Borrar

A usted, amable lector(a)

A quienes han entretenido algún momento de sus vidas este año en leer lo que me enerva, me preocupa o me maravilla, gracias

Eduardo Fernández

Miércoles, 30 de diciembre 2020, 12:16

Comenta

Llega el indefectible momento de hacer balance de año tan infausto y ante el riesgo de depresión compartida, prefiero mirar hacia atrás lo justito. Ya que les dé la turra otro repasando los infortunios de estos meses de pandemia. Claro que puede suceder con el año lo que con el gobierno, que irremediablemente llega otro que hace bueno al anterior a pesar de las censuras que nos hubiera suscitado. Si el año próximo es peor que este anterior, el Armagedón está cerca. Arrepiéntanse y pidan el viático.

Por si acaso, yo he empezado a hacer examen de conciencia. Ya veremos si luego sigue el dolor de los pecados. Como soy de catecismo antiguo, abomino de zarandajas como la confesión comunitaria, que es la que parece imperar en los balances anuales en la prensa, y como creo que la confesión es personal, auricular y secreta, no les voy a contar a ustedes los sórdidos detalles. Nada jugoso se pierden, porque los míos son de gula y no de lujuria. Por cierto, espero que el buen Dios sea más clemente y misericordioso conmigo que algunos de los que comentan mis columnas. Yo nunca he seguido a nadie con suficiente atención como para hacerle comentario alguno, menos aún arteramente emboscado en el anonimato, y por eso me enternece que me comenten, aunque sea para ponerme a escurrir, que probablemente razones no les falten. Eso sí, no insinúen que digo ahora cosa diferente a la que pensaba cuando estaba en política solo por el hecho de no mediar contraprestación económica. Uno tiene ideas poco variadas, pero pertinaces como la sequía del franquismo. Para bien o para mal, digo lo mismo ahora que cuando cobraba, y eso vale para la covid, para el gobierno, para el fútbol o para la autonomía leonesa.

Como propósito de enmienda me propongo no comentar más este asunto de lo necesario, porque tengo la sensación de hacer el canelo para que algunos de ustedes me fustiguen sin piedad con lo de la autonomía uniprovincial, mientras sigue el rosario de votaciones a favor y el silencio de los que se juegan el sueldo en ello. Como yo soy mucho de rosarios, me eclipso en semejante asunto y así algunos de ustedes perderán el interés por leerme para vapulearme. No es que practique eso que defendía el dramaturgo francés Jules Renard «es una cuestión de limpieza: hay que cambiar de opinión como de camisa». Porque aquí se cambia más de chaqueta y tiene feo nombre. Es que les confieso que estoy tan saturado del asunto que no puedo sino desearles la mejor fortuna en eso de conseguir la autonomía. Porque teniéndola, desaparecerán nuestros problemas, la población rejuvenecerá y la actividad económica se recuperará. Pensaba Albert Einstein que hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro; yo me abono a la segunda, que buena falta hará en 2021.

Ni siquiera me paso a lo de que se declare provincia al Bierzo, que se debate estos días en el Ayuntamiento de Ponferrada, porque estoy a un paso de que se consiga primero para la Maragatería, que es siempre tierra que te acoge con chocolate, mantecadas, merles, angélicas y hojaldres. Si se consigue la autonomía uniprovincial no desechen lo de coser la nueva comunidad poniendo salomónicamente la capital en Astorga, que seguro que allí crean la Consejería de Dulces. La idea no es mía (la de la capitalidad astorgana, no la de la consejería golosa), sino de Miguel Pérez Cabezas, soplada en una tertulia radiofónica veraniega, pero me adhiero con el entusiasmo de quien aspira en ella a Director General de Lambronadas.

Uno tiene admiración confesa por Cicerón, porque aprendí en él los riesgos de seguir en la política hasta perder las manos o la cabeza. Suya es una frase que hacer efectiva al final de cada año: «no hay deber más necesario que el de dar las gracias». A Leonoticias, que después de tantas pruebas en los años anteriores de que podía decir insensateces encadenadas ha confiado en que también podía salir de mis teclas alguna cosa de interés, gracias. A Javier por su temple cuando digo cosas poco ortodoxas en León y a Santi por el recordatorio de reloj suizo de mi obligación con ustedes cada quincena. A todos en esa casa que nos ha traído en esta dichosa pandemia el pulso de León, o lo que es peor, su falta, gracias. Disfruto más este agradecimiento pensando lo poco que les gustará que sea público. Hala, a aguantarse. Que uno pueda a la vez protestar contra el fútbol, clamar por el egoísmo de la política y citarles literalmente versos de Vicente Aleixandre es un privilegio que difícilmente se paga con palabra distinta a gracias.

A algún lector que hemos perdido en estos meses porque se lo ha llevado la condenada pandemia, gracias enviadas al Cielo.

A los que me han criticado en los comentarios les deseo que puedan seguir haciéndolo a su antojo, que será prueba de que aquí seguimos con la tolerancia y la libertad que este medio nos otorga a todos, ilusionados por defender nuestras convicciones respectivas. Lo único que es peor que no haya pensamiento crítico es que haya pensamiento único. Ruego que nunca pase en León. Por sus apuntes sobre otros puntos de vista, gracias. Claro que si lo pueden hacer sin aspereza la siguiente vez, se lo agradezco doble.

Cuando personas a las que uno admira, como me ha pasado esta semana con Miguel Díaz Conlledo, maestro de tantos penalistas en León, te dicen que te siguen, tomo conciencia -con temblor de piernas y vértigo intelectual- de su amabilidad cuando te sabes leído por personas que, como él, podrían escribir cosas más interesantes, más amenas y hacerlo con muchisísimas menos subordinadas. En fin, a quienes han entretenido algún momento de sus vidas este año en leer lo que me enerva, me preocupa o me maravilla, gracias. A quienes se han sentido identificados en lo que a ellos les molesta, les desasosiega o les fascina, triplemente. A cada uno de ustedes, amables lectores, por cada uno de los minutos de sus ojos sobre mis líneas. Dios me perdone la soberbia de haber pensado que podía ilústrales y a ustedes les premie la paciencia y la benevolencia. Así que mil gracias. Y piérdete, año 2020.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

leonoticias A usted, amable lector(a)