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Elon Musk, el hombre que soñó con ir al espacio...y más allá
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Elon Musk, el hombre que soñó con ir al espacio...y más allá

El magnate que creó PayPal, revolucionó los coches eléctricos y lidera la primera misión espacial privada fue un niño acosado en el colegio que con 12 años ya diseñaba y vendía códigos fuente

sergio garcía

Domingo, 21 de junio 2020, 11:00

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Seguro que muchos de sus adversarios –y no pocos colaboradores– pensarán que el primer requisito para conquistar el espacio es tener los pies en la tierra, algo que Elon Musk no siempre ha dado muestras de entender. Que ladren cuanto quieran. Si algo ha demostrado el magnate que fundó PayPal, que revolucionó la industria del automóvil eléctrico y que ha puesto los vuelos comerciales al espacio al alcance de la mano –aunque sea de unas pocas– es que la genialidad no está reñida con la extravagancia, la transgresión o la polémica. La hazaña de SpaceX ya permite soñar a los touroperadores con cruzar los límites de la exosfera, y a Musk con reunir el capital para emprender su mayor aspiración: establecer una colonia humana en Marte.

El excéntrico multimillonario ha liderado la primera misión espacial con capital privado, desbancando a Jeff Bezos, dueño de Amazon y señor de Blue Origin, el otro pretendiente por abrirse camino hasta las estrellas. La operación ha puesto fin al monopolio estatal que su país de adopción mantenía desde el vuelo suborbital de Alan Shepard, hace casi 60 años. Musk lo ha logrado desarrollando naves y cohetes reutilizables, reduciendo los costes de una manera desconocida hasta ahora y dejando de pagar a los rusos por el empleo de sus naves Soyuz y sus plataformas de lanzamiento.

El despegue de la Crew Dragon del centro espacial Kennedy, en Florida, recompensaba años de esfuerzos pero también de sonados fracasos, donde no faltan explosiones, problemas con los paracaídas o cohetes que se estrellan. La fortuna, sin embargo, ha sonreído esta vez al magnate. Mientras la nave salía al encuentro de la estación Espacial Internacional (ISS) propulsándose sobre la corteza terrestre a veinte veces la velocidad del sonido, Donald Trump, el presidente del tupé trigueño, repetía exultante: «Qué genialidad. Nadie hace esto como nosotros».

Al menos no como Elon, de quien Jim Bridenstein, jefe de la NASA, dice que «ha sido el único capaz de aportar la inspiración que nos faltaba desde el fin de los transbordadores espaciales, hace ya nueve años». Una brillantez que Elon comenzó a cultivar en su Sudáfrica natal cuando con apenas 10 años aprendió a programar y con 12 vendió el código fuente de su primer juego, Blastar. Le dieron 500 dólares. Para el chaval que estaba llamado a ser una de las mayores fortunas del mundo, aquello significó una inyección de autoestima, sobre todo entonces que se había convertido en blanco de las mofas de sus compañeros del colegio y era acosado sin piedad.

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Marihuana y cristales rotos

El divorcio de sus padres acabó con Elon y sus hermanos, Kimbal y Tosca, en Canadá, de donde era su madre, y más tarde en Estados Unidos, donde el prometedor joven se licenció en Economía y Física. Y fue entonces, dos días después de que empezara su doctorado en Stanford, cuando su vida dio un giro. Él mismo lo ha explicado en más de una ocasión. Apuntó a tres campos donde el margen de mejora, concluyó, era muy amplio –internet, las energías renovables y el espacio– y ha consagrado su vida a revolucionarlos.

La startup financiera X.com, el sistema de pagos en línea PayPal, la empresa de transporte aeroespacial SpaceX –a la que debe su último éxito, la compañía de productos fotovoltaicos SolarCity, o Tesla, líder de la industria de coches eléctricos y, desde este año, segundo fabricante en capitalización bursátil después de Toyota. Neuralink (nanobiotecnología), OpenAI (inteligencia artificial 'amigable'), Boring Company (tuneladoras)... Definitivamente, sus intereses parecen no tener fin.

Colaboradores suyos que le tienen por «un visionario» capaz de trabajar jornadas de 16 horas hasta caer rendido y dormirse hecho un ovillo debajo de un escritorio, critican sin embargo sus formas y su «pésima administración de empresas». Así lo señala un informe especial elaborado por Business Insider, que cuestiona también que, en lugar de respetar la cadena de mando, cualquiera de los 40.000 trabajadores de sus empresas pueden comunicarse con él por correo electrónico, «saltándose a los gerentes y sin temer represalias». ¿Buen rollito? Que nadie se lleve a engaño. Dicen que sus mensajes intempestivos con el acrónimo WTF (What the fuck?, ¿Qué carajo?) ponen los pelos como escarpias a los tipos más curtidos.

Al igual que Stephen Hawking, Musk piensa que la inteligencia artificial es la mayor amenaza a la que se enfrenta el hombre y es un firme defensor de explorar la vida en múltiples planetas para, en caso de Armageddon, preservar la especie. Para ello está dispuesto a arriesgar su fortuna, que ascendía el pasado febrero a 38.800 millones de dólares tras dispararse el valor de las acciones de Tesla. Aún así en la Lista Forbes le separan 30 puestos de Jeff Bezos, contra quien ha arremetido en Twitter –una de sus fuentes de problemas– acusándole de utilizar Amazon como un monopolio.

El nombre de su hija

La genialidad de Elon Musk es sólo comparable a sus extravagancias. El año pasado dio una calada de marihuana durante una entrevista en directo y sus acciones de Tesla se desplomaron hasta reducir el valor de la compañía en 1.300 millones de dólares. O cuando decidió lanzar una bola de acero contra el cristal supuestamente irrompible de su camioneta eléctrica Cybertruck, quedando hecho añicos y hundiendo el capital de la compañía otro 6%. La última polémica es en clave doméstica. El pasado mayo, Elon y su última esposa, la cantante canadiense Grimes, decidieron llamar a su recién nacida hija X Æ A-12, siglas que se han convertido en trending topic en Twitter, aunque nadie sepa qué demonios significan.

Quién sabe. Es posible que el mayor enemigo de este hombre, a quien no le importa admitir que le gustan «la fiesta y el desmadre», no sea Jeff Bezos. Ni siquiera la Comisión del Mercado de Valores de EE UU que le apartó de la presidencia de Tesla por inflar el valor de sus acciones con tuits engañosos. Puede que el mayor enemigo de Elon Musk sea el propio Elon Musk. Aquí o en las estrellas.

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