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Los tres jugadores del San Feliz junto a los responsables del equipo. Sandra Santos

De las carreras al pase: el equipo del Pozo que crece en San Feliz

Musa, Suly y Moha son tres residentes del chalé que acoge migrantes en situación de asilo y que avanzan en su integración social con este equipo de la Liga de la Amistad

Lunes, 20 de enero 2025, 08:17

Vuelven a tener rostros de felicidad. La alegría con la que tocan el balón, rematan y yerran goles a puerta vacía les permite olvidar un duro pasado. Así lo hacen cada fin de semana, cuando toca partido, con una vía de escape tras vivir un drama vital que se esconde tras los pases, los goles y las paradas en un campo donde la tierra, al igual que en los terrenos de juego de sus países de origen, se deja ver bajo la escasa hierba que aguanta al invierno leonés.

La felicidad de algunos de los migrantes alojados en el chalé de Pozo estaba en San Feliz de Torío. Musa, Sulayman, Mohammed y Abdullah son cuatro residentes del antiguo hotel de Villarrodrigo que ahora acoge a personas en situación de asilo y que avanzan en su integración social con este equipo de la Liga de la Amistad.

Pamela y Rubén son los responsables de este pequeño club que acudió hace unos meses a unos partidos amistosos que la Fundación Obra Hospitalaria San Juan de Dios organizó en Villaquilambre para dar a conocer a parte de los refugiados que habían llegado en verano a la provincia. «Vimos algunos chicos, hicimos unas pruebas y aquí están con nosotros».

Hasta cinco gambianos y senegaleses han llegado a militar en este club deportivo y cada fin de semana acuden a disputar los partidos de la liga. Además, entre semana participan en algún entrenamiento al que se suman otros chicos a prueba. «Son gente muy maja, prácticamente niños, muy integrados y que colaboran en todo lo que les pedimos». Entre sus funciones también están recoger el material o pintar las líneas de campo cuando el equipo juega de local. «Tienen un comportamiento excelente, dentro y fuera del campo», señala la encargada de la entidad.

Y en el pueblo no pueden estar más orgullosos de haber dado «esta merecida oportunidad» a un grupo de personas que tuvo que lanzarse al mar para escapar de una cruel vida. «Aquí vienen el rato del fútbol y algún entrenamiento. Son gente con su ficha, con todo en regla y que forman parte del equipo», señala el alcalde de Garrafe, Miguel Flecha. «Están totalmente legales y si sale un trabajo pues mejor, que este país necesita mucha mano de obra», aplaude ante la iniciativa del pueblo de San Feliz.

Su físico les convierte en serias amenazas para los rivales. Son jugadores «muy rápidos y muy fuertes» que ya se han llevado alguna que otra entrada. «Ni se revuelven ni se enfadan; y si se les va un poco la fuerza son los primeros en pedir perdón y dar la mano», defiende Pamela sobre sus chicos.

En total son 21 futbolistas amateur los que componen este equipo al que los cuatro africanos han tenido que adaptarse. «Al principio fue complicado porque ellos vienen de fútbol más físico y aquí es más técnico». Sin embargo, muy pronto han aprendido los conceptos futbolísticos del entrenador Rubén y se han puesto a servicio de sus compañeros. Y para la comunicación, el idioma universal: «Usamos las señas, que eso lo entiende todo el mundo en el fútbol». Además, el deporte les ha obligado a avanzar con el español ya que algunas palabras son necesarias para expresarse en el campo.

Sully tiene 21 años, Musa -el último fichaje- tiene 30, Abdullah tiene 24 y Moha solo 19. Sin embargo, el más joven es el que se atreve con el castellano y narrar su experiencia en España y los motivos que le llevaron a embarcarse en Senegal sin saber qué le depararía una ruta a ciegas en un cayuco en el mar.

Entrenamiento en San Feliz de Torío.
Imagen principal - Entrenamiento en San Feliz de Torío.
Imagen secundaria 1 - Entrenamiento en San Feliz de Torío.
Imagen secundaria 2 - Entrenamiento en San Feliz de Torío.

Lleva siste meses en León y en España ha estado otros ocho más, pasando de centro de refugiados a centro de refugiados de Tenerife, Valencia y Alcalá de Henares, donde compartía carpa con otros 2.000 inmigrantes recién llegados al país. No fue hasta que llegó al chalé de Pozo que pudo empezar a aprender el idioma y desenvolverse con normalidad. Su infancia ha sido extremadamente complicada ya que se quedó huérfano desde muy pequeño y tuvo que vivir con su tío, manteniendo una mala relación con su primo mayor, lo que le llevó a tomar la decisión de salir de su país en busca de un futuro con solo 18 años.

En León ha encontrado en el fútbol un motivo de felicidad. Ya en el hotel jugaban entre los 180 refugiados en cuatro equipos que habían formados, hasta que el San Feliz puso el ojo en él. «Nos dijeron que querían que jugáramos con ellos y ahora tengo equipo», dice un sonriente Moha. Y gracias a la pelota ha ido haciendo amigos en León. «Jugamos bien con ellos y ya he marcado cinco goles; y tengo otro compañero que lleva 16», valora sobre su paso por la Liga de la Amistad, donde ha tenido que aprender un fútbol «muy diferente». «En Gambia nosotros corremos y corremos mucho todos, aquí es más tocar el balón y es mucho mejor». Y no descarta ya fichar por otros equipos de categoría federada -de hecho el Benavides ya se ha interesado por alguno de sus compañeros-, aunque de bien nacido es el ser agradecido y pedirá permiso a Rubén y Pamela para salir del CD San Feliz de Torío. «Me gustaría quedarme en España y seguir jugando. Yo juego de media punta, delantero o extremo y mis jugadores favoritos son De Bruyne, Akanji y también Vinicius».

El día a día, en el Pozo

Todos ellos viven en el chalé de Pozo, donde tienen que cumplir con sus horarios de comida, cena y hora de vuelta a casa. Allí les recogen y les llevan a los entrenamientos o los partidos, donde tienen que avisar si no van a llegar a alguno de esos toques de queda.

No han tenido ningún conflicto racista en los partidos que han disputado, aunque sí se les empieza a calificar como «el equipo del Pozo», de forma despectiva, algo con lo que los responsables están «encantados». «Son ellos los que los sufren corriendo detrás de ellos», bromea Pamela. Y ya advierten a otros equipos: si quieren hacerse con sus servicios, tendrán que pasar por caja. «Con nosotros se están abriendo a conocer el fútbol y van aprendiendo conceptos. Tendremos que poner una cláusula si se los quieren llevar», ironizan desde el club.

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