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Funeral por los fallecidos en el pozo Emilio. Campillo

Cuando la muerte se hizo mina

El 28 de octumbre se cumple un lustro del siniestro que acabó con la vida de seis hombres en la Hullera Vasco Leonesa y que se podría juzgar como otros tantos homicidios con imprudencia grave

Jueves, 1 de enero 1970

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Casi todos en la zona recuerdan dónde estaban y qué hacían el fatífico día en el que aquella mina quiso cobrarse sus últimas víctimas, seis, en la explotación de interior de una empresa centenaria, la Hullera Vasco Leonesa, que ese 2013 cumplió 120 años y cuyo declive se aceleró para acabar liquidada, como lo hicieron de forma fulminante las vidas de los trabajadores a los que el grisú arrebató el aliento un 28 de octubre de hace un lustro.

Otros cinco compañeros resultaron heridos en el Pozo Emilio del Valle, en el municipio de Pola de Gordón, donde una bolsa de grisú de unos 12.000 metros cúbicos del mortal gas -la superficie de casi cinco piscinas olímpicas- se llevó por delante el futuro de las víctimas (ninguno de los fallecidos superaba los 45 años) y dejó sumida en una profunda tristeza a toda la familia minera.

La pena y el dolor se mezclaron con la indignación y la rabia que ya se dejaron sentir en el multitudinario funeral celebrado al día siguiente en Santa Lucía, con cinco de los mineros muertos, ya que el sexto fue trasladado a su Asturias natal. Al finalizar la ceremonia, un trabajador de La Vasco expresó el deseo colectivo de que alguien, lo antes posible, diera una respuesta al porqué de la tragedia.

Más contundente, una mujer reclamó ante los presentes antes de terminar el acto «que Dios perdone a los responsables de esto, porque creo que se podía haber evitado y espero que cada vez que cierren los ojos tengan esta imagen en la cabeza y que acaben donde deberían estar». En una emotiva intervención añadió un mensaje dirigido expresamente al director de la compañía minera: «Que no le queremos en la zona, que le dijo a algunos trabajadores que no tenían cojones para entrar a la mina. Y los tienen más que él y son muy valientes».

La Justicia, de momento, sigue su curso, aunque todavía no se ha fijado fecha para el juicio oral en el que podrían comparecerer como imputadas un total de 16 personas, por seis delitos de homicidio con imprudencia grave. La dirección de la compañía no escapa a las consideraciones del juzgado, que determinaron que se trabajaba sin las medidas de seguridad adecuadas, poniendo en grave peligro la vida, la salud y la integridad física de los mineros, como fatalmente ocurrió.

Cabe recordar, sobre lo que no falta quien tacha de dilación poco entendible, que están pendientes de resolución de la Audiencia Provincial de león los recursos de apelación presentados por varios de los acusados tras conocer el auto de apertura del juicio por el Juzgado de Instrucción número 4 de León.

Incansable

La perseverancia en la lucha de algunos de los familiares de los muertos y los heridos la representa con letras mayúsculas un hombre, Manuel Moure, que se siente cargado de razones y tiene claro que a él, experimentado trabajador que fue de La Vasco -donde ocupó distintos puestos durante más de tres décadas-, no le servía cualquier explicación.

Por eso, protagonizó distintas acciones de protesta y reivindicación, algunas en solitario, como cuando recorría el paseo que une Ciñera y Santa Lucía de Gordón para manifestarse frente a las oficinas de la dirección de La Vasco con la única compañía de una pancarta que reclamaba justicia. Cinco años después de la tragedia, viste una camiseta que recuerda a su hijo muerto mientras pasea con su mujer, su nieta -la pequeña que era un bebé cuando quedó huérfana de padre- y su inseparable perro.

Quizá no comprende, pero prefiere no juzgar a quien decidió renunciar a las acciones legales y se lamenta de que nadie de la compañía, «nadie», recalca, se dirigiera a los familiares tras el accidente. También en su día llamó la atención sobre la inacción de los sindicatos a los que pertenecían las víctimas. Él, ni se rinde ni calla.

El ocaso de una gran compañía

El 6 de noviembre, tras varios días sin entrar al tajo, se recuperó dentro de lo posible la actividad en una compañía que había iniciado ya la senda de su ocaso, al que el administrador concursal puso fecha el pasado mes de septiembre al comunicar el inicio del Expediente de Extinción de Empleo para la práctica totalidad la más que mermada plantilla (65 mineros) a aplicar a fecha de 31 de diciembre.

Con los entonces 400 trabajadores de los 1.700 que llegaron a integrar la plantilla, el tercer trimestre de ese 2013 arrojó un resultado de explotación negativo de 1,8 millones, según los datos de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Sucesivos vaivenes económicos y laborales, condicionados por la imparable evolución negativa del sector a raíz de las políticas energéticas europeas y nacionales derivaron en la espiral vertiginosa que llevó a la compañía a la actual situación de inminente desaparición.

En este 2018, la Vasco -que presumía de ser una empresa próspera y con altos niveles de prevención y seguridad, en cierto modo familiar en su funcionamiento a pesar de su tamaño-, hubiera cumplido sus 125 años de existencia; aniversario que nadie hubiera dudado hace dos décadas. Quizá el Protocolo Eléctrico firmado en 1996 para impulsar la liberalización del sector a partir de 1998 escribió las primeras líneas de la sentencia de muerte del sector, según vaticinaron algunos.

La acción o inacción de los sucesivos Gobiernos, siempre entre intercambios de reproches, y las directrices europeas se encargaron de ratificar lo que hoy es una fecha compartida: la de la defunción de la minería del carbón y el adiós definitivo a la compañía, sin que la Justicia se haya pronunciado todavía sobre uno de los episodios más lamentables de la trayectoria centenaria de la Sociedad Anónima Hullera Vasco Leonesa.

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