de las olas y el descanso junto al Atlántico cesa para dar paso a otro sueño que toma el relevo: el de dormir como un noble entre secretos palaciegos. En el claustro superior del antiguo palacio de los Duques de Feria, la Sala Dorada (habitación 314) del Parador de Zafra, construida en el siglo XVI por la segunda Condesa de Feria, Doña Constanza Osorio, deslumbra con su artesonado original de los siglos XVI y XVII, ribeteado con los escudos de los primeros señores y duques de Feria. Una espectacular techumbre de madera dividida en casetones en los que se van alternando los escudos nobiliarios: las cinco hojas de higuera de los Suarez de Figueroa y las estrellas y los lobos de Constanza Osorio. Sin duda, una privilegiada vista a la historia, que podrás disfrutar desde la cama de 2x2 metros con cabeceros de madera tallados.
Aunque para vista, la que ofrece la gran terraza privada y cuyo ventanal posee una de las grandes rejas más características de la época (siglo XV) ya que está sellada sin remaches, a golpe de fuego y martillo. Esta terraza, que da a la Plaza de la Constitución, ofrece unas vistas espectaculares de la Iglesia de la Candelaria y de la Sierra del Castellar (situada al oeste de la ciudad de Zafra y dominada por un impresionante macizo rocoso).
El ambiente, entre palaciego y conventual, invita a una pausa larga y silenciosa, como las que tomaban los nobles tras las audiencias, pues aquí según se cree, el II Duque de Feria, don Lorenzo Suárez de Figueroa pudo haber instalado su despacho. Y cuenta la historia que aquí se reunió con Hernán Cortés antes de que el descubridor partiera hacia el Nuevo Mundo. Una suite que despierta todo un imaginario de ambiciones e intrigas.
La terraza de la Sala Dorada (habitación 314) del Parador de Zafra regala una panorámica única. Descanso dentro, espectáculo fuera.
Emula a una estrella de cine
El sueño nos guía ahora a otro tipo de realeza: la de los focos, las alfombras rojas y los nombres que hacen historia en la gran pantalla.Imagina cómo el murmullo del Bidasoa se cuela por la ventana como una melodía discreta. Tras un paseo por el casco antiguo y un pintxo bien merecido, la habitación Carlos V (101) del Parador de Hondarribia te espera como un trono horizontal para la siesta más majestuosa de tu vida.
Es la más representativa del edificio, revestida en piedra, una cama de 2x2 metros y vistas dobles: a la plaza de armas y a la desembocadura del Bidasoa. Dos ventanales que dejan entrever el enorme grosor de sus muros, dando la sensación de estar en un balcón interior. Aquí, bajo este mismo techo han dormido grandes estrellas de cine ligadas a los premios del festival de cine de Donosti. Celebridades como Sofía Loren, Jessica Lange, Matt Damon… y figuras de la literatura como Camilo José Cela.
Hoy la celebridad serás tú. Tras un paseo por el casco histórico y una buena ración de txangurro, la siesta se convierte en un acto solemne con escudo y corona. Y con mucha estrella. Porque en esta suite, hasta Morfeo brilla.
De Sofía Loren a Matt Damon, pasando por Camilo José Cela. La Habitación Carlos V, del Parador de Hondarribia, guarda secretos de cine y literatura.
Descanso junto al Mediterráneo
¿Y si cambiamos los aplausos del cine por el rumor de las olas para seguir soñando? Hay lujos que deberían disfrutarse al menos una vez en la vida, y el que ofrece El Xaloc, la habitación 122 del Parador de El Saler, es una de esas cosas que cuando se prueban y se sienten resultan difíciles de olvidar. Nada menos que 200 metros cuadrados iluminados por la luz natural que devuelve este tranquilo rincón valenciano, a cobijo de La Albufera y el mar, con dos pantallas de plasma, ducha efecto lluvia y un jacuzzi en la terraza del que no querrás salir, con preciosas vistas al campo de golf, al mar y al macizo del Montgó.
La vida desde este reducto de calma, vestido de diseño, resulta maravillosa. Tanto como ese onírico reposo al que invita su inmensa cama. Con las energías renovadas tras una agradable cabezadita, nada como una buena partida de golf o un paseo por la playa. Descanso y desconexión aseguradas.
En el Parador de El Saler, el descanso suena a mar y huele a pino.
Soñar en plena sierra de Guadarrama
El viento del Mediterráneo ahora da paso a otra forma de belleza: la que nace entre palacios ilustrados, jardines reales y siestas que también alimentan el alma.
El Parador de La Granja, envuelto del paisaje otoñal de la sierra.
En la Casa de los Infantes, construida por orden de Carlos III para sus hijos Gabriel y Antonio, se encuentra la habitación 219 del Parador de La Granja, dedicada al infante ilustrado Don Gabriel. Erudito, músico y traductor de Salustio, su espíritu cultiva esta estancia en la que la elegancia clásica se funde con el confort contemporáneo. La cama de gran tamaño, el home cinema, la bañera de hidromasaje y los ventanales que se abren al Real Sitio convierten esta habitación en un homenaje al saber y al descanso.
Aquí, cada detalle parece pensado para estimular la contemplación: desde el mobiliario sobrio y refinado hasta la luz que entra tamizada por las cortinas, como si el tiempo se detuviera. Tras un paseo por los jardines de La Granja o una visita a la Real Fábrica de Cristales, lo suyo es rendirse a una siesta ilustrada, de esas que además de reparar el cuerpo elevan el espíritu.
La habitación Infante Don Gabriel, del Parador de La Granja, lista para una siesta histórica.
El sueño del primer abad
Otro tipo de descanso despierta ahora más al norte. Uno que busca serenarse en el silencio de un antiguo monasterio. La habitación 210 del Parador de Santo Estevo, en pleno corazón de la Ribeira Sacra, lleva el nombre del abad Franquila, el primero que dirigió este monasterio benedictino fundado en el siglo IX por el rey Ordoño II. Situada en la parte más alta del edificio, la estancia parece pensada para quien busca desconectar del mundo y entregarse al descanso con mayúsculas.
Tres ventanales se abren al cañón del Sil y al bosque que envuelve el monasterio. Mientras, en su interior te espera un salón recibidor, baño con bañera de hidromasaje y ducha, y una cama de 2x2 metros que invita a estirarse sin mirar el reloj. Un lugar en el que solo cabe el silencio…
El silencio para una buena siesta, claro. Una de esas que reinician el sistema. Una pausa larga, lenta, con vocación de retiro. De esas que no solo descansan el cuerpo, sino que aclaran las ideas. Como si el mismísimo abad Franquila te diera permiso para no hacer nada. Y hacerlo bien.
La habitación del Abad Franquila, del Parador de Santo Estevo, invita a desconectar del mundo.
Una siesta ducal con vistas al Arlanza
La habitación Infanta Margarita (106) del Parador de Lerma, impresionante palacio del siglo XVII, lleva el nombre de la hija de Felipe IV, bautizada en esta villa ducal que fue epicentro del poder en tiempos del Duque de Lerma. Situada en el Patio de Bolaños, donde en otro tiempo Lope de Vega representó muchas de sus obras, la estancia ofrece vistas a la Vega del Arlanza y una atmósfera que mezcla nobleza y recogimiento.
La cama es de tamaño gigante y cuenta con jacuzzi y con mobiliario tan sobrio como majestuoso. Aquí se duerme como se gobernaba, con perspectiva y pompa. Y con ese silencio que reina entre los muros palaciegos y que invita a echarse una siesta que bien podría durar hasta el siglo siguiente.
Dure unos minutos o una eternidad, el cuerpo aquí se entrega al descanso e invita a soñar y a recorrer los pasillos del Palacio Ducal, imaginando intrigas cortesanas y recepciones fastuosas. Porque en esta habitación la siesta será memorable.
La siesta perfecta existe: Suite Infante Margarita, Parador de Lerma.
Homenaje real en Chinchón
Una siesta digna de un rey es precisamente lo que te espera en la habitación 104 del Parador de Chinchón. La capilla de Felipe V, que así se llama la estancia, es uno de los secretos mejor guardados del antiguo monasterio de Nuestra Señora del Paraíso, fundado en el siglo XV, donde se emplaza el Parador de Chinchón. Dedicada al primer Borbón de España porque fue proclamado rey en la Plaza Mayor de este pueblo madrileño en 1706, la estancia ocupa parte de la antigua capilla. De ahí su nombre y el espectacular techo abovedado, que asciende a una altura de siete metros.
Los Jardines del Parador de Chinchón invitan a la relajación y la calma.
Con la quietud de las vistas al jardín y dejándose envolver por el encanto de los murales de papel que decoran la pared y que evocan los jardines de Aranjuez, déjate caer en la impresionante cama con dosel que los actores Margot Robbie, Pamela Anderson y Matt Dillon ya disfrutaron antes.
Una habitación increíble. Aunque no es la única. La habitación de La Condesa, otras de las emblemáticas estancias de este alojamiento, también ha recibido a grandes estrellas. Artistas como Mark Knoppfler, Tina Turner o Luis Eduardo Aute y cineastas como Wes Craven han disfrutado de la serenidad de este cuarto que luce en sus textiles el famoso estampado Ladrón de Fresas, del diseñador William Morris. Elijas la romántica Capilla o la de La Condesa, deja que Morfeo te abrace para un reparador descanso, digno de artistas y estrellas de Hollywood.
Siesta con título: Habitación de la Condesa, Parador de Chinchón.
La habitación de su santidad y de su satánica majestad
Del elegante susurro de reyes y condesas pasamos ahora a un escenario donde el descanso se inclina hacia lo canalla. Aquí el descanso convive entre cardenales y rockeros.
La habitación del Cardenal (329) del Parador de Santiago de Compostela, considerado el hotel más antiguo de España, es una de las más nobles del antiguo hospital de peregrinos. En ella durmió el cardenal Roncalli antes de convertirse en el Papa Juan XXIII, pero también uno de los músicos más legendarios: Mick Jagger, durante las fiestas del Xacobeo de 1999. Con artesonado mudéjar, sillón frailero del siglo XVII, cuadro barroco de Santa Dorotea, chimenea de piedra y dos camas con dosel, esta estancia que mira a la Plaza del Obradorio, es puro espectáculo. La bañera de hidromasaje y el silencio monacal completan una experiencia que mezcla lo sagrado y lo profano con elegancia. Una estancia que será para ti como una sacrílega bendición.
En la habitación del Cardenal del Parador de Santiago de Compostela, la siesta roza lo divino.
Una siesta monumental y andalusí
Cuando las guitarras dejan de sonar, el sueño emprende rumbo al sur, donde el descanso se vuelve leyenda entre el murmullo del agua, los muros nazaríes y el rojo eterno de la Alhambra. Disfrutar de un solo vistazo de Sierra Nevada, la vega de Granada y, además, de la Alhambra (del Palacio del Generalife y sus jardines y de la serena alberca del patio de los Arrayanes), es algo que sólo es posible desde una habitación muy especial del Parador de Granada, la 304 llamada Torre del Alba. Una estancia de dos plantas, con salón en la parte inferior y la zona de descanso en la parte superior, que brinda vistas de 360 grados. Puro espectáculo a merced de la historia, la naturaleza y la belleza en este Parador que se encuentra dentro del monumento más visitado de España, que además funcionó como el primer convento cristiano, levantado sobre un palacio nazarí.
El rumor del agua, el sonido inerte de estos muros que protegieron a los Reyes Católicos, incluso en su primera sepultura, y ese vergel de tranquilidad de los jardines, custodiarán tu descanso y elevarán tu sueño reparador.
Un descanso con vistas a siglos de historia. Torre del Alba, Parador de Granada.