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La Comarca del Bierzo y los donuts

El Bierzo es León y aquí la cosa va por adición y no por sustitución

Eduardo Fernández

Miércoles, 10 de marzo 2021, 10:39

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Miren que me hago la firme intención de no dar la paliza con las cosas de la política territorial. Y caigo cada mes alguna vez. Solamente tengo más recaídas al abandonarme a la dulce sensación de lo prohibido…con los donuts. Nunca más, y vuelta a empezar, en el lapso de cinco minutos. Pues con lo del territorio en esta provincia me pasa lo mismo.

Esta vez la ocasión la brinda un cumpleaños más o menos redondo, los treinta años de la creación de la comarca del Bierzo. Como entidad local, claro está, porque como comarca natural debieron de encontrársela ya los romanos cuando vinieron a horadar en las Médulas. El caso es que hay que celebrarlo como la ocasión lo requiere, que es mirando atrás y viendo como el importuno centralismo leonés se ha ido diluyendo a un lado del Manzanal gracias a la comarcalización. Que ni hay que ir a León a hacer ningún trámite, ni se echa en falta servicio alguno en El Bierzo desde hace tres décadas. Cómo no se le ocurrió esto antes a otros.

Recuerdo de mis primeros días en política dos compromisos electorales hechos cuando se ponían los mítines después de comidas copiosas y refrescos con ginebra: una fue la promesa de hacer una autovía entre Ponferrada y Villablino, la otra, la comarcalización. Las dos están hoy a medias y con muchos pensando si alguna vez debieron iniciarse. Yo más bien creo que deberían de haberse terminado. Descubrí entonces que para prometer valía cualquiera y para dedicarse a ese negocio, cuanto más riego alcohólico, mejor. Ahí empezó a estropearse todo para los que no bebemos. Siempre recuerdo la clarividencia del extraordinario Jardiel Poncela que dijo hace ya ochenta años que «el que no se atreve a ser inteligente, se hace político». Claro que también dijo en plena II República «los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa». Hasta hoy.

No me digan que algunas cosas de la política no les parecen cansinas. Pues esto de la comarcalización es como entrar en un bucle. Una comarca es una entidad local, es decir, surge por agrupación de los ayuntamientos que la componen, trayecto de ida que en El Bierzo no se ha querido recorrer. Hay quien piensa que es como una minidiputación. Y no. Claro que otros piensan que es como una mancomunidad cualificada. Y tampoco. De momento nutre sus competencias de lo que le han delegado o transferido la Junta y la Diputación de León, en funciones y dinero. Pero ni se esperan las encomiendas de gestión de los ayuntamientos. Y eso que son casi todos del mismo color político.

Empecé mi andadura política siendo portavoz en la oposición en un Consejo Comarcal con más de cincuenta miembros, que venía a ser el doble de políticos para menos de la mitad de territorio y habitantes que la diputación. Pero como el invento había sido de Aznar, el malo que riñe a Casado -para diferenciarlo de mi amigo Luis-, estaba la cosa como para criticarla. La reforma de la ley puso algo de sensatez en eso y amplió el abanico de servicios que podrían prestarse a los ciudadanos. Pero en eso, como mis donuts, con aspecto de cero a día de hoy. Siempre he creído que si tenía sentido una comarca era para que los habitantes de los pueblos más pequeños recibieran de un ente comarcal aquellas prestaciones que sus ayuntamientos no podían asegurarles, por su reducido tamaño administrativo y presupuesto. Y que donde había una comarca habría que ir encomendándole gestiones de las mancomunidades. El Bierzo es León y aquí la cosa va por adición y no por sustitución. Así que se han quedado las juntas vecinales, los ayuntamientos, las mancomunidades, la comarca, la diputación y la Junta. Cuando se miran algunas materias como el medio ambiente, todas esas entidades tienen competencias compartidas. Y ella sola se murió. No descarto ver un consejo comarcal con un encargado de la marina mercante para el Sil, o adoptar uno de esos curiosos organismos latinoamericanos estilo secretario del buen vivir como en Ecuador o gerente de la noche como en Cali. No llegarán a lo del Poder Popular para la Suprema Felicidad bolivariano de Venezuela, pero tampoco estarían mal para justificar la comarca.

Treinta años es ya una edad para asentar la cabeza, en un paisano y en una institución democrática. El Consejo Comarcal ha demostrado que no se embarca en aventuras, ni para celebrar el bicentenario de la provincia del Bierzo. Podrá decirse de la Diputación de León y de la Junta que no han incrementado las transferencias en los últimos años, pero ya son muchas más que las de los ayuntamientos del Bierzo y sus mancomunidades. Treinta años en bucle de mucha retórica y pocos traspasos. En eso están como yo con mis donuts.

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