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El secretario general y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), a su llegada junto al músico y presidente de la entidad de gestión de Artistas Intérpretes o Ejecutantes de España (AIE), Luis Cobos. Efe
Récord

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A la última ·

Miércoles, 14 de agosto 2019, 00:13

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La semana pasada, Pedro Sánchez mantuvo catorce reuniones con 180 colectivos. Ha tenido que hablar hasta con la Asociación de Amigos del Parchís. Normal que, después de tanto encuentro, se haya ido de vacaciones; yo, si me reúno con tanta gente en tan poco tiempo, en lugar de irme a Doñana me ingreso en la López Ibor. Porque es para acabar como unas maracas.

De hecho, nunca fui tan feliz como cuando descubrí el correo electrónico, el wasap y otros inventos que posibilitan relacionarte con otras personas sin tener que verlas: si gozamos del derecho de reunión, también tenemos el mismo derecho a no reunirnos con nadie. Que una no es misántropa del todo, pero sí un poco huraña. Y que, como decía Chincholle, «El misántropo no aborrece tanto a los demás hombres como a sí mismo». No tengo necesidad alguna de decepcionar en persona cuando puedo hacerlo virtualmente, que es mucho más cómodo. Pero Sánchez no, Sánchez es de la antigua escuela, de mirarte a los ojos, de estrecharte la mano, de palmadita en la espalda. Y de hacerse la foto. La política es lo que tiene.

Después de tanta reunión, no sé si Sánchez quiere negociar, ir a nuevas elecciones o batir el récord del presidente que se reúne con más gente. Ya puestos, podía batir el del bocadillo más grande del mundo. De lomo empanado, por favor. Pero récords hay para todos los gustos. Y a cual más estúpido: hay un indio que tiene el Guinness a los pelos de las orejas más largos. 25 centímetros, para ser exactos. Más que un campeón, es un marrano. El único récord que soy yo capaz de batir es el de engordar lo máximo posible en la menor cantidad de tiempo, que no hay vino ni producto autóctono del norte de España que servidora no haya probado estos días. A la vuelta, me reúno con la dietista. Y en persona. Ella sí que se va a decepcionar cuando me pese.

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