Restos de ollas para cocinar de cazadores siberianos. Y. Oksana

Guisos contra el frío glacial

Un estudio sugiere que el uso de ollas resistentes al calor permitió sobrevivir a los cazadores siberianos durante la Edad de Hielo

I. Cortés

Madrid

Lunes, 3 de febrero 2020

Nunca está de más recordar la importancia de un buen guiso, pero es que hubo un tiempo en el que los caldos, las grasas y las carnes estofadas fueron prácticamente esenciales para el buen progreso de la humanidad. Concretamente, hace entre 16.000 y 12.000 años. Eso es, al menos, lo que sugiere una investigación realizada por la Universidad de York, en Reino Unido, que apunta a que los cazadores siberianos desarrollaron ollas y pucheros tan resistentes al calor que les permitieron cocinar a altas temperaturas. Gracias a estos materiales de nuevo cuño, nuestros predecesores extraían fácilmente alimentos tan nutritivos como la grasa o la médula de la carne, necesarias para superar las temporadas más duras de la Edad de Hielo.

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Los investigadores se dieron cuenta del papel decisivo de la alimentacion de estos prehistóricos cuando extrajeron y analizaron las grasas y los lípidos que se habían acumulado y conservado en piezas de cerámica antigua, halladas en varios rincones del río Amur, en Rusia, y cuyas dataciones oscilaban entre hace 16.000 y 12.000 años. «Es interesante que la cerámica emerja durante estos períodos tan fríos, y no durante los periodos comparativamente más cálidos, cuando los recursos forestales, como la caza o la madera, estaban al alcance de todos», reflexiona el profesor Oliver Craig, director del Laboratorio BioArch de la Universidad de York, en un comunicado de prensa.

Hasta ahora, continúa el artículo publicado por la universidad, era todo «un misterio» la razón por la que este tipo de ollas no se desarrollaron hasta las etapas finales de la última Edad de Hielo, así como los tipos de alimentos que se preparaban en ellas. «Este estudio -explica el profesor- ilustra el potencial emocionante de los nuevos métodos en la ciencia arqueológica: podemos extraer e interpretar los restos de comidas que se cocinaron en ollas hace más de 16.000 años».

No es la única sorpresa en torno a esta investigación, que también sugiere que no hubo un único punto de origen para la cerámica más antigua del mundo. En este sentido, los investigadores examinaron además otra cerámica de la cultura Osipovka, encontrada también en el río Amur. El análisis demostró que esta última se había utilizado para cocinar pescado, probablemente salmón migratorio, una fuente de alimentos alternativa para los cazadores locales durante los períodos de mayor fluctuación climática.

El mismo grupo de investigadores halló un escenario prácticamente idéntico en las islas vecinas de Japón. Así las cosas, la conclusión es que las ollas de barro más antiguas del mundo se fabricaban de formas muy distintas en diferentes partes del noreste de Asia, lo que indica un proceso de innovación «paralelo», donde grupos separados, que en principio no tenían contacto entre ellos, comenzaron a moverse hacia tipos similares de soluciones tecnológicas en aras de sobrevivir.

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