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Con 100 años recién cumplidos y la memoria intacta para contar los tantos en la brisca, Antonio Rodríguez Rodríguez, vecino de Garaño, se convierte en un ejemplo de vida, resiliencia y amor por la familia. Su historia es la de un hombre que, desde los nueve años, conoció el trabajo duro cuidando ovejas en los montes y que, a lo largo de un siglo, ha tejido una vida llena de sacrificios, alegrías y momentos imborrables.
Nacido el 17 de enero de 1925, Antonio fue el tercer hijo de una familia numerosa de ocho hermanos. En su infancia, la economía familiar no permitió que acudiera a la escuela, pero la vida en los montes le enseñó las lecciones que no aparecen en los libros: valentía, trabajo y la importancia de la familia.
Desde aquellos días, su memoria ha sido su mejor aliada, y aún hoy sorprende a todos llevando «los tantos de cabeza» en cada partida de cartas que juega.
Antonio vivió la dureza de la Guerra Civil desde los montes. Allí, entre lobos y el eco de los disparos, conoció el miedo de cerca.
Estas historias se han convertido en clásicos familiares que se cuentan en las sobremesas. Pero no solo el miedo lo marcó, también su determinación: eludió el servicio militar obligatorio gracias a su ingenio, trabajando en la mina solo el tiempo necesario antes de volver a los pastos y a su oficio de toda la vida.
En Genestosa, Antonio conoció a Nélida Barriada, con quien se casó a los 36 años. Juntos, formaron una familia basada en valores firmes de trabajo, sacrificio y unión. Padres de cuatro hijos: Antonio, Ana, Marisa y Darío, siempre tuvieron claro que querían darles lo que ellos no tuvieron: unos estudios dentro de las aulas. A pesar de las dificultades, «nunca nos faltó de nada», recuerda su hija Marisa, quien destaca la obsesión de su padre por garantizar que los cuatro estudiaran.
A los 40 años, Antonio enfrentó una de las pruebas más duras de su vida: la brucelosis, una enfermedad transmitida por las ovejas, que casi le costó la vida. Pero, como en todo lo demás, salió adelante con la fuerza que siempre lo ha caracterizado.
Los cumpleaños y las reuniones familiares han sido sagrados en la casa de los Rodríguez-Barriada. Sus hijos y sus seis nietos —Laura, Carlos, Javier, Helia, Mariola y Marco— lo describen como un hombre generoso, bondadoso y humilde.
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«Un ejemplo constante de entrega a los demás, siempre dispuesto a dar sin esperar nada a cambio», señalan. Aunque el paso de los años ha transformado su carácter —«era autoritario, pero ahora es un encanto», confiesa su hijo mayor—, lo que no ha cambiado es su amor por la vida y las pequeñas cosas que la hacen especial: una buena partida de cartas, un paseo por la huerta y, sobre todo, el tiempo con los suyos.
Con un siglo de vida, Antonio sigue disfrutando de las partidas de tute y brisca, «peleándose» amigablemente con Elvira, que les ayuda en su cuidado, en cada juego. Ha dejado atrás los dolores para centrarse en lo que realmente importa: las tardes familiares, el cariño de los suyos y el legado que ha construido.
«Habrá hecho muchas cosas bien para que lo queramos tanto», dice su hija Ana. Y es que, más allá del trabajo y las dificultades, Antonio Rodríguez ha demostrado que la verdadera riqueza está en el amor y el respeto que una persona puede inspirar en quienes lo rodean.
En su hogar de Garaño, junto a Nélida, su compañera de toda la vida que pronto cumplirá 98 años, Antonio celebra este hito rodeado de su familia, quien no deja de agradecerle por el ejemplo y las historias que han marcado sus vidas. Un centenario de vida que es, sin duda, motivo de orgullo y celebración.
Antonio Rodríguez Rodríguez: un padre, un abuelo, y un «ejemplo de vida» para sus nietos, que seguirá iluminando a los suyos por muchos años más.
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