Emocionado Encuentro

La lluvia quiso destrozar las ilusiones de los papones del Dulce Nombre y de los leoneses en general que suspiran por ese momento en el que San Juan realiza una genuflexión ante la Madre Dolorosa.

Se retrasó la salida para evitar al líquido elemento y, en consecuencia, la llegada de la Procesión de Los Pasos a la Plaza Mayor. Era el momento álgido de la Pasión leonesa, se hizo esperar, pero llegó.

El reloj del antiguo Consistorio de la capital leonesa marcaba las 10:30 cuando el primero de los protagonistas, el Nazareno, el señor de León, hacía entrada en la céntrica plaza. Con el toque de oración y los sones de Reo de muerto, ataviado con su túnica morada y apoyado por Simón, el cirineo, levantaba las palmas y los corazones de los miles de presentes.

El resto de pasos se iban colocando alrededor, como formando un cinto para arropar a los grandes protagonistas: San Juan y la Madre Dolorosa.

Encuentro

El tiempo parecía detenerse entonces. Por la derecha aparecía el discípulo, por la izquierda la madre. En el centro les esperaba el hijo. El silencio y la tensión por la espera se cortaba en el ambiente.

La dolorosa sonaba y el tiempo de esperaba llegaba a su fin. El seise del paso de San Juanín hacía sonar el llamador y sus braceros se agachaban para realizar la genuflexión de respeto ante la Virgen. Fueron unos segundos, pero como cada año, se hicieron eternos.

Al levantarse los braceros de San Juan, los 13 pasos de la procesión bailaron al unísono y lo volvieron a hacer con el cambio de marcha, Orando al Cielo, en la que los portadores del discípulo y la madre se unían hasta chocar sus manos. Los seises se fundían en un abrazo y la Plaza Mayor de León vibraba entre aplausos. Era lo que todos esperaban, nadie recordaba ya la polémica por hacer de pago El Encuentro.

Un año más, un Viernes Santo más, León volvía a apostar todo al Dulce Nombre para que la Semana Santa de León siga cotizando al alza en el panorama internacional.