Gloria a los comuneros leoneses y oprobio a los políticos que ignoran su historia
Oprobio e ignominia contra quienes olvidan el sacrificio de los leoneses por la libertad de los suyos
«Don Antonio de Quiñones Procurador de la Junta; Ramiro Nuñez de Guzman Regidor con cuatro hijos que se siguen: Gonçalo de Guzman, Juan de Guzman, Albar Perez de Guzman, Diego Ramirez de Guzman; Juan de Banavente canonigo; Bernal de Gilde (Hernando Gil); R. (Reinalte) De Castro; Suero de Oblanca; Diego Alvarez Sastre; Christoval de Benavente Bordador; Antonio de Mallo; Torrente (o Sorrentis) Barbero; Pedro Suarez de Argüello; Rodrigo de (Cimanes). zapatero; Rodrigo de. sastre» (AGS, PR, leg.,4,63)
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Son los diecisiete leoneses exceptuados del perdón que Carlos V concedió a los que le habían combatido en las Comunidades. En el verano tuve en mis manos el original del Perdón en el Archivo General de Simancas y les confieso gran emoción al leer sus nombres desgastados. Yo quisiera añadir el de doña María de Quiñones. El día de Todos los Santos de 1522, con gran alarde escenográfico, se leyeron en la lista de doscientos noventa personas a las que el Emperador y los vencedores en la contienda no perdonaron su decidida intervención a favor de la participación política de los ciudadanos -y no de los súbditos- en la administración de la república, esto es de su reino, de su tierra, de su ciudad leonesa y de sus paisanos.
Muchos otros leoneses combatieron decididamente en el bando comunero, con ideas, con sermones, con discursos y con sangre. Su sacrificio por una causa que diferenciaba libertad en singular de libertades en plural, con el enorme matiz de grandeza que una simple letra tiene, no puede quedar olvidado. Menos, manchado por considerar que fueran «cosas de Villalar».
Proyectar sobre las categorías políticas y la administración actual la ordenación de los reinos de Castilla y de León del comienzo de la Edad Moderna carece de sentido. Hacerlo a la inversa, creyendo que los comuneros lucharon por algo así como el embrión de la Junta de Castilla y León es una memez de una dimensión estratosférica tan impresionante que ni el más ignorante de los políticos puede amparar. Menos aún gente a la que no tengo por tal. Aunque quizás me coma esta fútil esperanza.
Hay quien creerá que sobre Fernando III debería caer un manto de olvido y que 1230 es el año de la infamia, que el tratado de las Tercerías fue una traición a León y que esa desdichada Concordia de Benavente que unió León a Castilla fue un inmenso error histórico. Pero de nada de eso se habla en las Comunidades. Los procuradores leoneses que fueron a las Cortes de Santiago-La Coruña a defender los intereses fiscales de sus vecinos, los que se organizaron para oponerse a lo que consideraban tiránica opresión del Imperio, los que clamaron por la libertad, los que pidieron nada menos que participación política en 1520, los que invocaron el derecho de resistencia como una innovación jurídica y política frente al autoritarismo carolino, los que reclutaron tropas para uno y otro bando, los que dejaron su vida en defensa de sus ideales, todos esos no luchaban por Villalar, ni por Castilla, ni por la Junta, ni por una imposible identidad castellano y leonesa que es un engendro que no existe. ¿Acaso no eran comuneros en León el Regimiento, el Cabildo y el convento de Santo Domingo? No eran menos leoneses luchando por su tierra que los que hoy se oponen a esta Comunidad Autónoma. Solo que lo hacían con su vida, apuesta máxima cuando se cree en las ideas propias. Muchos pagaron con su sangre, con su hacienda, con su nombre y con su exilio en Portugal. Los que he recordado, cargaron con una sentencia que no les perdonaba, mientras que otros se reintegraban como podían a la vida.
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No alcanzo a entender dónde está la gracia de manchar su gesta, de olvidar su hazaña, de preterir la enorme novedad de sus ideas políticas, de minusvalorar su compromiso vital, sólo por hacer la gracieta con lo de Castilla y León. Sólo los necios que consideran que las Comunidades era «cosa de Villalar» o de Castilla y no del reino, no de León, los que creen que la historia de León se detuvo en 1188 o los que directamente muestran una ignorancia sonrojante saltan con mamarrachadas semejantes.
No me gusta Villalar, ni lo que representa. Jamás pisaría ahí un 23 de abril. No comparto esa tontería de celebrar derrotas cuando se podrían celebrar tantas otras cosas buenas. La pacatería de la izquierda en la Transición elevó a mito lo que es un proceso histórico como todos, con muchas sombras y algunas luces. Condenar al olvido el papel de los leoneses comuneros es tan idiota como entregar toda su gloria a los castellanos. Las Comunidades eran eso, las Comunidades de las ciudades comuneras, no de Castilla, y menos de la Castilla y León de hoy. La contumacia en ese error sesgado es multiplicada por quienes en León desprecian la historia propia y compran el relato ajeno castellano por ignorancia, como si comunero, castellano y luchador por la libertad fuera todo lo mismo.
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Mucho querer a León y no haberse leído a D. Eloy Díaz-Jiménez y Molleda, cuya Historia de los Comuneros de León, de 1916, igual también hay que condenar hoy. Ya tuve que poner aquí una vez por fuente de autoridad al profesor Rubio Pérez; no tanto porque sea catedrático de Historia Moderna en nuestra Universidad como por ser una de las personas que intelectualmente mejor ha servido a la historia de León. Simultáneamente desde el rigor y desde el cariño por la tierra, que es balance difícil de lograr para los que como él se apasionan y para los que saben las miserias de la historia de lo nuestro. Hace casi quince años escribió un magnífico artículo titulado «Los comuneros leoneses» que se puede encontrar fácilmente en internet y que yo les invito a leer por su carácter didáctico, por su solidez historiográfica y por su claridad. Léanselo y vuelvan a decirme que las Comunidades eran una cosa de Castilla, para que los que se han querido llevar a Valladolid lo que le corresponde a León triunfen llevándose también lo que era nuestro hace cinco siglos. No solo eran comuneros leoneses, sino dirigentes de todos los comuneros, porque cuando un leonés se entrega a algo, lo hace sin reservas, como Ramiro Núñez de Guzmán o Fray Pablo de Villegas.
No se les oculta lo que yo pienso de la Comunidad, desde el respeto a los que piensan de otra forma, que, por cierto, no siempre tienen el mismo por mis ideas. Mera cuestión de tolerancia. Comprendo la aspiración leonesista de personas con las que he compartido debates políticos, micrófonos radiofónicos y buenas charlas que, espero, nos hayan enriquecido a todos. Lo que no he visto nunca aún es a un leonesista verdadero y no de boquilla arrastrando por el lodo la Historia de León. Los comuneros leoneses son historia de León. Olvidarlos es el lodo. Yo pondría su nombre en una calle y la leyenda «luchador por la libertad de los leoneses». Desde luego no por la de Castilla. El Regimiento de 1520, es decir, en términos actuales el Ayuntamiento, era comunero; el de hoy puede ser lo que considere. Puede rechazar óperas, exposiciones, conferencias y lo que quieran, porque es su competencia y León va sobradísimo de cultura. A ver si triunfa el pensamiento único. Lo que no se debe es olvidar la enorme modernidad de las propuestas de los leoneses que querían que el pueblo fuese partícipe en su destino político. Por Dios, en 1520. Si hubieran sido franceses, ingleses o americanos nos sabríamos su nombre desde la cuna. Por tonta que a mí me parezca la obcecación, si el problema es de dónde viene la propuesta, cuando se hace desprovista de afán político actual, que hagan algo propio. Invito al ayuntamiento, a su alcalde y a todos los concejales, a que organicen como quieran un recordatorio a aquellos leoneses que lucharon por la Libertad. Estoy seguro de que los leoneses de hoy, con independencia de su ideología, se sumarían encantados. Desde luego, yo lo haría.
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No sé cómo será la ópera que prepara la Comisión del V Centenario, en la que afortunadamente hay mucha más gente de fuera de Valladolid que de allí. Pero si refleja la gesta de los comuneros nacidos en León, que lucharon contra la tiranía, y no se puede ver en León porque alguien confunde historia y líos presentes, es que algo va muy mal con la tergiversación de la historia por algunos políticos.
A buscar otra excusa, pues ninguno de los diecisiete que arrostraron la ira de Carlos V para siempre ni de todos los demás que murieron o sufrieron castigos lo hicieron nunca por «lo que tenga que ver con Villalar». Oprobio e ignominia contra quienes olvidan el sacrificio de los leoneses por la libertad de los suyos.
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