«Sólo quiero conservar la casa y los recuerdos de toda una vida»
El hombre que ha logrado dos sentencias favorables para que el Ayuntamiento de Igüeña le empadrone en Los Montes de la Ermita abre las puestas de su casa y su corazón a leonoticias | Luis y Tere, otros dos vecinos del pueblo, insisten en la necesidad que mantener sus recuerdos: «No se pueden dejar caer estas casas»
«Sólo quiero conservar la casa y los recuerdos de toda una vida». Las palabras de Abel llegan al alma, su voz suena firme, pero a la vez entrecortada por la emoción y un nudo se instala en la garganta de quien le escucha intentando contener las lágrimas.
Al calor de la estufa tomamos café en una preciosa taza de barro que lleva el nombre del pueblo marcado a fuego: Los Montes. El mismo que ellos llevan en su corazón y gracias al que hoy son quienes El Bierzo crió.
Abel sale un momento a buscar a dos amigos, pronto llenamos la mesa del salón y las anécdotas de la infancia brotan de su boca con nostalgia y el recuerdo de quienes las protagonizan y hoy no están. «Lo pasamos muy mal de pequeños aquí», recuerda Abel que explica que las casas que nos rodean y en la que estamos han sido construidas a mano por sus padres con mucho esfuerzo. Y ellos lo saben porque mientras eso sucedía, alguien tenía que cuidar el ganado.
Dos sentencias judiciales obligan al Ayuntamiento de Igüeña a empadronar a este hombre en Los Montes de la Ermita, aunque un nuevo recurso les mantiene sin saber el motivo de tal negativa: «Yo lo que quiero es conservar mi casa y nada más. Es lo único que pido».
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«Orgulloso de lo que hice»
«Éramos cuatro y yo el mayor», empieza su relato al lado de una chimenea apagada, «a los mayores siempre nos tocaba un poco más». Y es que, en su caso, mientras su padre construía la casa en la que hoy vive al mayor de los hijos le tocaba «echar al ganado al monte y trabajar en lo que pudieras, porque dinero no había».
Una vida que no fue sencilla, pero de la que aprendió mucho y de la que se siente orgulloso, ahí si brillan sus ojos al igual que los de Luis, su amigo, que ahora escucha con atención un relato que conoce de maravilla porque lo vivió a su lado.
«De todas maneras nunca me arrepiento de nada de aquello y siempre orgulloso de lo que hice, pero claro, ahora también quiero intentar conservar lo que mis padres lucharon porque les costó muchísimo sacrificio», insiste Abel.
Los Montes de la Ermita dejan huella
Luis y Tere viven en Los Montes desde que se jubilaron, «mínimo diez meses y de ahí para arriba», pero ahora tienen que cuidar al padre de ella que está en Folgoso y «pasamos menos tiempo aquí del que nos gustaría».
En los recuerdos de la infancia Luis tiene mucho que aportar a la historia, se fue con 26 años para «intentar ganarnos la vida» y ahora sabe que ahí está su lugar y el de su mujer. Tere no tiene más relación con Los Montes de la Ermita que la que forjó tras el matrimonio, pero tras un lento sorbo al café asegura con firmeza: «Yo, en cuanto pueda, me quiero empadronar aquí, porque vivo y quiero vivir aquí».
«No se pueden dejar caer estas casas»
Nadie entiende la negativa del Ayuntamiento de Igüeña para empadronarse en Los Montes de la Ermita y lo que más lamentan es que tampoco les dan licencias para arreglar sus casas. « Yo me acuerdo cuando mi padre hizo la casa, tenía yo 16 años y me acuerdo de la dureza para traer la piedra y ponerla y volver y venir... y mal comidos, con un sacrificio tremendo».
Los recuerdos inundan el salón de la vivienda de Abel y el lamento llega con tono de impotencia: «No se pueden dejar caer estas casas».
Una lucha «sentimental»
Todavía no se ha ido el sol y la fría mañana de enero en Igüeña se ha convertido en una tarde para disfrutar del paisaje que ofrece el pueblo de Los Montes de la Ermita. Eusebio nos acompaña en una paseo hasta la casa de Luis que se adelanta diciendo: «Prendo un poco de fuego y allí os vemos».
Las escuelas son la primera parada, situadas justo enfrente de la casa de su padre, la lucha por poder empadronar a Abel en Los Montes no parece tener final. El joven reconoce que «hay veces que pienso en tirar la toalla, pero todo lo hago por él» remarca mirando a quien le dio la vida.
«Nos gustaría decir que la herencia de sus padres la podemos tener sus hijos, porque al final mi hermano y yo nos hemos criado aquí»
eusebio, hijo de Abel
«Es algo sentimental, mi padre nació aquí y es su sueño poder estar en su casa legar y poder conservarla», mantiene emocionado por todo el proceso. Pero reconoce que si la situación cambiase y el ayuntamiento les diera licencias de obras él también invertiría en Los Montes. «Nos gustaría decir que la herencia de sus padres la podemos tener sus hijos, porque al final mi hermano y yo nos hemos criado aquí», mantiene mientras el nudo en la garganta es cada vez más fuerte.
«No podemos dejarlo caer»
Más de dos decenas de viviendas están en perfectas condiciones para vivir en Los Montes de la Ermita y tanto es así que están habitadas por sus propietarios, aunque no todas de manera continua.
«Mira, esta es la casa de... y esta de...». En el paseo con Eusebio se ven los recuerdos de otra vida que se forjó entre la piedra de Los Montes y que frena frente a una vivienda: «Esta es la casa de mi madre, desde aquí hasta ese otro lado», explica mientras señala los límites de la casa. «La fachada está perfecta, pero por dentro hay que hacer obra... y yo quiero, aunque no puedo hipotecarme por una construcción ilegal».
Este es el otro gran problema de los vecinos de Los Montes. El Ayuntamiento de Igüeña declaró el lugar «zona arqueológica» y no se permiten las obras, no se dan licencias y la única opción es ver caer las edificaciones.
«Legalmente no podemos hacer nada, nos tiene un plan urbanístico hecho de tal manera que aquí no podemos tocar ni una piedra y tenemos pocas opciones. Una es hacerlo de forma irregular con el consiguiente riesgo de que nos sancionen y otra es dejarlo caer. No hay más», lamenta con impotencia el joven que espera que esto cambie para poder conservar la vivienda de su madre.