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Aznar renuncia a su legado

ANtonio PAPELL

Martes, 20 de diciembre 2016, 19:10

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El expresidente Aznar ha hecho este martes pública una fría carta de renuncia a la presidencia de honor del Partido Popular y a asistir al próximo congreso, en febrero. La misiva, dirigida a Mariano Rajoy, no explica los motivos "que alargarían innecesariamente" el escrito- de su decisión, y tan sólo exhibe a modo de protocolaria disculpa que ninguno de los patronos de la Fundación Faes ocupa cargo alguno en un partido político y él no quiere ser una excepción. Pero en el aire están, como últimos episodios de un largo desencuentro, la renuncia de Faes a percibir las ayudas públicas a que tendría derecho y la crítica acerba del partido al tratamiento que recibió Rita Barberá y a las consideraciones muy atinadas de Soraya Sáenz de Santamaría sobre la absurda recogida de firmas contra el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, un gesto que, a juicio del entorno de Aznar, ha supuesto aceptar el discurso argumental del independentismo. Una especie de traición, para entendernos.

Lo cierto es que Aznar, que ahora se desvincula de su legado, ha dejado al PP una pesada herencia que no ha ayudado precisamente a Mariano Rajoy. Su formación política debe al expresidente el haber conseguido llevar por primera vez al poder al centro-derecha posfranquista, no sin grandes dificultades (en 1996, no tuvo más remedio que firmar un contrato leonino con Jordi Pujol para llegar a La Moncloa, contrato que incluyó el informal y ridículo reconocimiento de 'hablar catalán en la intimidad'), pero el legado ha sido en conjunto muy oneroso.

De entrada, Rajoy tuvo que tragarse el sapo de su propia derrota en 2004, causada al menos en parte por las marrullerías del gobierno tras los atentados del 11M, en que el propio Aznar defendió con beligerancia y contra todas las evidencias la falsa autoría de ETA. Aznar fue el autor de la Ley del Suelo que engendró la burbuja inmobiliaria que estallaría pocos años después, al llegar la gran crisis a nuestro país. Aznar fue quien realizó algunos nombramientos, como el de Blesa en Caja Madrid y el de Villalonga en Telefónica, que resultaron después muy destructivos. El tesorero Bárcenas ingresó en Génova por aquella época y el líder de Gürtel, Francisco Correa, fue invitado de honor en la faraónica boda de la hija del megalómano Aznar en El Escorial Hasta las autopistas de peaje que ahora han de ser rescatadas por el planteamiento erróneo que se hizo en su momento provienen de un mal cálculo de aquella etapa

Probablemente todos estos escabrosos recuerdos se habrían desvanecido en la memoria del PP actual si Aznar hubiera tenido otro talante más amable y contemporizador, pero el expresidente no ha dado facilidades para el olvido. Los antiguos primeros ministros son, ya se sabe, jarrones chinos, y desde luego en su cometido no está reivindicar su nombre con acritud y hasta el absurdo. La historia sólo tiene sentido cuando se escribe a mayor distancia, y sus intromisiones en la memoria colectiva sólo han servido para hacer de Aznar un elemento inmanejable para sus antiguos conmilitones. A buen seguro, Rajoy y los suyos habrán respirado con alivio al leer la carta de Aznar. Ni una lágrima se habrá derramado en la muerte metafórica del padre. La porcelana oriental se ha roto en mil pedazos y definitivamente.

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