Los 'olvidados' de León: Quintana de la Peña, seis kilómetros que llevan a la nada
leonoticias recorre una de las localidades leonesas condenadas a la despoblación y donde la única vida que respira es la de su pasado, representando en la iglesia, el cementerio, una plaza con lavadero y las ruinas de casas vacías
j.l.b.
Quintana de la Peña
Domingo, 16 de agosto 2020
Tan solo seis kilómetros separan la vida (poca) de la ausencia de la misma. Seis kilómetros de un tortuoso camino por donde actualmente discurre parte de la perimetral del Peñacorada, desde Valmartino hacia Quintana de la Peña, para llegar al más absoluto de los olvidos.
Quintana de la Peña forma parte, desde hace cuatro décadas, de los municipios olvidados de la provincia de León. No es fácil llegar hasta esta pedanía de Cistierna, hasta el olvido se ha olvidado de las señales de acceso a esta pequeña localidad a las faldas del Peñacorada que da el nombre a Quintana [de la Peña].
Desde la carretera de Cistierna a Puente Almuhey se puede acceder por el viejo camino de Valmartino a Quintana de la Peña, un sinuoso camino esculpido sobre la caliza de las estribaciones del Peñacorada. La abundante y frondosa vegetación del camino nos lleva en volandas hasta alcanzar los 1.160 metros de altitud de Quintana de la Peña.
200 metros antes de llegar a la iglesia, nos dan la bienvenida los restos del cementerio de la localidad donde dos nichos, uno anónimo y otro fechado en el año 1971, se han mantenido estoicamente en pie, soportando las duras inclemencias climatológicas de la montaña leonesa. Frente al camposanto, una escombrera de carbón hace recordar que en este lugar un día hubo vida, y hasta trabajo.
Llegada al pueblo
Llegando al pueblo, nos recibe la iglesia -o lo que queda de ella-. Un desmantelado campanario, donde tan solo queda el yugo de una de las campanas, hace pensar que ese templo algún día celebró comuniones, bodas, entierros y hasta algún bautizo. El resto de la construcción se mantiene más o menos en pie, lo que pone de manifiesto la calidad de los materiales en esta zona de la montaña. En el interior, repleto de escombros de la techumbre, podemos ver alguna hornacina en la pared donde se situaría San Roque, patrón de la localidad. No más de medio centenar de fieles completarían el aforo del templo.
En Quintana de la Peña, a pesar de que ahora residen dos vecinos, la vida se apagó en 1981, cuando los dos últimos moradores abandonaron su intento de mantenerse en el pueblo que los vio nacer. Ahora, dos foráneos decidieron instalarse hace años en la ladera del Peñacorada.
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Una calle, por donde seguramente en su día procesionaron a San Roque el 16 de agosto, es la única vía del municipio. A izquierda y derecha, y en la absoluta de las ruinas, se pueden ver las distintas construcciones y la arquitectura de la montaña leonesa. Pocos tejados han aguantado los duros inviernos leoneses y sin ningún tipo de mantenimiento.
A mitad de la calle reside uno de los vecinos de la localidad. Con sus tres canes y un número indefinido de gatos nos recibe con amabilidad. Con su estilo 'hippie', vive en Quintana desde el año 1987 y ahora, desde que falleció su mujer, hace cinco años, en soledad con la única compañía de sus mascotas. Su día a día consiste en ver pasar el tiempo. «Me dedico a la vida contemplativa», nos indica.
Una silueta desde la zona más alta
En la parte alta del pueblo, y en buen estado, una fuente, un bebedero de animales y un lavadero son todas las infraestructuras que posee Quintana de la Peña.
Desde esta zona se puede ver la silueta de las viviendas del pueblo, donde tan solo han aguantado los anchos muros de sus paredes construidos con la piedra caliza que nos proporciona la montaña leonesa.
Quintana de la Peña es un claro ejemplo de cómo pueden acabar muchos de los municipios de nuestra provincia, diezmados por una terrible despoblación por la falta de medios y recursos con los que cuentan muchas de las poblaciones leonesas.
La vuelta la realizamos por otro de los accesos al municipio que parte desde la carretera, a la altura del Caserío de la Venta la Vita. Este acceso, aunque con menos encanto que el camino a Valmartino, es mucho más rápido y se transita mejor en todo terreno.