Nuestra «nueva realidad» parlamentaria

Aquello de no ponerse de acuerdo es una costumbre muy arraigada en esta sociedad en la que una viñeta de 1978 parece haber sido dibujada anteayer. Las discrepancias ya afloran con normalidad en política, así que no recibimos con sorpresa que pasen a ser totales conflictos abiertos (y casi que armados, aunque sea de palabra) cuando se trata de decidir qué hacer con el dinero. Y es que poderoso caballero sigue siendo don Dinero.

No tenemos más que echar la vista atrás un par de años para darnos cuenta de cómo la constante inestabilidad política está afectando a los bolsillos de la nación, porque los Presupuestos Generales del Estado que tenemos ahora son, precisamente, los mismos que hace un par de años. Creados por el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, han resistido inamovibles a un par de elecciones generales y a una pandemia.

Esto se ha debido, entre muchas otras razones, a que el Ejecutivo de 2019 del PSOE propuso un Proyecto de Presupuestos a unas Cámaras de diferente color al suyo, las cuales lo tiraron abajo en el primer debate que se tuvo al respecto en el Congreso de los Diputados. Pero incluso si el Proyecto hubiese aprobado ese primer examen se habría encontrado con el famoso veto del Senado, del que tanto hemos oído hablar. Porque el Senado no tendrá tanto peso como el Congreso en las cuestiones del día a día, pero cuando le toca hacer algo importante se encarga de que ninguno nos olvidemos de su existencia, como ocurrió cuando nos dimos cuenta de que nuestra Constitución tenía un artículo 155.

Respecto a la verdadera relevancia del Senado hay que tener en cuenta que, si bien la mayoría de parlamentarismos mundiales son unicamerales, el bicameralismo con una Cámara de representación territorial es muy importante en nuestro peculiar sistema de autonomías, debido a la variedad socioeconómica de cada Comunidad Autónoma. Es misión del Senado armonizar un mapa tan diverso. Y a la hora de legislar, es innegable que tal bicameralismo es asimétrico.

Entonces, si la importancia del Senado recae en su función de integración territorial, ¿por qué estaba en sus manos vetar algo tan importante a nivel nacional como los Presupuestos Generales del Estado? Pues eso mismo se estuvo preguntando el PSOE durante meses. Siempre que el Senado veta un texto legislativo, el Congreso puede levantar tal veto por mayoría absoluta (o mayoría simple si han transcurrido 2 meses), pero no así cuando se trata de los Presupuestos.

Se intentó modificar esta situación sin éxito, por lo que, a día de hoy, seguimos teniendo el mismo callejón sin salida que nos puede llevar a nuevos bloqueos en temas presupuestarios, algo que tendría consecuencias desastrosas dada la emergencia sanitaria en la que nos encontramos. Debido a la falta de cohesión en las competencias tipificadas para la Cámara Alta, el legislador se pone baches a su propio camino, que no deja de ser el camino de todos. Los límites que se autoimpone terminan derivando en más molestias y juegos políticos que regulaciones relevantes.

Sin duda, la «nueva realidad» se extiende también al ámbito parlamentario, pues parece que hacía falta una emergencia como la actual para que llegara el consenso a pesar de las trabas legislativas descritas. Y a lo mejor es pronto para decir que llega el consenso, ya que aún no se han aprobado Presupuestos para 2021, pero parece que existe cierta voluntad general de sacarlos adelante, la cual esperemos que siente una base para cambiar costumbres y empezar a ponerse de acuerdo.