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La perspicacia de los lectores

No tendría sentido escribir opiniones como esta si se tratase únicamente de dar satisfacción al ego personal

Eduardo Fernández

Miércoles, 27 de enero 2021, 09:50

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No tendría sentido escribir opiniones como esta si se tratase únicamente de dar satisfacción al ego personal. El mío viene a tener el tamaño de mi barriga y ni con opiniones diarias en el Telegraph, Le Figaro y el Washington Post se saciaría. Uno ha de saber bien por dónde le aprieta la soberbia y a mi es por el intelecto, para qué negárselo a quien lo comprueba cada quince días. Siendo ególatra hasta el aburrimiento, tampoco tendría sentido escribirlas para Leonoticias; sus integrantes me han tenido que sufrir como una plaga bíblica por su trabajo y flagelarlos más tiempo sería ensañamiento cruel. Mostrar una opinión personal es buscar algún punto de encuentro con quien piensa de forma similar y no tiene acceso a un medio de comunicación. Sería vanidoso pensar que cada uno de los que opinamos en Leonoticias entroncamos con la voz del pueblo. Si cuando era parlamentario representaba a alguien, en estos momentos me represento solo a mi (a mi persona que diría Sánchez) a duras penas y con indudables inconsistencias. Pero de vez en cuando podemos decir lo que ustedes piensan, señal de que no hemos perdido enteramente el tino.

Más importante me parece ofrecer espacios para la discrepancia. Sí, lo sé; la frase es tan cursi que merece haber sido dicha por algún ministro. Quédense con el concepto. Y valoren la posibilidad que este medio les da de comentar los artículos de opinión. Tampoco se ceben, que desde el anonimato la tentación es grande. Desde el primer día que empecé a escribir asumí que no sólo no iba a gustar todo -de su sentido común lo espero-, sino que alguno aprovecharía para decirme aquello que durante años se guardó. Esta provincia es de gente recia que no oculta sus convicciones. Concédanme que las suyas y las mías. Leo con resignación esos comentarios, nunca con aire de a que no me lo dice usted en la calle, porque a diferencia de Fraga, la calle no es mía. Ni las opiniones de la calle tampoco. De muchas nada tengo que opinar a mi vez. Yo opino, ustedes me opinan y yo les reopino; sería un lío como el del cuarto repunte de la segunda fase de la tercera ola y la nueva novísima normalidad. Otras me hacen sonreír porque la peña, a lo suyo, pase lo que pase. Si puedes insultar, para qué andarte con razonamientos.

Alguien decía que cómo se nota que vivo de esto. Es afirmación que me causa jaleo familiar, porque mi mujer pensaba que yo vivía de mi trabajo de abogado y con las naturales incertidumbres de un autónomo en pandemia. Tres lustros del erario público que todos ustedes sufragaron con sus impuestos, pero antes y desde hace dos años de nuevo, de mi profesión. Haber descubierto que vivo «de esto» le ha llevado a reclamarme parte de tales ganancias y estoy desde hace dos semanas intentando descifrar que es «esto»: no sé si escribir aquí, si defender la provincia del Bierzo, si celebrar efemérides centenarias o si hacer de diana para sus puyas. A ese lector le agradezco que terminara su frase con un vocativo inocuo para las cosas que intuyo que me podía haber llamado, «amigo». Si descubre que de «esto», sea lo que fuere, puedo vivir, ruego indicación de dónde proceder al cobro, para entregar directamente a mi mujer, una vez detraída la parte con la que el erario pagará a los políticos en activo de hoy.

Pero deseo mencionar el comentario de otro de ustedes, amables lectores que desde la distancia ideológica a pesar de todo me soportan. Apunta pacopines1_ que observa cierto progreso en mis planteamientos. Traducido, si no le malinterpreto, que me nota un poco hasta el gorro de la Comunidad incluso a mí. Eso dice mucho de la sagacidad de los lectores. Y lo que es más, de su paciencia, porque si ha observado cierto cambio en un año es porque tiene elementos para comparar, que ya es estoicismo para aguantarme, cosa que le agradezco infinitamente, de forma sincera. Pues sí. Porque no veo que a los que cobran de la cosa autonómica les preocupe lo más mínimo hacer pedagogía, supuesto que pudieran, o defensa numantina, en caso contrario. Ni lo uno, ni lo otro. Como en esta tierra el que calla, otorga, me asalta la duda de si porque no creen en ello o porque nada hay que oponer, pero, en cualquier caso, no me digan que no es como para que yo me lo replantee. A mis años. Como la cita de «cosas veredes, amigo Sancho» es apócrifa y no aparece en el Quijote en parte alguna, lo más cercano es del Cantar de Mio Cid: «cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras». Pues eso. Que como los que tenían que hablar en jerga autonómica callan, hablarán las piedras del León solo. Y a mi no me pillan ustedes en medio, para que no terminen imputándome lo que aún no me han recriminado, que soy un estómago agradecido. Comprenderán que nada tengo que agradecer en estos momentos. Probablemente conscientes de la capacidad de mi estómago saben ustedes que políticamente no hubiera merecido mi agradecimiento nada por debajo del cargo de embajador plenipotenciario y vitalicio ante el Sacro Imperio Romano Germánico. Ambición no satisfecha por la que estoy dispuesto a volver a la política si alguien reinventa el Imperio.

Estimado pacopines1_, no sé si es progreso, pero es cansancio. Para un libro sobre la ideología de las derechas leonesas releo estos días sobre el leonesismo conservador previo a la Guerra Civil; unos meses más de este silencio y me encontrará usted de camino por esas sendas. Entre tanto, y desde la diferencia, alabo su perspicacia.

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