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Josep Borrell, ministro de Exteriores. EP
Borrell golpea al independentismo en el exterior

Borrell golpea al independentismo en el exterior

Al jefe de la diplomacia no le tiembla el pulso a la hora combatir el relato victimista que el soberanismo trata de difundir por Europa

Ander Azpiroz

Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Pedro Sánchez podría haber fichado a Josep Borrell para muchos ministerios. Su formación y experiencia le capacitan, y mucho según reconocen adversarios como Pablo Iglesias para llevar las carteras de Economía, Hacienda o Fomento. Sin embargo, el presidente del Gobierno le entregó Exteriores. Es cierto que el ministro presenta como credenciales su desempeño como presidente del Parlamento Europeo entre 2004 y 2007, un periodo en el que tejió una sólida red de contactos. No obstante, lo que más pesó en la decisión de Sánchez fue el acentuado antinacionalismo del veterano socialista.

Y es que Borrell, catalán de Pobla de Segur (Lleida), está considerado como uno de los azotes del independentismo, lo que le convierte en la persona idónea para luchar contra el relato victimista que el soberanismo se afana por difundir en la Unión Europea para forzar una mediación internacional. Mientras que el presidente del Gobierno tiende de la mano al secesionismo dentro de las fronteras, el ministro de Exteriores usa el mazo al otro lado de ellas

Otro jefe de la diplomacia, José Manuel García-Margallo, explica en su libro 'Todos los cielos conducen a España' (Planeta, 2015) la importancia de Exteriores en el conflicto secesionista. «La viabilidad de una Cataluña independiente depende de dos cosas: el reconocimiento internacional y la pertenencia a la Unión Europea», sostiene el exministro.

Pero esta batalla internacional peligró tras las cargas policiales del 1-O y las sentencias desfavorables en Bélgica o Alemania. El propio Borrell sostiene que el soberanismo estuvo a punto de ganar por «incomparecencia» la batalla diplomática. Desde Exteriores explican que se intenta estar más presentes en otros países para proyectar «la imagen real de España y sus valores». No en vano, se insiste, la democracia española aparece en los puestos de cabeza de todos los ránking internacionales. Incluso por delante de la belga, como no se cansa de recordar el ministro.

La ofensiva

Al titular de Exteriores no le ha temblado el pulso desde que se hizo cargo de la cartera. Una de sus primeras medidas fue enviar una comunicación a los embajadores para que respondieran de manera «firme y sosegada» a los intentos de deteriorar la imagen de España en el exterior y de presentar al país como «una especie del revival del franquismo». Lo hizo después de que Quim Torra denunciase durante un acto en Washington la existencia de «presos políticos» y represión, y el embajador Pedro Morenés le plantase cara. La réplica del exministro del PP fue remitida desde Madrid a todas las misiones diplomáticas por orden de Borrel y comenzaba así: «Permitan que corrija esta propaganda que difunde el señor Torra». El jefe de la diplomacia puso como ejemplo a Morenés, lo que no evitó que lo destituyera dos meses más tarde.

El siguiente paso fue recurrir la apertura de embajadas catalanas en el exterior ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Bajo el 155, el Ejecutivo del PP acabó con el Diplocat, el servicio de oficinas de Cataluña en distintos países. Quim Torra ha tratado de reconstruirlo. En julio, restituyó a los delegados en Reino Unido, Alemania, Italia y Suiza, mientras que en agosto salieron a concurso los nombramientos de los directores de las delegaciones en Francia y Estados Unidos. El motivo del recurso es que las aperturas vulneran la ley de Acción Exterior aprobada en 2014, que establece que las comunidades deben comunicar al Gobierno la creación de estas oficinas con antelación. El Govern comunicó a Madrid la creación de esas delegaciones con sólo 24 horas de antelación, lo que imposibilitó elaborar el informe preceptivo.

Desafío a Flandes

La traca final, hasta el momento, ha llegado esta semana. Primero con la retirada de los privilegios diplomáticos al representante de Flandes en Madrid en respuesta de los ataques del presidente del Parlamento flamenco, Jaen Peumans, quien no se cansa de repetir que España no cumple los requisitos democráticos para formar parte de la Unión Europea. Se trata de un hecho sin precedentes entre países aliados y socios comunitarios, que fuentes diplomáticas reconocen que fue una «medida fuerte». Después, Grecia destituyó a su cónsul honorario ante las presiones de Exteriores. Borrell consideró intolerable que Fernando Turró asistiera a la Diada ataviado con símbolos independentistas.

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