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Leoneses recordados, leoneses olvidados y leoneses dispersos

Entre las muchas iniciativas de las diversas administraciones públicas propongo yo que haya un sostenido esfuerzo por recordar gente que dedicó parte de su esfuerzo vital y profesional a engrandecer León desde la distancia

Eduardo Fernández

Miércoles, 3 de noviembre 2021, 19:44

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La presentación del excelente libro de mi amigo Francisco Balado, compañero de estudios de Historia, de desvelos doctorales y profesor didáctico donde los haya, me ha hecho pensar en cuánto leones ilustre y esforzado corre el riesgo de borrarse de nuestra memoria colectiva como sociedad. El libro de Balado se titula Gumersindo de Azcárate. Una biografía política y les recomiendo vivamente su lectura, aunque solo sea por ver que hay leoneses que marcaron políticamente un tiempo como el que transcurre entre el inicio y el final de la Restauración, y que hay historiadores que escriben con prosa más fluida que la mía.

El libro fue presentado por dos catedráticos de Historia Contemporánea, el profesor Carantoña de la ULE y la profesora Sueiro de la UNED, lo que demuestra además de que Paco Balado tiene mejores amigos que yo, que existe un interés académico y social por períodos históricos previos a la Guerra Civil y la Contemporaneidad más cercana a nuestros días de mundo actual volátil. El lugar era adecuado, y era idóneo, la sede de la Fundación Sierra Pambley que permite mirar la catedral iluminada para que los ultramontanos católicos recordemos a los de la laicidad progresista propia del entorno de ayer que León es complejo, variado, histórico y complementario cuando queremos. Azcárate, como otros leoneses, hasta presidentes del Gobierno, han marcado su época y eso de lo que yo escribo, la cultura política, que es en ocasiones tan difuso, pero que explicado en el caso de Azcárate permite comprender que cuando un leonés se dedica a lo que sea fuera de su tierra, se la lleva puesta con él.

Yo de Azcárate solo envidio que con el encasillado fuese diputado por León hasta que se aburrió él y no como ahora, que es hasta que se aburre el jefecillo de turno en el partido correspondiente. Dirán ustedes que eso del encasillado, que es que te coloquen fijo como ganador sin tener que esperar el engorroso trámite de la expresión de la voluntad popular en las urnas se concilia mal con el progresismo de Azcárate y los suyos. Yo, que siempre que puedo les endoso una frase histórica, les traigo ahora una de andar por casa de un alcalde de un pueblo leonés ganador multirreincidente que cada noche electoral de las municipales en medio de la angustia hasta el resultado final afirma que las urnas son muy putísimas. No tendrá la finura intelectual de Chomsky al decir que las elecciones son, esencialmente, un método para marginar a la población -sí, vaya por Dios, yo citando a Chomsky, vivir para ver- o la experiencia de Lloyd George al apuntar que en ocasiones las elecciones son la venganza del ciudadano y la papeleta un puñal de papel; pero al de León se le entiende mejor y explica que hasta un honrado republicano progresista como Azcárate prefiriera encadenar legislaturas.

Azcárate es la excusa para que reflexionemos sobre los leoneses difuntos que merecen recordatorio y agradecimiento. Claro que si seguimos con la aberración hortera y cursi de Halloween perderemos hasta la noción de nuestros difuntos. Mucho más cercano ideológicamente a lo que me representa, dijo otro leonés adoptivo que también fue diputado en el Congreso por León como Azcárate y como yo, nuestro filósofo universal José Ortega y Gasset, que somos en la forma de haber sido. Y en tiempos de convicciones tan lábiles, memoria tan corta y expresión de twitter y no de libro, León es lo que muchos antes, en campos muy diversos, han luchado por hacer de esta provincia. Un lugar más vivible y más humano en una España mejor, cualquiera que fuese su ideología y circunstancia, siempre que respetase el marco democrático y trabajase por los demás. No me atrevo a apuntar una nómina mínima. No sé tampoco si estamos siendo conscientes de que algunos de ellos, nuestros académicos, nuestros poetas y novelistas, nuestros científicos que aun viven y trabajan, investigan, producen o inventan son el más preciado bien que esta provincia atesora. Mucho más que las piedras, por hermosas que sean puestas en nuestros edificios emblemáticos. No sé si se sienten reconocidos y perciben agradecimiento. Y como ya saben ustedes que soy de heteropatriarcado y dominación lingüística machista, sigo el Informe de la Real Academia Española sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas de 2020 respecto al uso gramatical del femenino de profesión y del masculino no marcado en oposición de género, como término inclusivo en contexto mixto, genérico o inespecífico. Vamos, que lo que aparecía en masculino no marcado de género, pónganlo ustedes como escritoras, científicas, investigadoras, emprendedoras, políticas, y al revés, como poetos y novelistos también.

Entre las muchas iniciativas de las diversas administraciones públicas propongo yo que haya un sostenido esfuerzo por recordar gente que dedicó parte de su esfuerzo vital y profesional a engrandecer León desde la distancia. Que algunos de los leoneses dispersos y olvidados pasen a recordados, porque muchos de sus desvelos de hace tiempo nos han hecho hoy mejores como sociedad. Vamos, que en lugar de algunas mamonadas con sufragio económico público, libros como este de Azcárate y otras iniciativas semejantes tuviesen impulso local, porque eso sí, no se lo he dicho, este libro de un historiador berciano sobre un personaje leonés ha sido impulsado y publicado por la Universidad de Cantabria.

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