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Sobriedad donde los haya. Silencio embriagador tan sólo roto por el sonido del tambor y la carraca. La Cofradía del Santo Cristo de la Bienaventuraza ha protagonizado este sábado su tradicional Vía Crucis que la alta posibilidad de lluvia dejó en el año pasado en su morada.
Su sede, la iglesia parroquial de San Claudio, ha sido el punto de partida de esta procesión tras la celebración del último de los tres oficios que se han venido celebrando en los días previos como como Triduo al santo Cristo de la Bienaventuranza.
Antorchas para romper la oscura noche al paso de la imagen del cristo yacente, sin trono, directamente sobre el hombro de cinco hermanos que se relevan por turnos sin que la imagen descanse en el suelo.
Una anónima imagen, conocida entre los hermanos como el Cristo Moreno, que lleva grabada su historia a través de una policromía muy oscura en recuerdo del cristo de la Cruz quemada, que originariamente se encontraba en la capilla del derruido Monasterio y que en el incendio del mismo adquirió ese color.
Tras los faroles y la cruz de guía, que de nuevo han abierto la marcha, han seguido el guion o emblema de la Cofradía, la Cruz alzada y la Cruz de difuntos, que han detenido su caminar en las catorce estaciones del Vía Crucis se han ido sumando durante el recorrido por la barriada de San Claudio en la que el Cristo y el acto procesional cuentan con numerosos fieles.
Una procesión de fuerte contenido simbólico con el único acompañamiento del trío de oboe, clarinete y fagot que ha sumido a León en la solemnidad del Sábado de Pasión.
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