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álvaro frías
Sábado, 13 de enero 2018, 19:18
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El avance tecnológico ha revolucionado el comportamiento de la sociedad actual. Las aplicaciones móviles forman parte de esta transformación, ya que han supuesto un cambio en el día a día de las personas que las utilizan de forma cotidiana. Pero a través de ellas no solo se pueden comprar artículos, alquilar un piso o relacionarse con los amigos, también se cometen numerosos delitos. Whatsapp y Facebook son las que más trabajo dan al Grupo de Delitos Tecnológicos de la Policía Nacional.
El abanico de delitos a los que se enfrentan los agentes y que se cometen a través de la aplicación de esta red social es muy amplio. Un responsable de la unidad en Málaga explica que van desde las injurias o las calumnias, hasta delitos de odio o de amenazas, pasando por otros como la pornografía infantil. Son constantes las denuncias que llegan a las dependencias policiales para que los agentes investiguen casos surgidos a través de esta aplicación móvil.
En muchas ocasiones se dan los de acoso. Un ejemplo de ello es un caso en el que una mujer supuestamente envió 244 mensajes a través de esta aplicación móvil a su exnovio, a lo largo de cinco meses, para que volviera con ella. La Fiscalía pide que sea condenada a 18 meses de prisión, al considerarla autora de los delitos de acoso y vejaciones.
En este caso, el espectro de delitos es igual de amplio que en Whatsapp. Uno de los que más se repite es la sextorsión. Arranca con una persona que pide amistad e inicia una charla íntima en el chat de esta aplicación, para luego pasar a la webcam o al teléfono. Pero al otro lado no hay alguien interesado en los atributos íntimos de la víctima, sino una red de delincuentes que pretende grabar un vídeo sexual en el que se le vea la cara al perjudicado para chantajearle con su difusión. «De estos casos tenemos uno o dos todas las semanas», apunta.
Las suplantaciones de identidad también son casos frecuentes que investigan estos policías nacionales. Hay varias formas y los objetivos son diferentes. Por ejemplo, una de ellas se suele llevar a cabo por alguna expareja o conocido, que saben las claves de la víctima, y acceden a su perfil para difamar su reputación.
Otro tipo de suplantación es en la que el delincuente copia los nombres y tanto la foto de perfil como la de portada de la persona perjudicada. A través de su muro, si lo tiene abierto a terceros, observa quienes son sus amigos y les envía mensajes desde la nueva cuenta que imita a la suya. «En ellos se hace pasar por su amigo y dice que está de viaje y ha tenido un problema. Se pide ayuda económica para un supuesto problema que ya contará a su vuelta», indica el policía.
En la aplicación de Facebook también hay que tener cuidado con la publicidad que aparece en el muro. Algunas de ellas conducen a lo que el agente denomina «páginas chollo», en las que se venden productos de marca a precios muy bajos. La víctima acaba haciendo los pagos y nunca recibe el artículo u ofrece sus datos personales y bancarios con los que posteriormente los delincuentes le hacen diversos cargos en su cuenta.
La aplicación de la red social Instagram está pensada para subir fotos y vídeos, sin embargo, a través de ella también se cometen diversos delitos. La Policía Nacional pide cautela con la publicidad que aparece en ella, ya que también se dan casos de estafas como en Facebook. Asimismo, se cometen delitos de odio, injurias, calumnias, amenazas...
El policía recuerda que, hace unos meses, el grupo se enfrentó a un alto volumen de casos en los que las víctimas eran menores de 14 a 18 años a los que habían suplantado la identidad. Explica que hay una página web que te permite capturar las contraseñas de la víctima y que se empleó esta fórmula para ello. En estos casos, el objetivo suele ser el de difamar al perjudicado.
La red social del logotipo del pájaro, Twitter, reduce los delitos que se dan a través de ella. En su gran mayoría suelen ser de odio, injurias o calumnias. Aunque ya no solo son culpables las personas que escriben el mensaje, ya que una reciente sentencia del Tribunal Supremo también considera autores de estos hechos a aquellas que lo retuiteen.
Uno de los casos investigados se produjo en el pasado mes de febrero. Entonces los agentes del grupo de Delitos Tecnológicos de la Comisaría Provincial de Málaga detuvieron a un hombre de 42 años, vecino de la capital, por su presunta implicación en un delito de odio e incitación a la violencia, tras publicar en Twitter un comentario justificando la muerte de una mujer por violencia de género. El mensaje decía: «Algo haría la puta de ella para acabar así».
Los casos que se dan en las aplicaciones de contactos, como pueden ser Badoo, Tinder o Wapo, también son objeto de investigación por parte del Grupo de Delitos Tecnológicos. Los que más se dan son los respectivos a delitos de injurias, calumnias o vejaciones. Por ejemplo, el agente destaca un suceso reciente, en el que arrestaron a un hombre que tenía una cuenta en Wapo tras publicar 300 nombres de seropositivos en Málaga por venganza.
A través de estas aplicaciones también se dan casos de sextorsión. Suponen la plataforma móvil en la que el delincuente conoce a la víctima, para luego chantajearla tras grabarla, algo para lo que suelen emplearse aplicaciones como Skype o Facebook.
La diversidad de delitos que se cometen a través de las aplicaciones móviles es menor a medida que éstas se alejan de las redes sociales o de las de contactos. Por ejemplo, algunas personas que compran productos en aplicaciones de venta de artículos, como pueden ser Wallapop o Milanuncios, son víctimas de estafas.
En estos casos, el agente indica que los problemas empiezan cuando se solicitan transferencias a cuentas que están en el extranjero. Los delincuentes usan estas aplicaciones para poner un producto en venta y pedir el envío de dinero, sin que el artículo llegue nunca.
«Si las cuentas están en el extranjero hay que solicitar comisiones rogatorias a esos países. Sin embargo, si son españolas es más fácil seguirlas y localizar al estafador», asevera.
Recuerda un caso en el que un malagueño contactó a través de una de estas aplicaciones con una persona que decía regalar un Husky siberiano: «La foto del cachorro era preciosa y, aunque en el anuncio se decía que era gratuito, se pedían cerca de mil euros entre vacunas, gastos de envío y otros aspectos. El perro estaba en Guinea y, tras hacer el abono, nunca se supo más de él».
Son aplicaciones que están de moda entre los más jóvenes. Chicos de entre 12 y 20 años utilizan este tipo de plataformas en sus teléfonos móviles con el objetivo de publicar confesiones o recibir halagos por parte de sus amigos o de gente desconocida. En estos casos, los delitos que más se repiten vuelven a ser los de injurias, calumnias o vejaciones, en los que las víctimas son casi siempre menores de edad.
En las aplicaciones de plataformas de alquiler los principales delitos que se persiguen son las estafas. Tanto para alquileres vacacionales como para personas que buscan una vivienda para pasar una larga temporada, el delincuente suele ofrecer un piso en muy buenas condiciones a un precio barato. Con la excusa de que se encuentra fuera del país solicita un primer pago para enviar las llaves a los clientes, aunque esto último nunca se llega a producir.
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